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Sánchez, Nosferatu y Puigdemont
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Sánchez, Nosferatu y Puigdemont

Es difícil tratar de anticipar lo que puede ocurrir en este relato de terror. Pero sí puede merecer la pena perfilar las distintas opciones asumiendo que en cualquier momento puede darse un salto en el guion. Dibujemos los principales escenarios

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Juan Medina)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters/Juan Medina)
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La película tiene bastantes opciones de terminar llevándose la estatuilla por la fotografía. Ahí es clásica, puede que demasiado y que peque de manierista. Son demasiados los fotogramas que recuerdan a la pintura holandesa. Pero se deja ver y ofrece tres planos memorables. Más allá de eso, como ocurre con nuestra actualidad, no llega a más porque sufre un error de base en el guion.

La idea de que el deseo femenino puede terminar siendo destructiva para una mujer, los seres queridos y la sociedad es profundamente reaccionaria.

Y eso conlleva, en mi opinión, una pérdida de intensidad emocional y de amplitud narrativa respecto a las grandes versiones que se han hecho antes de la novela.

En la de Murnau de 1922 puede percibirse la llamada del inframundo, un combate en el terreno de la trascendencia.

En la de Coppola de 1992, todo se desenvuelve sobre el terreno del amor: “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte”-.

Desgraciadamente, esta de Eggers se autolimita la parcela sexual: “Sólo soy un apetito, nada más”.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Manuel Bruque) Opinión

La idea del apetito puede ser estimulante para transitar de la fantasía a la realidad. Al fin y al cabo, vivimos en un país secuestrado por el apetito autorreferencial y necesariamente insaciable de una víctima del narcisismo que es la plaga de nuestra época.

El apetito explica el primer acto -la venta del alma y la firma del pacto-, las dificultades surgidas durante el segundo para el cumplimiento de lo prometido y la endiablada situación que nos ha ido llevando hasta el umbral del acto definitivo.

En la película, Nosferatu plantea un ultimátum a fecha fija, ofrece a su contraparte tres noches para entregarse del todo si no quiere perderlo todo. En la realidad, la amenaza se fijó hace tiempo –la cuestión de confianza- y la primera noche ya ha pasado –el sacrificio parlamentario del decreto ómnibus-.

Foto: Carles Puigdemont en Bruselas. (EFE)

Después de aquella votación, los socialistas han trabajado con fuerza la comunicación. En ese ámbito, es justo reconocer que si algo se le da bien al sanchismo es el traslado de la culpa política al campo de los adversarios. No lo han conseguido del todo esta vez. Pero sí deben haber clavado en el corazón de todo su electorado la idea de que la derecha quiere evitar la subida de las pensiones.

También parece de justicia recordar que este tipo de logros no responden únicamente al talento comunicativo; el poder político cuenta con una potencia de fuego de alto calibre. Nadie podrá rebatir que ningún gobierno ha tenido tantos medios a favor como el actual, en parte por la capacidad de intimidación y en parte porque a eso se está dedicando el dinero de todos.

No deja de ser curioso que desde Moncloa haya podido articularse un conglomerado mediático, empresarial y de poder con tanto calado siendo tan escaso y además menguante el respaldo ciudadano.

Y sí que sería muy ingenuo, sacar de la ecuación al conglomerado que el sanchismo viene construyendo. Evidentemente, está levantándose para mantener el poder y también para enriquecer a una nueva élite. Por lo tanto, está destinada a operar de manera permanente y todavía más en una situación tan delicada como la actual. En la película, –no es mi intención faltar- son las ratas quienes ejercen la disrupción sobre la sociedad.

El caso es que nos acercamos a la segunda noche del ultimátum y la simple votación de un decreto, por muy estrafalario que sea, ha adquirido tintes dramáticos.

Es difícil tratar de anticipar lo que puede ocurrir en este relato de terror. Pero sí puede merecer la pena perfilar las distintas opciones asumiendo que en cualquier momento puede darse un salto en el guion. Dibujemos los principales escenarios…

Foto: Marcha del sindicato de Vox, Solidaridad. (Europa Press/Alberto Ortega)

Escenario A: no parece muy verosímil que la mayoría pueda recomponerse a estas alturas sin que se produzca una cesión mayor. No es fácil porque debe beneficiar únicamente a Junts, no a Illa –competencias, presupuesto…- y tampoco a ERC –financiación-.

La entrega de las políticas migratorias podría encajar con la doctrina indepe ya que conlleva el control de las fronteras y supone un avance importante hacia la soberanía. ¿Problema? La inconstitucionalidad, otro papelito mojado más.

Escenario B: el segundo fracaso del decreto conllevaría, prácticamente, el entierro de la mayoría de investidura. Antes ese resultado se abren, al menos, cuatro caminos.

B.1: Pase lo que pase, Sánchez aferrado al poder con el margen de actuación parlamentaria estrechado al máximo y, desde luego, sin presupuestos para este ejercicio.

B.2: Retirada del decreto a última hora con el objetivo de evitar el descalabro.

B.3: Conversión de la votación del decreto, por la vía de hecho, en una cuestión de confianza fake. Sánchez lanzaría el órdago de convocatoria electoral en caso de que fuese rechazado.

Foto: Feijóo junto a los responsables de UGT y CCOO y Yolanda Díaz. (EFE)

B.4: Llamada a las urnas tras la derrota, culpabilizando al Partido Popular para que asuma el desgaste de la falta de ayudas en la Comunidad Valenciana y de la no subida de las pensiones en el electorado mayor de 65 años.

A fin de cuentas, ya desde hace tiempo, Sánchez viene dando todos los pasos para el supuesto de convocatoria electoral. Esto no implica que vayan a darse con seguridad a cortísimo, a corto o a medio plazo. Pero sí conlleva el deseo –el apetito- de que todo esté listo ante cualquier eventualidad.

La maquinaria de propaganda está lista, también el partido –el proceso posterior al congreso no existirá más que en modo protocolario-, el conglomerado mediático y empresarial está armado –puede actuar en modo defensivo, de resistencia o a la ofensiva en la campaña hacia las urnas-, incluso lo material está licitado –la papelería electoral-. Por consiguiente, al final de la segunda noche de nuestro Nosferatu, puede ocurrir todo y, desde luego, nada.

Foto:  El presidente de España, Pedro Sánchez. (EFE/Alberto Valdés) Opinión

Lo que nadie podrá evitar es que acabe llegando la tercera. Eso no está en manos de los actores porque le pertenece al destino, a la justicia. Tardará en llegar, se hará larga para todos y, finalmente, amanecerá.

La película se cierra con uno de los tres planos memorables mencionados al principio. Los cuerpos de los protagonistas, consumidos por la colisión de sus apetitos, yacen como naturalezas enteramente muertas bajo el canto del gallo definitivo.

La película tiene bastantes opciones de terminar llevándose la estatuilla por la fotografía. Ahí es clásica, puede que demasiado y que peque de manierista. Son demasiados los fotogramas que recuerdan a la pintura holandesa. Pero se deja ver y ofrece tres planos memorables. Más allá de eso, como ocurre con nuestra actualidad, no llega a más porque sufre un error de base en el guion.

Pedro Sánchez Carles Puigdemont
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