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Instrucciones para elevar el gasto en defensa
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Instrucciones para elevar el gasto en defensa

España tiene un Gobierno paralizado y podrido que pretende eternizarse eludiendo al Parlamento y a las urnas

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Cebollada)
El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Cebollada)
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Cuando estas cosas ocurren, la hoja de ruta carece de misterio. La democracia incorpora un procedimiento claro, ágil y eficaz. Los pasos son bastante naturales:

1-. Comparecencia pública del presidente ante los medios para informar a la ciudadanía en términos adultos. Un discurso con un esquema muy sencillo: exposición de la situación, explicación de la línea de acción y llamamiento a la unión.

2-. Diálogo con todos los actores políticos: priorizar al partido de la oposición, buscar el respaldo de las fuerzas más moderadas y desactivar el peligro de que los actores extremistas desestabilicen a la nación.

3-. Debate parlamentario monográfico: el presidente asume toda su responsabilidad, detalle el plan de actuación y subraya el compromiso de mantener informada periódicamente a la Cámara.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/J.J. Guillén) Opinión

4-. Votación: si el Gobierno no obtiene el respaldo mayoritario, convocatoria de elecciones.

Nueve de cada diez muebles de Ikea tienen un manual más complejo. Es el utilizado en los países de nuestro entorno. No aquí. España tiene un Gobierno paralizado y podrido que pretende eternizarse eludiendo al Parlamento y a las urnas.

Foto: El secretario general del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Álvaro Ballesteros) Opinión
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Ningún sanchista puede afirmar que el presidente esté siguiendo la ruta de la democracia parlamentaria. Todos podemos apreciar que tiene la intención de recurrir a su método habitual, un procedimiento en el que cada paso se ejecuta a contra natura:

1-. Negación. Da igual el tipo de problema, las causas no existen. La dificultad puede ser endógena -propiciada por la estrategia de degradación institucional que marcan sus socios o por la presunta corrupción del entorno propio- o puede ser exógena, como durante la pandemia o con la revolución geopolítica actual. No importa, el punto de partida no varía: el presidente es ajeno a los motivos que explican la evolución de los acontecimientos.

Por eso, la cuestión del gasto parece surgir de un día para otro, como si Sánchez no se hubiese comprometido antes a elevarlo y como si su resistencia no tuviese que ver con su debilidad parlamentaria. Si el Gobierno hubiese dado los pasos para ir cumpliendo lo prometido, estaríamos en otra realidad. Pero el presidente no tiene pasado y, como no lo tiene, no puede tener palabra.

Foto: Pedro Sánchez, en Bruselas. (EFE/Olivier Matthys)

2-. Procrastinación. Da igual la urgencia. El problema puede tener peores repercusiones si no es atajado a tiempo. El análisis de riesgos no se enfoca al país sino a los costes que pueden generarse sobre el presidente. Así que la unidad de medida es la misma en todos los casos: su desgaste personal. Por lo tanto, lo mejor es desaparecer para que otro se quede la culpa -dana-, colocar fusibles entre medias -como en la pandemia- y esperar.

Esperar a que ocurra el milagro de una mutualización del gasto que no se dará, cosa extraña mientras se dice que tenemos la economía como un cohete. Europa ha sido rotunda al afirmar que corresponde a los Estados miembros. Y, en Berlín, conservadores, socialistas y verdes han alcanzado un acuerdo antes de conformar el nuevo Gobierno. La tradicional imprudencia alemana. Aquí lo urgente es proteger a Sánchez a costa de la fiabilidad de España, de convertir a nuestra nación en un territorio periférico en Europa.

3-. Redefinición. La política se congela, pero la comunicación entra en ebullición. Los esfuerzos se localizan en el fijado de los marcos que condicionarán la conversación sobre la actualidad. Si toca amnistía, el eje ha de trasladarse a una discusión de derecho comparado europeo que distraiga la atención del golpe y de la imperdonable impunidad. Si toca corrupción, los protagonistas no pueden ser los presuntos corruptos, sino los malvados jueces y los diabólicos medios de comunicación.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en Bruselas. (Reuters/Christian Hartmann)

En ese juego de manos andamos: el gasto debe convertirse en inversión, la defensa en seguridad, la amenaza a nuestro modo de vida en oportunidad para las startups y todo así. Y con la redefinición, la ocultación. La mentira de que la subida puede hacerse sin recortes sociales, sin subir los impuestos o sin disparar la deuda. ¿Cómo? ¡Sí, se puede! ¡Sí, se puede!

4-. Elusión. Cero Parlamento. Si las sesiones de control permanecen apagadas, menos razones todavía para encender las luces y los taquígrafos cuando el asunto es prioritario. El Congreso es el enemigo público número uno de Sánchez por ser el lugar donde respiran sus socios y, por lo tanto, donde anidan todas las contradicciones de un Gobierno que se levantó contra la mitad de un país.

Toda la legislatura sin Presupuestos. Y todo lo que haga falta para que cada votación venga condicionada por una práctica legislativa diseñada desde la mala fe. Empezaron con un omnibús y ya van por los omnitrasatlánticos.

Foto: Pedro Sánchez con Yolanda Díaz. (EFE) Opinión

5-. Maquinación. Actuar desde el Consejo de Ministros como si España fuese una democracia presidencialista en lugar de lo que es, una democracia parlamentaria. Tirar del real decreto-ley con más descontrol que el propio Trump, fijando récord tras récord de abuso. Nadie lleva más que Sánchez.

¿Gasto? Trampear todo lo que se pueda: fondo de contingencia, créditos, maquillajes, apuntar como gasto en defensa a los paneles solares. Lo que haga falta. Imaginación al poder para que el poder no tenga que dar la cara. “Gobernar con o sin el concurso del Parlamento”, ya puestos, mejor sin.

6-. Inversión de la carga. El muro. Al final, no lo olviden, todo es culpa del Partido Popular. Siempre. Hay que mantener que Feijóo coquetea con la extrema derecha mientras Sánchez se da un revolcón xenófobo con Puigdemont. Hay que seguir diciendo que los de enfrente son antipatriotas mientras los de al lado están a sueldo de Moscú. Hay que poner de ejemplo a los conservadores del resto de Europa sin mencionar a Meloni. Hay que, hay que… ay, ay, ay… cada día se pone esto más difícil.

Yo no sé si el presidente aplicará con éxito su método habitual, pero sí que creo que su plan es ese. Y tengo más que claro lo que veo: Sánchez se encuentra ante una obligación ineludible e inaplazable, no puede recurrir al Parlamento porque pierde, no puede acudir a las urnas porque pierde; en definitiva, es la viva imagen de un perdedor. Está acabado. Y por eso, justo por eso, es capaz de cualquier cosa.

Cuando estas cosas ocurren, la hoja de ruta carece de misterio. La democracia incorpora un procedimiento claro, ágil y eficaz. Los pasos son bastante naturales:

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