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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Beatriz Corredor como síntoma

Hoy me apetece levantar un poquito la costra para que pueda apreciarse la naturaleza de la casta

Foto: La presidenta del grupo Red Eléctrica de España, Beatriz Corredor. (EFE/Fernando Villar)
La presidenta del grupo Red Eléctrica de España, Beatriz Corredor. (EFE/Fernando Villar)
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Beatriz Corredor preside Red Eléctrica porque es sanchista. Ese es todo su mérito y es también la clave que nos permite anticipar todo lo que viene. Pero, antes de abordar la estrategia de elusión de responsabilidades gubernamentales, creo que merece la pena tocar un par de aspectos.

En primer lugar, hoy me apetece levantar un poquito la costra para que pueda apreciarse la naturaleza de la casta. Ella no es la excepción sino la norma, otra prueba más de una forma de ejercer el poder muy determinada. No hay empresa pública, institución o chiringuito español sin enchufado sanchista con generoso salario de por medio.

Las almas cándidas consideran que esa colonización generalizada se explica porque el PSOE actual funciona como una agencia de ocupación. En mi opinión, se quedan cortos. Los nombramientos no son agradecimientos, llevan encomendada la misión de hacer en cada sitio lo que resulte necesario para que Sánchez siga gobernando. Son, por lo tanto, un instrumento de control político y social que pagamos todos.

Naturalmente, esa obediencia debida requiere ciertas privaciones que son menores para la élite colocada, renuncias como el criterio propio o la importancia de poner al conjunto del país por delante de todo lo demás. No parecen sacrificios inasumibles para quienes carecen de formación, libertad de pensamiento y una concepción robusta de la vida pública.

Foto: Reunión del Consejo de Seguridad Nacional que ha presidido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión

La diferencia no está en los perfiles psicológicos y morales de los enchufados, sino en la forma de sufrimiento que genera cada crisis o cada gestión de crisis provocada por su incompetencia. Esta vez ha sido la luz, mañana puede ser cualquier otra cuestión crítica porque la mediocridad es transversal.

De manera que tiene su gracia reflexionar sobre si Sánchez es gafe o no lo es. Pero, mientras se van acumulando las pruebas, conviene prepararse para cualquier dificultad porque los miembros de la casta están en todos sitios. Cualquier español sensato debería prepararse para lo impensable, más todavía cuando el poder político nos diga que jamás ocurrirá.

Foto: Un agente de la Guardia Urbana regula el tráfico en el centro de Barcelona durante el apagón. (EFE/Toni Albir) Opinión
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El segundo aspecto que, a mi juicio, merece una pensada se localiza en otro rasgo común en la élite sanchista: el insolente descaro. La aparición pública de Beatriz Corredor ha empatado en desfachatez con el desempeño de Tezanos y compañía. De lejos, parece que el ejercicio de cinismo llevado a cabo por la responsable del destrozo tiene hasta mérito. De cerca, no hay motivo para el asombro. Estaba cumpliendo con el jefe y lo hacía con fresca felicidad, exactamente igual que todos los demás.

Hace falta tener un cuajo sideral para dar la cara en televisión, dos días después de la crisis, no emitir una disculpa, no mostrar la más mínima empatía con la angustia que ha sufrido toda la población, desplegar un grado de sobradez inédito, rechazar la dimisión como si fuese un disparate y mostrarse completamente desprovista de cualquier tipo de autoridad que pueda generar un asomo de sentimiento social parecido a la seguridad. Toda la intervención fue un escándalo al que únicamente le faltó una subida de su sueldazo. Quizá lo haga en la próxima oportunidad, lo que sea menos la dimisión porque eso implica poner en cuestión a quien la nombró.

Viendo el percal, como apuntaba al principio, predecir lo que el sanchismo intentará es, como dicen en mi pueblo, "tirar a conejo parado". Basta con imaginarse algo que cada vez es más verosímil porque cada vez nos ocurren más cosas de país subdesarrollado. ¿Qué es lo que haría un Gobierno de inclinación autoritaria en una democracia que pretende debilitar? Lo que aquí se hará.

Foto: Fotografía de la Gran Vía sin luz este lunes durante el apagón masivo del sistema eléctrico en Madrid. (EFE/Borja Sanchez-Trillo)

La secuencia apunta en una dirección clara: negación de la realidad objetiva y construcción de realidad paralela que mantenga blindado a todos los miembros de la casta. Estamos en ello desde antes del apagón y nada se sabrá. Olvídense: ni habrá luz, ni habrá taquígrafos.

Dijeron que esto no ocurriría nunca, desatendieron todas las alertas de público conocimiento y silenciaron a los expertos que pedían una inversión urgente en la infraestructura energética. Agredieron verbalmente a quienes avisaron o mostraron sus dudas.

Cuando la crisis saltó, el Gobierno desapareció: es una vergüenza que los españoles tuviésemos que informarnos de lo ocurrido por boca del primer ministro de Portugal.

Foto: La "hora del Planeta" en Ciudad de Guatemala. (EFE/Ulises Rodríguez) Opinión

El presidente habló dos veces tarde y sin dar ninguna explicación. Todavía no la tenemos. Mantener abiertas todas las hipótesis puede ser visto como un ejercicio de prudencia, pero es que ya hemos sido testigos antes de este procedimiento: la mejor manera de que nunca se sepa lo que ocurrió es que todas las opciones siguen resultando posibles.

En esas dos intervenciones, como ha ocurrido siempre, Sánchez pensó en protegerse a sí mismo y no en comportarse responsablemente. Y, como ya es enteramente previsible, puso pronto el tiro de mira para hacer lo único que sabe hacer: sobrevivir a base de dividir.

Calificar a Red Eléctrica como operador privado es una mentira de transbordo para diluir la responsabilidad principal y demonizar a las empresas eléctricas con el objetivo de polarizar.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en la comparecencia de este martes en la Moncloa. (Diego Radamés / Europa Press)

El odio como muro. El odio para que la verdad de los hechos se sustituya por un relato político. El odio para tratar de compactar a la mayoría parlamentaria tonteando con el reclamo de las nacionalizaciones. El odio aunque sea a costa de que pueda volver a ocurrir lo mismo. El odio para que no se ponga en cuestión ninguno de los dogmas de una ideología que se ha quedado desfasada.

Y, como revés del odio, la sacralización del pueblo, del país. España es ese país del mundo en el que se farda por cómo se sale de los problemas que se podían haber evitado utilizando un poco sensatos. Somos maravillosos, somos tan diferentes que resultamos incomparables. Aquí la fiesta lo puede todo: las imágenes de los chavales en Malasaña, los vídeos de las cervezas calientes en la calle, se emplean para tapar el miedo que pasaron los enfermos, los abuelos, los padres.

Lástima que no sirvan para ocultar una incoherencia elemental: la culpa del mal, como en todos los males, sólo es de los malvados empresarios pero la responsabilidad de que la luz se hiciese es exclusiva del gobierno. Además de odiar a los malos hay que amar a los buenos y mostrar nuestro agradecimiento.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comparece tras la reunión del Consejo de Seguridad Nacional. (Europa Press/Diego Radamés) Opinión

Pronto no se será patriota quien no le agradezca a Pedro Sánchez el habernos sacado de la oscuridad reparando la avería calle a calle y casa a casa, después de que los señoros de las eléctricas estuviesen a punto de perpetrar un golpe de estado eléctrico.

Dentro de nada, al paso en que van las cosas, no se podrá ser buen español si uno no da las gracias cada vez que encienda la luz al jefe de Ábalos, al hermano de David Azagara y al esposo de Begoña Gómez.

Odio y amor al líder hasta el delirio de aplaudir el sufrimiento. El triángulo para darle carpetazo a la cuestión se completa creando comisiones independientes dirigidas desde el Ejecutivo y aplicando una utilización espuria del poder legislativo. Trasladar al Parlamento la comparecencia sobre lo ocurrido es una maniobra fea y además gastada de tanto usada.

Todo al miércoles que viene para montar una sopa de letras en el que se mezcle el aumento del gasto militar con el apagón, con suerte hasta puede haber fumata blanca en el Vaticano y así se sincroniza toda la tinta de calamar que impida ver lo fundamental: en cualquier otro país desarrollado, caerían ministros y la posición del presidente se vería seriamente comprometida.

Para que eso pase, para que la posición del presidente de un país pueda estar comprometida hace falta que él sea capaz de sentirse mínimamente comprometido con algo que vaya más allá de su propio espejo. No parece el caso.

Beatriz Corredor preside Red Eléctrica porque es sanchista. Ese es todo su mérito y es también la clave que nos permite anticipar todo lo que viene. Pero, antes de abordar la estrategia de elusión de responsabilidades gubernamentales, creo que merece la pena tocar un par de aspectos.

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