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Crónicas desde el frente viral

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¿Tiene futuro el PSOE?

El GPS ofrece tres rutas distintas hacia el Partido Socialista de la próxima década: ratificación, transición y transformación

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Jesús Hellín)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Jesús Hellín)
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En 1993, prácticamente nadie daba un duro por la opción de que el PSOE siguiese gobernando. Pero, a pesar de todo, lo consiguió. Tras aquellas elecciones se inició una legislatura aciaga para los socialistas y muy crispada para el conjunto del país.

Pero podría decirse que en 2023 ocurrió algo parecido. Estamos en otra legislatura de final de ciclo en el poder. El clima es todavía más hostil porque donde hubo crispación hay polarización. La producción política es más escasa porque el Parlamento está sometido al bloqueo y a la fragmentación. Y el horizonte del Partido Socialista es mucho más oscuro que entonces porque la organización se ha convertido en una autocracia. ¿Tiene futuro el PSOE?

Trataremos de dar respuesta a esa pregunta desde un punto de partida que fijaremos con tres coordenadas: historia, naturaleza y voluntad.

La historia de este 2025 guarda múltiples similitudes con la de 1995. Hace tres décadas, crecía la impresión social de fin de etapa política porque había crisis económica, dependencia de los nacionalistas en el Congreso y un fuerte desgaste gubernamental por los escándalos y las causas judiciales. Hoy confluyen las mismas circunstancias pero exacerbadas: hay sumisión al nacionalismo, hay tantas incertidumbres como malestares y los casos de presunta corrupción cercan al entorno mismo del presidente. Por eso la sensación de descontrol que transmite el último Gobierno de Sánchez es mucho mayor a la del último de Felipe González.

Foto: Pedro Sánchez, presidente de España. (EP/Gustavo Valiente) Opinión
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La naturaleza del PSOE en los noventa era completamente distinta a la de ahora. La talla política y la envergadura moral de González no admite comparación con la de Sánchez, sin embargo, aquel era un partido de corte socialdemócrata, con una organicidad democrática y potencia en el capital humano. Hoy las siglas son las mismas pero el cesarismo lo ha cambiado todo: la orientación es populista, los órganos de control han sido violados y los recursos humanos triturados.

La década de este secretario general ha volado el puente con "el socialismo de toda la vida" porque se ha impedido que las generaciones que vivieron la transición, gobernaron en los ochenta y noventa o formaron parte del proyecto de Zapatero transmitan a las siguientes generaciones el legado del ideario orgánico. Como consecuencia de ese largo proceso de purga y de compra de voluntades, el PSOE se parece hoy más al peronismo argentino que al SPD alemán.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el pleno del Congreso. (EFE/J.J. Guillén) Opinión
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La voluntad: Sánchez quiere continuar en Ferraz después de la probable derrota electoral. Movió el Congreso para gestionar internamente la derrota, colocó a los suyos como candidatos en las distintas federaciones y montó un conglomerado de poder mediático y empresarial que sigue creciendo.

Por lo tanto, el punto de partida que se le asoma al Partido Socialista es inédito: un líder que pretende eternizarse orgánicamente, con numerosas tropas que le juran fidelidad, con la militancia peronizada y con la habitual salida traumática que siempre sufre el PSOE al salir del poder político.

Desde esa localización, el GPS ofrece tres rutas distintas hacia el Partido Socialista de la próxima década: ratificación, transición y transformación.

Foto: Iván Espinosa de los Monteros posa para El Confidencial. (A. M. V.)

La ratificación futura del actual secretario general es viable pero no sencilla. Sería mucho más plausible si Vox formase parte del próximo Gobierno, de esa manera las opciones de polarización y desestabilización serían mayores.

También necesitaría que se diesen distintas condiciones de necesidad: las que puede controlar del todo -el aparato y eventualmente los validos instalados en los territorios-, las que no controla del todo -el respaldo empresarial con Prisa como pieza fundamental- y las que le resultan del todo ajenas -el futuro de las causas judiciales-.

La transición requerirá su tiempo, no será fácil que Sánchez entregue la cuchara. Seguramente, necesitará tiempo y, probablemente, una silenciosa traición de la camarilla. Los socialistas se embarcarían entonces en un proceso bastante habitual: Sánchez elegiría a su sucesor, designaría un hombre de paja.

Foto: Reacción de la prensa internacional. (EC)

Si algo demuestra la historia de los partidos políticos es que los hombres de paja no existen si son hombres. Primero aceptan el dedazo, luego transigen y al final se rebelan. Paradójicamente, la ruptura del cordón umbilical orgánico no suele ser muy creíble para la sociedad y acaba en candidatura fallida en las urnas y, después, toca comenzar de nuevo.

La transformación implicaría el cierre y la superación del sanchismo como etapa histórica del socialismo español. Si damos por descartado un terremoto entre la militancia, la activación de esa ruta sólo sería transitable en una situación de completa excepcionalidad. Por ejemplo, un desplome completo e irreversible del líder. Y, como consecuencia, la súbita aparición de un vacío de poder que active el gen de la supervivencia que contienen las siglas del PSOE.

A priori, lo natural o racional, sería la activación de un movimiento de reflejo en torno al líder que parezca más seguro o más estabilizador. Pero estaríamos hablando de la militancia socialista, así que la opción más iconoclasta y "revolucionaria" podría terminar siendo la más exitosa.

Foto: Alberto Núñez Feijóo interviene en el congreso del PPE. (Europa Press) Opinión
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Conclusiones:

1-. El Partido Socialista de toda la vida no volverá. El periodo de Sánchez como secretario general terminará y después vendrá algo peor, igual o mejor que el sanchismo. Pero nada comparable a lo anterior.

2-. La salida del poder de Sánchez puede terminar provocando el episodio interno más traumático que nunca antes haya vivido el socialismo español.

3-. Las siglas aguantarán porque mantienen adherencia con amplias capas de la sociedad y porque todo lo que hay a la izquierda de ese partido es un erial. Ante el estado del mundo actual, no considero arriesgado señalar que la marca PSOE puede tener más esperanza de vida que la hegemonía de la democracia occidental.

En 1993, prácticamente nadie daba un duro por la opción de que el PSOE siguiese gobernando. Pero, a pesar de todo, lo consiguió. Tras aquellas elecciones se inició una legislatura aciaga para los socialistas y muy crispada para el conjunto del país.

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