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Diagnóstico de encuestas: los tres trombos del sanchismo
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Pablo Pombo

Crónicas desde el frente viral

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Diagnóstico de encuestas: los tres trombos del sanchismo

Cada vez que se abra una urna se comprobará que el sanchismo está en fase terminal

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Juan Barbosa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Juan Barbosa)
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Los sondeos publicados en la última semana coinciden al apuntar una distancia creciente entre populares y socialistas. Y, claro, hay ruido en el mundillo. Los periodistas y buena parte de los políticos suelen establecer relaciones causales entre los titulares de ayer y las encuestas de mañana. Sin embargo, la opinión pública funciona de otra manera. Digiere como un ser rumiante, lento, más todavía sin elecciones en el horizonte.

De aquí a las urnas pueden darse movimientos sísmicos y, probablemente, existan las condiciones para que terminen produciéndose. Por lo tanto, el interés no está tanto en las décimas de las distintas estimaciones actuales, sino en las trayectorias que pueden tomar los corrimientos de tierra cuando la hora de votar esté cercana.

En mi opinión, la clave sociológica es más cualitativa que cuantitativa y puede contenerse en la siguiente pregunta: ¿Tiene margen de recuperación el sanchismo? El sujeto sólo puede ser ese, el sanchismo como bloque con doce o trece siglas dentro, tal y como lo concibe su líder.

Para configurar la respuesta, lo habitual es partir de la distinción entre factores históricos, estructurales y coyunturales. Pero quizá sea un esquema demasiado rígido porque vivimos en el tiempo de la continua aceleración. Los libros de historia parecen escribirse cada vez que leemos el periódico y las cuestiones coyunturales devienen en estructurales en un abrir y cerrar de ojos.

Foto: Pedro Sánchez, José Luis Ábalos y Santos Cerdán (EFE)
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Más o menos, somos conscientes de la época política que vivimos. Y tenemos bastante clara la naturaleza del Gobierno de España, el estado en que se encuentra el PSOE y el tipo de líder que es Pedro Sánchez. Así que vamos a centrar nuestra atención en lo que viene cambiando en este 2025, sobre todo, en el último mes y medio. Esta es mi tesis: ahora es cuando el sanchismo está entrando en fase sociológicamente terminal.

Desde enero, la llegada de Trump la Casa Blanca marcó toda la actualidad global y también nuestra conversación nacional. El debate español estuvo muy influido por los aranceles, la necesidad de aumentar el gasto militar y otras cuestiones de política exterior.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Javier Lizón) Opinión
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Sin embargo, el ciclo español de la información se reseteó por completo a la vuelta de la Semana Santa con el Gobierno sin ninguna capacidad de control. Primer lunes: muerte del Papa. Segundo lunes: apagón. Tercer lunes: caída de trenes. Cuarto lunes: los wasaps entre Sánchez y Ábalos. Quinto lunes: avances sobre el informe de la UCO sobre Cerdán. Sexto: "Si Balas está muerto, mejor".

Nada de lo anterior es enteramente nuevo y todo se espesa sobre sí mismo, como si fuesen coágulos en los vasos sanguíneos. La demoscopia sirve para que podamos distinguir el fuerte crecimiento de tres trombos.

Trombo 1: corrupción.

Ningún español puede decir del tirón, con precisión, cuántos casos afectan ahora mismo al Partido Socialista y tampoco cuántos la semana que viene. Pero la impresión general sí que está clara: afectan al entorno del presidente, parece haber una élite que se está saltando las normas en todos sitios y los comportamientos de los distintos afectados se parecen más a los aplicados por los delincuentes de las películas que al proceder de los inocentes.

Foto: EL PSOE denuncia una lona frente al Congreso con la foto de Sánchez y la palabra "corrupto". (EFE/Fernando Villar) Opinión
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Por consiguiente, más que pensar en términos de "casos de corrupción", parece aconsejable emplear la categoría "crisis de corrupción". El tipo de crisis que sufrió el PSOE en los noventa o el PP durante la década anterior y acabó con esas dos formaciones en la oposición. La historia electoral demuestra que no es cierto que la corrupción salga gratis en las urnas, siempre hay castigo y siempre lleva su tiempo porque se produce por decantación.

Trombo 2: dogmatismo.

A todo Gobierno le acaba llegando la hora de convertirse en heredero de sí mismo y Sánchez ya no le puede echar la culpa de sus resultados al pasado. El discurso triunfalista del Ejecutivo "más progresista de Europa" no casa con la realidad vivida por los ciudadanos: la combinación de precios altos y presión fiscal están dañando al poder adquisitivo de las familias, tener trabajo en España no te protege de la precariedad y tampoco te libra de la pobreza. El empobrecimiento social es indiscutible, más evidente que cualquier dogma.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Europa Press/Gustavo Valiente) Opinión
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La priorización de la agenda ideológica sobre la atención de resultados se filtra por toda la administración, también a la vivienda y a la gestión migratoria, dos de los principales problemas para los españoles. Y se complementa con todas las exigencias de los socios de investidura. Como consecuencia, el miedo a la extrema derecha se diluye y la desmovilización de la base electoral se hace más plausible. Es lo que termina pasándole a los gobiernos que sólo gestionan cuidando lo suyo.

Trombo 3: incertidumbre.

El deterioro de la democracia y la crisis institucional suele parecerle abstracto a los votantes hasta que los problemas desembocan en la prestación de los servicios públicos. La impresión de que nuestro país tiene cada vez más problemas impropios de los países desarrollados no es un invento de los fascistas, cuesta encontrar algo en España que funcione hoy mejor que hace una década.

Foto: Reunión del Consejo de Seguridad Nacional que ha presidido el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión

Algunas de las cosas de las que más orgullosos estábamos antes los españoles -como la sanidad o las infraestructuras- son hoy un motivo de inquietud y esa es una señal indubitable del descuido gubernamental. ¿Qué puede venirse abajo mañana? Nadie lo sabe, los ministros tampoco. Los Gobiernos que pierden la capacidad de emitir certezas básicas a la sociedad son percibidos como factores objetivos de riesgo y eso les hace perder credibilidad y deseabilidad.

Sánchez ha perdido el control de la situación y también el control de sí mismo. Es un factor de inestabilidad. Nada puede garantizar y nadie sabe qué puede hacer mañana, él mismo no sabe lo que ocurrirá ni cómo reaccionará.

Foto: Una seguidora de Anthony Albanese. (Reuters/Hollie Adams)

Los trombos de la crisis de corrupción, el descuido al cuerpo electoral y el destrozo en los servicios públicos están generando una situación irreversible. También se puede contar de otra manera. En términos electorales y de marketing político la avería es triple:

El líder y la marca son tóxicos por los lamparones de corrupción.

El producto se ha demostrado lesivo para los clientes después de siete años en el mercado.

Foto: David Sánchez, en su llegada a los juzgados. (EP/Andrés Rodríguez) Opinión

Y la promesa carece de fiabilidad, cualquier cosa puede fallar porque todo funciona peor.

Se cuente como se cuente, el diagnóstico acaba siendo el mismo.

Los sondeos publicados en la última semana coinciden al apuntar una distancia creciente entre populares y socialistas. Y, claro, hay ruido en el mundillo. Los periodistas y buena parte de los políticos suelen establecer relaciones causales entre los titulares de ayer y las encuestas de mañana. Sin embargo, la opinión pública funciona de otra manera. Digiere como un ser rumiante, lento, más todavía sin elecciones en el horizonte.

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