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Crónicas desde el frente viral
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El giro autoritario de Sánchez: del peronismo al madurismo
Le creo capaz de cualquier fraude. Y creo que apretará el paso para someter a los medios de comunicación, a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y al Poder Judicial
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Los acontecimientos de las últimas semanas han volado por los aires a la maquinaria del sanchismo que tantas similitudes guardaba con el peronismo. Entramos en otra etapa, ahora más cruda y más cruel. La última comparecencia guarda dos indicios que permiten anticipar su giro hacia una forma de autoritarismo menos disimulada y mucho más cercana al madurismo.
Hasta el otro día, venía aplicando la plantilla de Cristina Fernández Kirchner. Como la condenada, exactamente igual que la condenada, venía mostrándose como una víctima de la más terrible de las conspiraciones. Poderes tan oscuros como los periodistas, las fuerzas policiales, los fiscales y los jueces se habían conjurado para dañar al pueblo hiriendo a su líder. Sin embargo, todo se le desplomó. La pornografía actuó como una bola de demolición.
Primero, porque la conspiración anidaba presuntamente en las cloacas de la casa. Segundo, porque los presuntos corruptos estaban en el cuarto de al lado. Y tercero porque de tanto emitir bulos reventó la fábrica de la desinformación y la cámara de eco. Al presidente le queda la televisión pública, pero ha perdido credibilidad y colaboradores, discurso y altavoces en los medios, confianza dentro de su partido y respeto entre su propio electorado. Cada vez genera más asco y provoca más mofas.
Está cada vez más solo porque sus colaboradores de toda la vida estaban pringados, porque los que le quedan no se atreven a decirle la verdad y porque no está dispuesto a escuchar ni a su propio partido. No necesitaba irse a Quintos de Mora para aislarse. Ya lo está.
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Ha perdido mucha capacidad de control. Mantiene el Tribunal Constitucional -que no es poca cosa-, el Grupo Parlamentario, el Comité Federal de su partido y la militancia tiene tanto miedo como depresión.
El apoyo parlamentario aguanta en modo pasivo, los socios no quieren elecciones, pero están dispuestos a disparar la demanda y Podemos está marcando distancia. Quizá esté por escucharse lo que nos cuenta Cerdán en diferido sobre Otegi y Puigdemont. Y está por ver, ahora que hablamos sobre el Congreso, lo que ocurre con Armengol.
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En el Gobierno, controla a Sumar porque es un peso muerto, pero da la impresión de que hay unos cuantos ministros que cualquier día podrían causarle un sofocón. Cada mañana, Pedro Sánchez sostiene el móvil para ver la prensa como quien agarra la pistola para jugar a la ruleta rusa.
En lo que fue su primer círculo, dentro del primer anillo del sanchismo, comienzan a apreciarse señales de enfrentamiento entre unos y otros. En unos casos porque las estrategias de defensa individual colisionan con el interés de Moncloa. Y en otros porque no todo el mundo tiene ganas de encerrarse en la pirámide. Hay movimientos. Hay traidores. El misterio está en si podrá detectarlos.
En los medios, la desbandada es de época. Todo el mundo que está en el mundillo da por hecho que la agenda de los casos de presunta corrupción que afectan al entorno inmediato del presidente del Gobierno pueden dejar en mal lugar a cualquiera que defienda a Pedro Sánchez. Quienes antes tragaban con todo se han vuelto escrupulosos de golpe.
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En lo internacional, vamos a verlo pronto. La Unión Europea parece tener claro que la ley de amnistía es contraria el derecho europeo. Y para la cumbre de la OTAN viene el aumento del gasto en defensa. En los dos espacios más importantes de occidente, Pedro Sánchez va a ser tratado de forma muy distinta a como se trata al presidente de un país del primer mundo.
A pesar de todo, ninguna pérdida de control es tan grave, tan acuciada y tan difícil de recuperar como la pérdida de voz que le aqueja. En mi opinión, ha perdido la iniciativa y está perdiendo el control. Ha perdido la autoridad moral y se ha quedado sin discurso. Su determinación no responde al deseo de gobernar sino a la pulsión de mantener el poder, es decir, al autoritarismo.
Su última intervención es un compendio sonrojante de debilidades discursivas. La más grave, claro, está en su autoconsideración: Pedro Sánchez no se ve atenido por el principio de responsabilidad política, se contempla por encima de las reglas escritas y no escritas, demasiado ha hecho ya con rebajarse a una auditoría confeccionada a medida.
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Sin embargo, la señal más notoria de debilidad en su relato está en la asunción explícita de que no tiene tras de sí a la mayoría de la sociedad. Cuando dice que no se puede dar el poder a la eventual suma de PP y Vox está admitiendo que hoy perdería las elecciones generales y que, además, no se ve con fuerzas para ganarlas en otro momento. Así de flojito se ve, así de perdedor. Y por eso plantea al PP la trampa de la moción de censura, para ocultar que su partido ha perdido el respaldo de la ciudadanía.
Su admisión de la derrota electoral irremediable quiebra la lógica del populismo peronista que venía manteniendo porque, además de estar perdiendo espacios de control, refleja que ha perdido el respaldo del pueblo. La imposibilidad de articular un plebiscito creíble que permita expiar los pecados y reiniciarlo todo para que todo siga igual está cerrada. Y eso nos aproxima a territorios todavía más peligrosos que los sufridos en Argentina.
No es bueno que un presidente se considere a sí mismo por encima de la responsabilidad política y menos aún que no convoque elecciones, estando todo como está, porque reconoce que las perdería. Son dos indicios muy preocupantes.
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Me temo que Sánchez prepara una vuelta de tuerca autoritaria que consiste en pasar del peronismo al madurismo. Creo que ya está dispuesto a descararse del todo y a cometer cualquier tipo de fraude, que no asumirá ninguna responsabilidad sobre lo que se ha conocido ni sobre lo que se conocerá y que apretará el paso, sea cual sea el precio y se dé la contestación que se dé, para someter al mismo tiempo a los medios de comunicación, a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado y al Poder Judicial.
La propaganda peronista ya no funciona y, en el fondo, le da igual. Aplicar la brutalidad es una simple cuestión de voluntad y lo primero es el negocio. Le creo capaz de todo para impedir la alternancia democrática en el poder. Es más, sostengo que cuanto más débil se vea, más capaz será no ya de quebrar los límites sino de reconocerlos.
Los acontecimientos de las últimas semanas han volado por los aires a la maquinaria del sanchismo que tantas similitudes guardaba con el peronismo. Entramos en otra etapa, ahora más cruda y más cruel. La última comparecencia guarda dos indicios que permiten anticipar su giro hacia una forma de autoritarismo menos disimulada y mucho más cercana al madurismo.