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Cómo prepararse para un país medio lleno (o medio vacío) después del coronavirus
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Marta García Aller

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Cómo prepararse para un país medio lleno (o medio vacío) después del coronavirus

Más que a una nueva normalidad, parece que vayamos a una normalidad a medias, porque a la vuelta todo irá a medio gas durante un tiempo. En el mejor de los casos

Foto: Aspecto de una calle del barrio gótico de Barcelona, este lunes, vigesimotercer día de confinamiento. (EFE)
Aspecto de una calle del barrio gótico de Barcelona, este lunes, vigesimotercer día de confinamiento. (EFE)

Me contaban estos días varios consultores, cuyas compañías asesoran grandes empresas y multinacionales, que sus clientes están tratando de prepararse para un mundo que desconocen por completo. Todavía ni siquiera se aventuran a descifrar cómo será el mundo pos Covid-19. Se conforman con prepararse para el mundo posconfinamiento, en el que previsiblemente habrá que convivir durante meses con el coronavirus. Como hipótesis de trabajo, plantean un mundo medio normal en el que iremos a bares, pero menos, e iremos de compras, pero menos. Y más que a una nueva normalidad, parece que vayamos a una normalidad a medias, porque a la vuelta todo irá a medio gas durante un tiempo. En el mejor de los casos.

La gran duda que tratan de dilucidar ahora las empresas para ese mundo posconfinamiento es más antropológica que econométrica. Siguen creando tablas de Excel y curvas de consumo que comparten en sus pantallas durante las videoconferencias en las que, por cierto, todo el mundo es puntual ahora que los atascos ya no sirven de excusa. Pero reconocen que la gran incógnita de fondo de la que dependen todas las proyecciones no aparece en ninguna fórmula matemática: ¿cuánto va a cambiar la vida de la gente cuando volvamos a salir de casa? ¿Será seguro ir en avión? ¿E ir al cine? ¿Y a un centro comercial?

Foto: La azafata brasileña Nicole Alonso. (Fernanzo Bizerra Jr./EFE)

Nunca hemos vivido este nivel de incertidumbre empresarial (ni vital). Ya no solo es que no sepamos cuándo podremos volver a salir a la calle, porque, dentro de lo malo, para eso sí se pueden preparar diferentes escenarios (Boston Consulting Group calcula el fin del confinamiento para España entre el 1 de junio y el 3 de julio). La fecha no la sabremos seguro, pero sabemos que llegará. El verdadero problema es lo que no sabemos. Y no se puede hacer un modelo de análisis en el que todas las variables son una incógnita: la regulación, los horarios, la cadena de suministro, la oferta y la demanda. Todo está en el aire.

Los bares, los cines y los hoteles no saben cuánta gente van a poder albergar dentro ni a qué precio será viable su servicio. Algunos preparan escenarios de esta España a medio gas en los que empezar abriendo solo las terrazas y medio aforo para garantizar la seguridad en la primera ola de aperturas. Las empresas miran a Italia de reojo, que ya está preparándose para esa primera fase de apertura, en la que los espacios públicos estarán milimétricamente pautados. El primer mandamiento, evitar aglomeraciones. El segundo, la higiene: desinfectarlo todo, todo el rato. También hay comercios de todos los sectores barajando habilitar franjas de horarios seguros para los sénior (como ahora están haciendo algunos supermercados), aunque ni siquiera es seguro cuándo podrán salir de casa después de que se levante el confinamiento, por ser el grupo de mayor riesgo.

Foto: Efectivos del Ejército de Tierra realizan labores de desinfección en el aeropuerto de Asturias. (EFE) Opinión
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Entre las hipótesis para que se vayan preparando las empresas a las reaperturas en progresiva vuelta a la normalidad, eso que el Gobierno llama desescalada, está también la preocupación por cómo afectarán al negocio las medidas de seguridad e higiene que habrá que incorporar en la rutina. Desde tomar la temperatura a todos los que entran a un establecimiento a gestionar sistemas de espacio de más de un metro para pagar o ir al baño.

Las cadenas de restauración, por ejemplo, están buscando la forma de que tanto empleados como clientes mantengan siempre la distancia de seguridad. Eso, en muchos casos, requerirá reacondicionar los locales enteros. Por lo que poco a poco los sectores que trabajan de cara al público se van haciendo a la idea de que la apertura no será inmediatamente posterior a que lo permita el Gobierno, ya que tendrán que emplear un tiempo en adaptarse con unas reformas operativas cuya provisionalidad desconocen. La reacción de la clientela también es una incógnita: ¿las estrictas medidas de seguridad agobiarán o atraerán más a la gente? La variable emocional es otra de esas que cuesta incluir en los pronósticos. No hay encuesta que pueda anticipar cómo se va a sentir la ciudadanía el mes que viene. Ni pasado mañana.

Foto: Maria José Sierra, en primer término. (Foto: Efe)

Son muchos los sectores que manejan unas cotas de incertidumbre desconocidas en anteriores crisis. Las aerolíneas no saben ni cuándo se reabrirán las fronteras internacionales para operar con normalidad, ni siquiera quién tendrá permitido volar (¿exigirán algunos países certificados de inmunidad?) ni cuántos pasajeros cabrán abordo de forma segura (manejan, igual que en los cines, la posibilidad de dejar un asiento de separación como distancia social forzosa); otro sector, el de las tiendas de ropa, no sabe si este verano venderá más biquinis o pijamas, dependiendo de cuántos países sigan confinados.

La mayoría de empresas textiles están cancelando todos los contratos con proveedores, no solo porque no saben qué ropa venderán en otoño, tampoco en qué países la fabricarán ahora que el Covid-19 se va extendiendo por todo el mundo. Y el sector de alimentación, que teóricamente sigue operando con normalidad pese al estado de alarma por ser considerado esencial, vive también mucha incertidumbre: al campo le falta la mitad de mano de obra para recoger los cultivos.

Foto: Playa vacía en Benidorm. (Efe)

El caso del turismo es uno de los más dramáticos. Como España es un país en el que dos tercios del PIB dependen de los servicios, imaginarse a medias todos los establecimientos puede parecer preocupante. Pues ese es el escenario más optimista. El de los hoteles medio llenos. El pesimista no es el que los ve medio vacíos, sino vacíos del todo. Ya no solo depende de lo que pase en España. Todavía no saben calcular las empresas del sector cuántos de los 80 millones de turistas que solían visitarnos cada año van a seguir confinados en sus propios países ni durante cuánto tiempo. Ni si, de poder viajar, elegirían España (uno de los países que, junto a Italia, más afectado está en estos momentos por la pandemia).

El turismo español echa de menos ahora cuando su mayor preocupación eran el Brexit y la quiebra de Thomas Cook. También a aquello lo llamábamos incertidumbre. Pero ahora ponerse en el peor de los escenarios posibles no es comparar este verano con lo peor de la crisis económica de hace 10 años. El escenario más temido es el que compara este verano con lo que sufrieron países como Egipto y Túnez tras la primavera árabe, cuando se desplomó un 98% su negocio. Y eso de medio normal no tiene nada. La opción de tener los hoteles medio llenos ya no suena tan mal.

Cada vez que el Gobierno lanza un globo sonda de plazos o medidas para la desescalada, los consultores estratégicos vuelven a rehacer los Power Points. Los directivos andan ávidos de rumores a los que poder asir sus estrategias, pero la consigna más generalizada es solo hacer caso de lo que salga del Ministerio de Sanidad, que es del que depende todo lo demás. Así que, a la hora de la verdad, todas esas reuniones y videollamadas con recomendaciones para las nuevas estrategias del mundo posconfinamiento se basan en generalidades, hipótesis y buenas intenciones: la higiene, la seguridad y la generación de confianza son los nuevos consejos obligatorios para el mundo pos Covid. No aclaran mucho sobre cómo funcionará el país, pero ayudan a imaginarse un futuro que nos parezca medio normal.

Me contaban estos días varios consultores, cuyas compañías asesoran grandes empresas y multinacionales, que sus clientes están tratando de prepararse para un mundo que desconocen por completo. Todavía ni siquiera se aventuran a descifrar cómo será el mundo pos Covid-19. Se conforman con prepararse para el mundo posconfinamiento, en el que previsiblemente habrá que convivir durante meses con el coronavirus. Como hipótesis de trabajo, plantean un mundo medio normal en el que iremos a bares, pero menos, e iremos de compras, pero menos. Y más que a una nueva normalidad, parece que vayamos a una normalidad a medias, porque a la vuelta todo irá a medio gas durante un tiempo. En el mejor de los casos.

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