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Los peligros de volver hoy a trabajar, en la teoría y en la práctica
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Marta García Aller

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Los peligros de volver hoy a trabajar, en la teoría y en la práctica

Algunos miembros del comité de expertos ven demasiado alto el peligro de reactivar la actividad económica. Otros consideran más urgente paliar el hundimiento de la economía

Foto: La construcción es uno de los sectores que volverán al trabajo este lunes. (Reuters)
La construcción es uno de los sectores que volverán al trabajo este lunes. (Reuters)

Los peligros de volver hoy a trabajar no los tienen claros ni el Gobierno, ni las empresas ni mucho menos los trabajadores. Ni siquiera hay unanimidad entre los expertos del Gobierno con respecto a si es o no buena idea reanudar la actividad económica tal y como estaba antes de que se decretara eso que el Ejecutivo llamó "hibernación". Esperemos que los peligros de volver compensen los de no hacerlo, que también los hay. Algunos miembros del comité de expertos ven demasiado alto el peligro de reactivar la actividad económica, porque puede aumentar los contagios. Otros consideran más urgente paliar el hundimiento de la economía y ven posible hacerlo sin añadir mucho riesgo si se extreman las medidas de seguridad. Al menos, en la teoría.

En teoría, la gente con sintomatología no tiene que ir a trabajar. En la práctica, no todas las empresas son comprensivas con ello ni todos los empleados lo suficientemente responsables, sobre todo si temen perder el trabajo por quedarse en casa. En teoría, se iban a hacer test cuanto antes para aislar a los enfermos de Covid-19. En la práctica, algunas empresas están comprando los test a su aire porque la Administración no tiene suficientes ni para los trabajadores esenciales. En teoría, hoy se van a repartir mascarillas en el transporte. En la práctica, no hay suficientes para todos.

Hay, además, otros peligros que van a impedir a mucha gente reanudar la actividad económica que nada tienen que ver con tomarse hoy la temperatura a ver si uno tiene fiebre. Porque para saber uno si tiene que volver hoy a trabajar, lo primero que tiene que hacer es saber si conserva un trabajo al que volver. Rafa, por ejemplo, no tiene esa suerte. Tras 14 días de baja por haber tenido claros síntomas de Covid-19, hoy le van a dar el alta. Se encuentra bien y hace días que ya no tiene fiebre, pero no volverá al ‘call center’ en el que trabajaba desde hace ocho años porque mientras estaba de baja su empresa le apuntó al ERTE por causa de fuerza mayor cuando se decretó el estado de alarma. Me ha dicho Rafa que duda de que su empresa tenga motivos para pedir el ERTE, porque la actividad no ha bajado tanto desde que empezó el coronavirus, y cree que están aprovechándose.

"En la práctica, no todas las empresas son comprensivas con ello ni todos los empleados lo suficientemente responsables"

Hasta que el 29 de marzo se cancelaron todas las actividades económicas no esenciales, salvo las que podían hacerse a distancia, la empresa de Rafa no habilitó por fin el sistema de teletrabajo y les hacían ir a la oficina. El Gobierno ya había dicho por entonces que quien pudiera teletrabajar debía hacerlo, y que todos debían mantener una distancia de seguridad, pero la obligatoriedad no quedó del todo clara. Así que en los primeros días del estado de alarma todos estaban trabajando en su puesto delante del ordenador sin mayores precauciones. Rafa no sabe si fue ahí donde se contagió o si fue él quien pudo contagiar a otros, pero ya no le da vueltas a eso. Me ha dicho que no volver a trabajar estas semanas que dure el ERTE no le preocupa demasiado. Su padre murió hace tres semanas por coronavirus y lo único que le preocupa desde entonces es que estén bien su madre y sus hermanas, a las que no ve desde hace un mes, antes de que ingresaran a su padre.

Ha sido tan difícil para Rafa llevar el luto a distancia que no piensa en lo que vendrá después. Tanta tristeza le ha reorganizado las prioridades. Desde hace unos días, Rafa prefiere no leer las noticias, porque se pone de mal humor al ver que todavía no hay suficientes test para hacer las pruebas a la gente que tiene que ir hoy a trabajar ni a los familiares de quienes, como él, han perdido a alguien. Si supiera seguro que ya lo ha pasado y que está inmunizado, me dijo, al menos podría ir a darle un abrazo a su madre y echarle una mano en lo que sea sin ponerla en peligro, algo que no ha podido hacer todavía desde que enviudó.

En teoría, Alberto, que es administrativo, también tendría que incorporarse hoy al trabajo. En la práctica, tampoco irá porque en su empresa le han obligado a cogerse todas las vacaciones y días libres que tenía para este año. Se da con un canto en los dientes, dice, porque de momento su empresa no ha hecho ningún ERTE. Tampoco en su oficina pusieron medidas especiales de seguridad en las primeras semanas del estado de alarma. Según sus jefes, no estaba claro que fuera obligatorio y cada uno era muy libre de llevar lo que quisiera. Alberto se ha comprado por internet unos guantes, mascarillas y unas gafas para cuando el miércoles tenga que volver a la oficina, porque aunque la empresa ya ha puesto geles hidroalcohólicos, prefiere extremar las precauciones. Vive con su suegra, que tiene una salud delicada, además de con su mujer y su bebé de ocho meses. Tiene un compañero de trabajo que se lleva su propia botella de agua con lejía para limpiar el teclado. Y otro que fue a trabajar con síntomas porque en el centro de salud le dijeron que no tenía Covid y no le dieron la baja. Su médico consideró que tener un poco de febrícula, diarrea y escozor de garganta no era suficiente señal porque no tenía mucha tos. A lo mejor el médico tenía razón y no era coronavirus, a lo mejor sí lo era. No lo pueden saber seguro porque nadie le hizo un test. A lo mejor en teoría no debería, pero en la práctica este sí que irá a trabajar.

También he hablado con María, que es autónoma, y me ha dicho que tampoco trabajará hoy. Aunque es fisioterapeuta y el decreto de alarma en teoría le permitiría tratar a sus pacientes, en la práctica no le parece sensato hacerlo porque no puede dar los masajes manteniendo la distancia de seguridad. No quiere poner en riesgo a sus pacientes, sobre todo a los mayores. En la residencia de ancianos en la que trabaja una vez por semana, le dijeron que están deseando que se reincorpore, pero como tuvo síntomas de coronavirus, está pensando en costearse ella misma un test de inmunidad para saber si lo ha pasado ya y poder avisar a sus pacientes de que tiene un certificado que acredita que no sería ningún riesgo tratarlos. Como su actividad no está en la lista de las que tienen que cerrar obligatoriamente, de momento, en la práctica, no ha recibido ninguna ayuda ni exención de impuestos.

"Por más que el Gobierno diga que a partir de este lunes se vuelve a la situación inicial, mucha gente no va a reiniciar la actividad como hacía antes"

También he hablado con Francisco, que tiene una pequeña empresa de reformas. Él sí que va a volver hoy a trabajar al piso del centro de Madrid en el que estaba haciendo la obra, para avanzar en pequeñas tareas de fontanería que puede hacer él solo en el piso vacío. Desde hoy, se puede reanudar la actividad no esencial, y la construcción es una de ellas. Sin embargo, no irá ninguno de sus cinco empleados. El 18 de marzo solicitó un ERTE para la cuadrilla que tiene a su cargo. Como la obra en la que estaban trabajando desde febrero es en un piso de 60 metros, fueron sus empleados quienes le dijeron que preferían cobrar el paro estas semanas porque les daba miedo contagiarse tanto en la obra como en el metro que tenían que coger para ir a trabajar. Francisco reconoce que aunque en teoría pueden trabajar, en la práctica no podía garantizar su seguridad.

Me explicaba Francisco que cuando tienen que mover una placa de pladur entre varios, es imposible mantener una distancia de seguridad en pasillos tan estrechos, igual que para bajar los escombros. Para los primeros días, él había comprado garrafas de hidrogel y todos los obreros usaban las mascarillas de los pintores (guantes de látex no, me dijo, porque en la obra duran 10 segundos), pero aun así vio que ellos cada vez lo pasaban peor trabajando. Paró la obra 10 días antes de que fuera obligatorio, y, según sus palabras, lo hizo por responsabilidad. Aunque le costara dinero, era la forma de proteger a sus empleados. Inicialmente, la Administración no le ha concedido el ERTE porque la construcción no era, en teoría, una actividad forzada al cierre, por muy difícil que sea garantizar la seguridad en ella. Pero Francisco presentó un escrito con las declaraciones de sus empleados diciendo que era algo consensuado y que tenían temor a contagios.

Francisco me ha dicho que ahora está en el limbo y no sabe qué hacer. Él va a acercarse al piso hoy a avanzar lo que pueda, porque es autónomo y sigue teniendo que pagar sus facturas y las de los materiales pendientes, además de las cotizaciones sociales de los cinco. La mejor solución es que le concedan el ERTE de este mes para que las cinco personas que tiene en nómina puedan cobrar algo cuanto antes. Si no se lo conceden, Francisco tendría que pagarles el sueldo de las dos semanas que ha durado la hibernación y ellos en teoría recuperarían las horas más adelante, pero mientras esté pendiente del trámite, toca esperar. Después de tres semanas a la espera del ERTE, varios miembros de la cuadrilla le llamaron este fin de semana para pedirle volver a trabajar el lunes, porque les urge tener algún ingreso. En teoría, para abril ya se habría solucionado el papeleo, pero eso era solo la teoría. Francisco les ha explicado que una vez pedido el ERTE ya no pueden volver hasta que se aclare qué pasa con la solicitud, que tiene recurrida.

Así que, por más que el Gobierno diga que a partir de este lunes se vuelve, en teoría, a la situación de hace dos semanas, mucha gente no va a reiniciar la actividad como hacía desde el inicio del estado de alarma. En la práctica, ha cambiado mucho desde entonces.

Los peligros de volver hoy a trabajar no los tienen claros ni el Gobierno, ni las empresas ni mucho menos los trabajadores. Ni siquiera hay unanimidad entre los expertos del Gobierno con respecto a si es o no buena idea reanudar la actividad económica tal y como estaba antes de que se decretara eso que el Ejecutivo llamó "hibernación". Esperemos que los peligros de volver compensen los de no hacerlo, que también los hay. Algunos miembros del comité de expertos ven demasiado alto el peligro de reactivar la actividad económica, porque puede aumentar los contagios. Otros consideran más urgente paliar el hundimiento de la economía y ven posible hacerlo sin añadir mucho riesgo si se extreman las medidas de seguridad. Al menos, en la teoría.

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