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Ni a los adultos como niños ni a los niños como adultos
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Marta García Aller

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Ni a los adultos como niños ni a los niños como adultos

Parece que quienes más urgentemente necesitan salir a dar un paseo, más incluso que los niños, son algunos miembros del Gobierno

Foto: Un niño pasea el perro junto a un parque cerca de su casa en Bilbao. (EFE)
Un niño pasea el perro junto a un parque cerca de su casa en Bilbao. (EFE)

Ayer a las ocho, no salió al balcón el niño de mi bloque que, después de los aplausos de rigor, siempre canta ‘Resistiré’ a grito pelado. Salió una hora antes, cacerola en ristre, para implorarle al Gobierno que le dejara salir a dar un paseo. "¡No quiero ir al supermercado!", gritaba con rabia y desolación. A días extraños, consignas extrañas. Seguramente el crío se acostó antes de saber que el ministro Illa acabó dándole la razón un par de horas más tarde.

Parece que quienes más urgentemente necesitan salir a dar un paseo, más incluso que los niños, son algunos miembros del Gobierno. A lo mejor les vendría bien que les dé el aire urgentemente, para dejar que fluyan las ideas y ahorrarse tanto lío con las rectificaciones. Demasiados días en un gabinete de crisis sin descanso pueden nublar la mente. Solo así se explicaría que ninguno cayera en la cuenta de que era una mala idea decretar que los niños salieran a la calle pero solo para ir a supermercados, bancos y farmacias. Debe de hacer mucho tiempo que no ven uno.

El Gobierno rectifica y permitirá a los menores de 14 años dar paseos acompañados de un adulto

El fin de semana, el presidente del Gobierno había levantado las expectativas de las familias españolas con su promesa de que esta semana se ultimaría el modo para dejar salir a los pequeños “al aire libre” para “oxigenarse”, como ya hacen en el resto de Europa durante el confinamiento. Y el niño de mi bloque estaba indignado con Sánchez porque el sábado se lo había creído. Después de la comparecencia, había salido al balcón a celebrarlo. De ahí su desilusión cuatro días más tarde.

Se ve que de lo del supermercado el niño se había informado por las fuentes oficiales, porque eso era lo que contaba el texto original remitido al Congreso: que los menores solo podrían salir a acompañar a los adultos en los supuestos ya recogidos en el estado de alarma. Como si los niños tuvieran las mismas necesidades y obligaciones que los adultos. Y, lo que es peor, como si durante una pandemia los niños dejaran de ser niños. Porque una cosa es que por seguridad no se pueda salir de casa por el virus (y estas seis semanas eso casi todo el mundo lo ha entendido) y otra que una vez que se permite salir a los niños se les exija que se comporten como si no lo fueran. Y tal vez no conocemos bien al virus, pero conocemos a los niños.

Foto: Una niña practica ballet en su casa durante el confinamiento, el pasado 17 de abril, en Córdoba. (EFE)

En medio de una pandemia por un virus respiratorio, a no ser que lo que se busque sea incrementar los contagios, para “oxigenarse” a salvo del coronavirus no parece la mejor de las opciones llenar los espacios cerrados más concurridos del barrio de criaturas no siempre controlables dispuestas a lloriquear y rebozarse por el suelo. Porque los niños a veces lloriquean y se rebozan por el suelo.

Por si acaso me estuviera precipitando, pasé toda la tarde buscando a alguien a quien le hubiera parecido buena idea eso que la ministra portavoz, María Jesús Montero, había anunciado apelando al sentido común en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. Pregunté a amigos de derechas y a amigos de izquierdas, a los que viven en Malasaña y en Vallecas, en Asturias, en Donosti y en León. Nada. Ni siquiera los que trabajan en el Gobierno supieron explicármelo. Solo a los que tienen jardín la polémica les daba más igual. Pero tampoco entendían la postura original del Gobierno.

Foto: Un hombre patina con un niño en una calle de Valencia. (EFE)

¿Llevarías a tus hijos al supermercado durante la pandemia? La pregunta siempre era la misma. La respuesta, también. No. Un pediatra que ha tratado a varios niños enfermos de covid-19 me dijo que él tampoco lo haría, que para eso prefería que se quedaran en casa. No llevaría a sus niños a ningún sitio cerrado ni por el riesgo que ellos corren ni por la intranquilidad que podría generar a los demás que se pusieran a tocar las cosas. Porque los niños a veces tocan las cosas. Le pregunté también a mi farmacéutica. Ni loca, me dijo. No llevaría a su hijo de año y medio ni siquiera a su propia farmacia. Tampoco al supermercado. Se quedó pensando que a la panadería tal vez, pero no lo tenía claro.

La Asociación Española de Pediatría estaba en total desacuerdo, igual que Save the Children y Unicef. Tampoco la oposición aprobaba la idea. Luego descubrimos que ni siquiera el Gobierno estaba de acuerdo con su propia postura, que solo duró cinco horas. Aparte de la descoordinación interna, el decreto del Consejo de Ministros lo que deja claro es que este Gobierno no se fía de sus ciudadanos, por mucho que en las ruedas de prensa alabe su comportamiento ejemplar. No ve a los adultos capaces de ocuparse responsablemente de los hijos, pero sí ve a los niños capaces de comportarse responsablemente como adultos en los espacios cerrados. Y la mejor prueba de que los padres son más responsables de lo que el Gobierno se cree es que la reacción más generalizada cuando anunció que podrían llevar a los pequeños al supermercado fue considerarlo una medida irresponsable.

Foto: Los psicólogos advierten: los menores de 6 años necesitan salir a la calle. (EFE) Opinión

A las nueve de la noche, salió el ministro de Sanidad a rectificar a la portavoz del Gobierno. ¿Tenía el Gobierno a las nueve de la noche información distinta a la que tenía a las 11 de la mañana? ¿Tenía el martes diferente información a la que tenía el sábado Sánchez? Illa quiso convencernos de que esto no ha sido una rectificación, sino el resultado de una escucha. Nos trata como niños. Pero con tanto cambio de opinión, ahora son ellos los que menos se van a fiar de los adultos. Y con razón.

Ayer a las ocho, no salió al balcón el niño de mi bloque que, después de los aplausos de rigor, siempre canta ‘Resistiré’ a grito pelado. Salió una hora antes, cacerola en ristre, para implorarle al Gobierno que le dejara salir a dar un paseo. "¡No quiero ir al supermercado!", gritaba con rabia y desolación. A días extraños, consignas extrañas. Seguramente el crío se acostó antes de saber que el ministro Illa acabó dándole la razón un par de horas más tarde.

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