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Marta García Aller

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Los paseos y el BOE

Es en los paseos, no en el BOE, donde irá cobrando forma el mundo real. Más que de paseo, estamos de expedición

Foto: Una madre pasea con su hija por Madrid. (EFE)
Una madre pasea con su hija por Madrid. (EFE)

Mes y medio después de la declaración del estado de alarma, miles de personas y millones de 'runners' salieron a las calles por primera vez este fin de semana a tomar el aire tras las duras semanas de confinamiento. Ahora que el Gobierno los ha legalizado, los paseos se han convertido en un acontecimiento social que ni en 'La Regenta'.

Hubo gente que salió a pasear este fin de semana después de 50 días encerrada en casa. Y muchos salimos a pasear por primera vez en más de 30 años. No exagero. Ese debe de ser el tiempo que hará que no salía a pasear sin rumbo fijo en mi propia ciudad, solo por tomar el aire y no como excusa para hacer o tomar algo por el camino. Pasear sin niños, ni destino ni vermú, solo pasear. Para quienes andar sin más nunca nos había apetecido y consideramos caminar un mero trámite con el que llegar a algún destino, esto de los paseos está siendo otra de esas novedosas costumbres, junto a la de cocinar bizcochos y aplaudir por la ventana, que nos ha traído el confinamiento. No hay como prohibir algo para que a todo el mundo le apetezca hacerlo. Y nada como hacerlo obligatorio para que deje de apetecer.

Desde entonces, no había habido más vida social autorizada que la de ir al súper y la farmacia

El sábado no salí, por llevarle la contraria al BOE. Pero el domingo, no pude resistirme. Y descubrí que este Madrid a ratos recuerda a Pompeya. No era un paseo sin más, había algo de expedición arqueológica en revisitar por primera vez los lugares que no veíamos desde antes de la erupción de la pandemia. Todo, claro, seguía cerrado desde el día en que se paralizó la ciudad. Los cines con los estrenos de entonces en su cartelera. Las tiendas de ropa con el escaparate que dejaron al final del invierno. Y aunque las calles se iban llenado de los caminantes que anunciaban la nueva fase, el primer domingo de mayo las tiendas seguían congeladas en aquel 14 de marzo en el que nos metimos en casa para escapar del virus.

Desde entonces, no había habido más vida social autorizada que la de ir al súper y la farmacia. Normal que pasear sea de pronto una novedad que nadie se quiere perder. Igual que al visitar Pompeya se pueden ver los termopolios o restaurantes romanos que el volcán dejó congelados en el tiempo, en las ciudades que empiezan el desconfinamiento también se puede pasear buscando desde la acera los restos de las barras de bar en las que antaño se servía la comida a los clientes. Mira, ahí está la taberna Graná. ¿Y no era ahí donde ponían ese pulpo tan rico? Luego en Atocha, tras esos ciclistas con mascarilla que giran en la glorieta, El Brillante. Todo cerrado, claro, desde que empezó el estado de alarma.

A partir del lunes, a la cola del súper y el pan habrá que sumarle la de la peluquería

El único atisbo de vida comercial en todo el paseo era un quiosco a los pies de la Cuesta de Moyano y una peluquería de Santa María de la Cabeza en la que el dueño estaba preparándose para abrir por fin el lunes, cuando oficialmente empieza la fase cero. Dice que el teléfono no ha parado de sonar porque mucha gente le quiere pedir la cita previa a la que ahora obliga la ley, pero a través de la reja confesó que él pasa de reservas. El que se quiera cortar el pelo, que espere su turno en la calle. A partir del lunes, a la cola del súper y el pan habrá que sumarle la de la peluquería. No es así como explica la fase cero de la desescalada el Boletín Oficial del Estado publicado el domingo por la tarde, en el que detalla las condiciones que permiten reabrir al público todos los locales de menos de 400 metros cuadrados. Los clientes tendrán que solicitar cita previa, dentro habrá solo una persona por trabajador y las marcas en el suelo señalarán la distancia de dos metros.

Dice Ramón del Castillo, en su libro Filósofos de paseo’ (Turner), que pasear ayuda a la reflexión, pero que eso no significa que caminando uno no acabe más perdido que cuando empezó. Salí a dar un paseo por si así encontraba alguna pista de cómo será el mundo tras la desescalada y volví con más preguntas que antes de salir. El BOE dice que a partir del lunes abren los locales, pero el domingo no vi carteles en los bares de mi barrio anunciando ninguna reapertura y ni el peluquero ponía mamparas ni pintaba las rayas en el suelo. Por mucho que diga el BOE, muchos sitios aún no van a abrir todavía porque no saben si les compensa. Tampoco los caminantes que observan el letargo de la ciudad desde la acera tienen claro dónde van a querer entrar y dónde no en esta nueva fase. Es en los paseos, no en el BOE, donde irá cobrando forma el mundo real. Más que de paseo, estamos de expedición.

Mes y medio después de la declaración del estado de alarma, miles de personas y millones de 'runners' salieron a las calles por primera vez este fin de semana a tomar el aire tras las duras semanas de confinamiento. Ahora que el Gobierno los ha legalizado, los paseos se han convertido en un acontecimiento social que ni en 'La Regenta'.

Boletín Oficial del Estado Social