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La arrogancia puede matar o las lecciones para España del éxito austriaco
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Marta García Aller

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La arrogancia puede matar o las lecciones para España del éxito austriaco

Además de las UCI, las restricciones de la movilidad y la obligatoriedad de las mascarillas, habría que incluir un baremo que mida la arrogancia en la gestión de la pandemia

Foto: Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

Detrás de la exitosa estrategia austriaca para frenar el coronavirus hay una exejecutiva de la consultora BCG. Antonella Mei-Pochtler, italiana de 62 años, no es médica ni epidemióloga, sino empresaria y doctorada en Administración de Empresas. Es la jefa de la Oficina de Estrategia y Planificación de la Cancillería y una de las asesoras más influyentes del canciller, Sebastian Kurz (33 años). Ella está detrás del plan de acción al que se atribuye que Austria sea uno de los países que antes han contenido la pandemia y primero empezaron la reapertura económica.

Uno los mayores aciertos del plan austriaco, según ella, fue consultar desde el principio a hospitales, científicos y médicos de todo el mundo, y no solo a los austriacos: “Hay una arrogancia innata de países grandes que piensan que ningún otro país es como ellos”, argumentaba Mei-Pochtler en una entrevista en 'Financial Times'. "Los países pequeños tienden a aprender mucho más unos de otros. Estamos mucho más abiertos a mirar a la derecha, izquierda, arriba y abajo".

Foto: Un ciclista circula por Viena el pasado 20 de marzo (Reuters)

Es interesante la teoría de esta directiva sobre el papel de la arrogancia en la gestión de esta crisis. Puede que sea un indicador relevante que hasta ahora nos haya pasado inadvertido. Además del número de camas UCI, las restricciones de la movilidad y la obligatoriedad o no de las mascarillas, habría que incluir la arrogancia política entre las métricas que comparan la gestión de la pandemia. A lo mejor, los investigadores encontraban ahí una nueva variable con la que calcular algo que todavía no termina de aclararse: por qué unos países han contenido mejor que otros la expansión del coronavirus. La arrogancia no será fácil de medir, desde luego. Pero las métricas difusas no son una novedad en la elaboración de 'rankings' ahora que después de más de dos meses de sufrir esta crisis ni siquiera los países europeos nos hemos puesto de acuerdo en cómo contar nuestros muertos.

Cuando los primeros brotes del virus llegaron al norte de Italia en febrero, el equipo de asesores que dirige Mei-Pochtler comenzó a llamar a todos sus contactos para obtener asesoramiento, no solo a través de la red burocrática del país, también a través de sus propios contactos internacionales. Esta exdirectiva del comité ejecutivo de una multinacional, que nació en Italia y, antes de establecerse en Viena, estudió entre Múnich, Roma y Fontainebleau, prefirió tener una visión de la situación internacional más allá de las simples tablas de datos y la información científica que circulaba en ese momento por los canales oficiales y consultó con su propia red de contactos. Le contó al FT que entre las cosas que más le influyó, estuvo haberse reunido por videollamada con médicos de Lombardía y Emilia Romaña en la primera semana de marzo. Ver en sus caras la urgencia y oírles decir que sus hospitales estaban viviendo “en una guerra” determinó su estrategia.

Austria ya había cerrado las fronteras con Italia y restringido las reuniones de más de 100 personas el 10 de marzo. El primer fallecimiento por coronavirus fue el 12 de marzo. Para entonces, había cerrado ya los centros educativos, teatros y museos. Decretó el cierre total el 16 de marzo. España empezó el estado de alarma el 14, cuando ya había 120 fallecidos (en Italia fue unos días antes, con 463 muertos, y en Francia varios días después, con 148). Reino Unido tardó 10 días más en decretar el confinamiento.

Estos cuatro son los únicos países europeos que superan la terrible cifra de 25.000 fallecidos en estos dos meses, pero es más clarificador comparar la proporción en relación con su población: España tiene el peor dato, con 54,34 fallecidos por cada 100.000 habitantes; Reino Unido, 42,8; Italia, 47,8, y Francia, 37,17. Muy lejos de Austria, con 6,76 víctimas por cada 100.000 habitantes. En total, en Austria han muerto por coronavirus unas 600 personas desde que empezó la crisis. Menos fallecidos en dos meses que los que sumó solo en este fin de semana Reino Unido.

Saberse vulnerable es una ventaja para asustarse a tiempo ante una amenaza cuya peligrosidad reside en gran parte en que se la está subestimando

Puede que tenga razón Mei-Pochtler en que los países grandes son más tendentes a actuar con más soberbia que sus vecinos pequeños. Saberse vulnerable es una ventaja para asustarse a tiempo ante una amenaza cuya peligrosidad reside en gran parte en que se la está subestimando. Ser un país pequeño pudo influir en la importancia que se le dio a lo que estaba pasando fuera. Muchos de los países que mejor lo han hecho al inicio de la crisis del coronavirus tienen, igual que Austria, menos de 10 millones de habitantes (Nueva Zelanda, Finlandia, Islandia y Eslovaquia, entre otros).

Alemania también es un caso de éxito, y no es por ser pequeño precisamente. En el país más poblado de la UE y la ratio de fallecidos por coronavirus es de 8,28. Así que el tamaño es solo un factor más de los muchos que habrá que estudiar cuando todo esto pase y se pueda analizar con calma el porqué unos países están menos afectados que otros por este virus letal. Seguramente, el grado de la soberbia de los gobernantes sea más relevante que el tamaño, aunque más difícil de medir.

Hay otras razones que explican la exitosa gestión de la pandemia del caso austriaco, que van desde la estructura familiar (menos de un 5% de los mayores de 30 años vive con sus padres, por lo que los grupos de riesgo estaban más aislados) hasta la suerte. Algún papel debió de jugar el azar en que el virus se extendiera antes en Italia que en Austria, aun habiendo estado en este país uno de los primeros focos de contagio en una estación de esquí alpina en Ischgl.

Foto: Jugadores de Beer Pong. (MarkScottAustinTX/Wikipedia)

Un grupo de esquiadores de toda Europa se contagiaron allí en febrero y han denunciado al Gobierno austriaco por negligencia al no decretar el cierre de aquella estación de esquí tras los primeros casos para que cientos de turistas europeos no se llevaran consigo el coronavirus a sus respectivos países. Pero incluso este escándalo de la estación de esquí pudo ayudar a Austria a protegerse mejor y reaccionar antes, dada la indignación que provocó en la opinión pública austriaca. El Gobierno austriaco aprendió a tiempo de su negligencia.

La parálisis política que vive la España enquistada en pleno estado de alarma no se entiende sin la arrogancia de sus políticos. La del Gobierno, que no escucha ni negocia, y la de la oposición, que ni apoya ni propone. Se acusan mutuamente y sin pudor de los muertos y los parados que está dejando esta crisis. Porque arrogancia también es creer que todas las recetas que pueden sacar al país de esta crisis sanitaria, económica y social están única y exclusivamente en la ideología propia. Y que los demás tienen que estar necesariamente equivocados si opinan diferente.

Presumir de no tener plan B es tan soberbio como querer que el plan A fracase. Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno con la tasa más alta de Europa de fallecidos por coronavirus. Isabel Díaz Ayuso es la presidenta de la comunidad autónoma con más muertos de España. A estas alturas, ya deberían saber que la arrogancia mata. Pero no se han dado cuenta, porque la arrogancia, ante todo, ciega.

Detrás de la exitosa estrategia austriaca para frenar el coronavirus hay una exejecutiva de la consultora BCG. Antonella Mei-Pochtler, italiana de 62 años, no es médica ni epidemióloga, sino empresaria y doctorada en Administración de Empresas. Es la jefa de la Oficina de Estrategia y Planificación de la Cancillería y una de las asesoras más influyentes del canciller, Sebastian Kurz (33 años). Ella está detrás del plan de acción al que se atribuye que Austria sea uno de los países que antes han contenido la pandemia y primero empezaron la reapertura económica.

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