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La importancia de fiarse de los pobres
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Marta García Aller

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La importancia de fiarse de los pobres

Cerca de un millón de familias con residencia legal en España, la mitad de ellas con niños, tendrá acceso a esta prestación que busca erradicar la pobreza extrema

Foto: El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. (EFE)
El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. (EFE)

Demostrar lo que no se tiene siempre es más complicado que demostrar lo que se tiene. Es uno más de los problemas de ser pobre. Por eso tiene sentido que apenas vaya a hacer falta papeleo para cobrar la renta mínima que prepara el Gobierno. Declarar que uno carece de ingresos podría bastar para recibir la prestación que ultima el ministerio de José Luis Escrivá para familias en riesgo de pobreza severa. El borrador contempla prestaciones entre 426 euros y 1.015 por hogar, según la vulnerabilidad y el número de hijos a cargo. Podría empezar a tramitarse la semana que viene en el Consejo de Ministros.

Supongo que habrá a quien le parezca una mala idea otorgar esta ayuda económica a todo el que declare necesitarla, porque considere que el riesgo de fraude sea mayor que las ventajas de la simplificación. Lo sorprendente no es que haya gente desconfiada, sino que entre los detractores de agilizar estas ayudas los haya que luego protesten contra el exceso de burocracia de la Administración cuando les atañe. Será que de la pobreza severa lo que más les preocupa es el intrusismo. No vayan a mezclarse unos pobres con otros.

Foto: Requisitos de edad, residencia legal y situación de vulnerabilidad para solicitar la ayuda (EFE)

Este año, el PIB podría caer entre un 5% y un 15% dependiendo de cuánto dure la parálisis económica por la crisis sanitaria. La situación en la que estamos parece lo suficientemente crítica para dar primero la ayuda y preguntar después. No solo respecto al ingreso mínimo vital. Me lo decía también un gestor en busca de respiración asistida para los autónomos y pymes. El asesor protestaba desesperado por el laberinto de informes a los que siempre les falta un sello para solicitar los ERTE, los ICO y demás ayudas. Si Hacienda lo sabe todo de nosotros, decía, ¿no será mejor dar la ayuda a quien lo solicita y luego perseguir al defraudador con una sanción relevante? Totalmente de acuerdo. Falta confianza en los ciudadanos y sobra burocracia. Y esto debería valer para los empresarios desesperados por el riesgo de quiebra, lo mismo que para las familias más vulnerables.

Cerca de un millón de familias con residencia legal en España, la mitad de ellas con niños, tendrán acceso a esta prestación que busca erradicar la pobreza extrema. Es un problema que ya existía antes de la crisis del coronavirus, pero ahora ya no hace falta buscarlo en las estadísticas porque desborda las colas de los bancos de alimentos. En marzo de 2018, el Congreso de Ministros de Rajoy encargó a la AIReF, que entonces presidía Escrivá, un estudio sobre las prestaciones de ingresos mínimos que podrían ayudar a atajar la pobreza en España. Ya entonces, el economista abogaba por simplificar los trámites y eliminar los relativos a la situación laboral de los potenciales beneficiarios y hacer la prestación compatible con el empleo para que no desincentivase su búsqueda.

Foto: Gobierno, patronal y sindicatos, durante la firma del pacto para prorrogar los ERTE. (EFE)

Recientemente, se ha conocido el resultado del experimento con la renta universal que hizo Finlandia hace un par de años. Sus características son muy diferentes a la ayuda que prepara el Gobierno español, porque el país nórdico eligió al azar los beneficiarios entre 2.000 desempleados, sin tener en cuenta su situación económica ni si buscaban trabajo. La conclusión fue que los efectos sobre la búsqueda de empleo y la productividad fueron mínimos. Su empleabilidad no tenía tanto que ver con estar cobrando una ayuda como con otros factores. Sin embargo, se ha comprobado que fue claramente positiva para la salud mental.

La trampa de la escasez

El estrés que genera la extrema pobreza es uno de los elementos que la perpetúan. Los psicólogos hablan de la trampa de la escasez. Eso explica por qué cuando nos falta algo importante en la vida el cerebro solo piensa en eso que nos falta, lo que a su vez nos puede empujar a decisiones cortoplacistas que tienden a empeorar las cosas. Sendhil Mullainathan, profesor de Economía en la Universidad de Harvard, y Eldar Shafir, profesor de Psicología en Princeton, han estudiado el alto coste para el cerebro de experimentar la escasez, porque lo lleva a concentrarse de forma obsesiva en eso que necesitamos. Su teoría explica por qué quienes están desesperados por su falta de dinero piden créditos al consumo con intereses abusivos que obviamente empeorarán su escenario en el medio plazo. Visto desde fuera, es obvio que eso empeora la situación. Pero dentro del túnel de la escasez solo existe el corto plazo. Y quienes pasan hambre pueden perder la energía mental para pensar con lucidez en cualquier otra cosa, incluido cómo trazar un plan para mejorar las cosas.

Está por ver qué tal funciona el ingreso mínimo vital que prepara el Gobierno y si logra asegurarse de que llega realmente a quienes más lo necesitan. Pero ya sabemos que resolver los contextos de extrema necesidad tiene beneficios más allá de la mera supervivencia económica. Otros experimentos con rentas mínimas han demostrado que puede fomentar la creatividad y la capacidad de quienes la reciben para montar negocios y correr riesgos que de otro modo no se hubieran atrevido a emprender. Saber que la familia no va a quedarse sin comer esta noche permite pensar en otras cosas. Y para salir de esta crisis, vamos a necesitar todo el talento y la imaginación disponibles.

Demostrar lo que no se tiene siempre es más complicado que demostrar lo que se tiene. Es uno más de los problemas de ser pobre. Por eso tiene sentido que apenas vaya a hacer falta papeleo para cobrar la renta mínima que prepara el Gobierno. Declarar que uno carece de ingresos podría bastar para recibir la prestación que ultima el ministerio de José Luis Escrivá para familias en riesgo de pobreza severa. El borrador contempla prestaciones entre 426 euros y 1.015 por hogar, según la vulnerabilidad y el número de hijos a cargo. Podría empezar a tramitarse la semana que viene en el Consejo de Ministros.

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