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La economía de la silla vacía y los sofás llenos
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Marta García Aller

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La economía de la silla vacía y los sofás llenos

La silla vacía bien podría convertirse en uno de los símbolos más característicos de la economía que viene. La de la distancia social contra la pandemia

Foto: Una mujer desayuna en la terraza de una cafetería de la estación de Cercanías de Madrid-Atocha a primera hora. (EFE)
Una mujer desayuna en la terraza de una cafetería de la estación de Cercanías de Madrid-Atocha a primera hora. (EFE)
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Proliferan las sillas vacías en las peluquerías con largas listas de espera. Tampoco se llenan, a su pesar, las terrazas de quienes quieren desayunar al aire libre por primera vez desde el estado de alarma. También siguen cogiendo polvo las oficinas desiertas de la gente que aún teletrabaja en el sofá. La silla vacía bien podría convertirse en uno de los símbolos más característicos de la economía que viene. La de la distancia social contra la pandemia. No se llenarán mientras temamos al covid-19, porque para que no corra el virus ha de correr el aire.

La economía de la silla vacía va a salirnos muy cara. Vendrá con una contracción “muy severa” consecuencia del confinamiento, según el Banco de España, que calcula una caída del PIB de hasta el 12,4% este año. Las previsiones para 2020 son cada vez más sombrías. La Comisión Europea vaticina un desplome similar y una tasa de paro del 18,9%, aunque si los trabajadores afectados por los ERTE se contabilizasen como desempleados, se dispararía al 24,4%. La recuperación, tanto en España como en la eurozona, dependerá del tiempo que haga falta mantener la distancia social. La prisa, sin embargo, puede ser contraproducente ante posibles rebrotes que acarrearían más sillas todavía.

Foto: Una oficina de empleo en Madrid. (EFE)

No solo están en las calles y comercios. Las oficinas también están llenas de sillas vacías y así pueden permanecer muchas de ellas hasta septiembre. Las empresas que tienen a sus empleados trabajando en casa estudian cómo escalonar la vuelta al trabajo a lo largo del verano de modo que pueda facilitarse la distancia de seguridad en un nuevo entorno por turnos. Algunas incluso podrían volver a instalar los cubículos que en los noventa se demonizaron como símbolo del trabajo más gris.

El siglo XXI iba a ser el de las oficinas abiertas y los espacios flotantes para que cada uno se sentara donde quisiera con libertad de movimiento y una cafetera para compartir. Pero eso era en el otro siglo XXI, el de antes del covid-19. Ahora, los espacios diáfanos representan los entornos más peligrosos por lo rápido que en ellos circulan las malignas gotitas respiratorias que estamos aprendiendo a temer. Los espacios comunes están vetados y lo que ahora se lleva es poner en medio sillas vacías como testigos de la nueva prudencia y de paso, si cabe, una mampara de plexiglás.

Foto: Oficinas vacías en Argentina. (EFE)

Sin embargo, las oficinas vacías de los que están teletrabajando no dejan el mismo vacío que los negocios que no pueden recibir todos los clientes que necesitan para ser rentables. El efecto silla-vacía no lastra a todos por igual. No es lo mismo estar en casa de brazos cruzados por no poder abrir el taller, la tienda o el hotel, que estar conectado a la oficina desde el sofá de casa. No está siendo fácil para nadie, desde luego. Pero no es lo mismo.

El efecto silla-vacía no lastra a todos por igual. No es lo mismo estar en casa por no poder abrir el taller que estar conectado a la oficina desde el sofá

El teletrabajo ha pasado en España de representar el 5% antes del covid-19 a llegar hasta el 34% durante el confinamiento, pero siguen siendo muchos los millones de españoles que no han podido ni podrán teletrabajar en la pandemia. Todavía hay un amplio margen para la digitalización de muchas empresas, pero conviene recordar que hay un 45,3% de los empleados de todos los ámbitos, según IvieLab, para los que es totalmente imposible esa opción por la propia característica de su empleo, y para otros muchos, aunque posible, es altamente improbable.

Normalmente, son aquellas ocupaciones que requieren menos cualificación a las que les está vedado poder trabajar desde el sofá. Y a veces hablamos de la digitalización como si fuera la panacea que resolverá la brecha de la distancia social, cuando se está creando también una nueva brecha entre quienes pueden aspirar a ella y los que no. El teletrabajo, más o menos llevadero según los casos, solo está siendo una salida minoritaria en España. Quienes más temen el efecto de la silla vacía son los que no se lo pueden permitir.

Proliferan las sillas vacías en las peluquerías con largas listas de espera. Tampoco se llenan, a su pesar, las terrazas de quienes quieren desayunar al aire libre por primera vez desde el estado de alarma. También siguen cogiendo polvo las oficinas desiertas de la gente que aún teletrabaja en el sofá. La silla vacía bien podría convertirse en uno de los símbolos más característicos de la economía que viene. La de la distancia social contra la pandemia. No se llenarán mientras temamos al covid-19, porque para que no corra el virus ha de correr el aire.

Banco de España