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¿Cambio de actitud? No, ministro. Para frenar el covid-19, lo que faltan son medios
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Marta García Aller

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¿Cambio de actitud? No, ministro. Para frenar el covid-19, lo que faltan son medios

El empeño en apelar a la responsabilidad individual por parte de los responsables políticos es especialmente injusto con quienes carecen de recursos para cumplir una cuarentena

Foto: El ministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE)
El ministro de Sanidad, Salvador Illa. (EFE)
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El ministro Salvador Illa ha vuelto a insistir este fin de semana en que para frenar el covid-19 falta “un cambio de actitud por parte de todos”. Hace unos días, el alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, también achacó el aumento de contagios a “una cierta relajación de la responsabilidad individual”. A ella apelaban, también estos días, la consejera vasca Nekane Murga y el presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Es tentador este empeño en achacar a la responsabilidad individual el descontrol de la pandemia, pero no funcionará. Al menos, no en lo sanitario. Y es probable que como coartada política tampoco corra mejor suerte.

No basta con imponer restricciones para frenar el virus. Tarde o temprano, se vuelve obvio para la ciudadanía que de poco sirven los protocolos si las administraciones no facilitan los medios para que esas normas se puedan cumplir, especialmente cuando hacerlo no está al alcance de todos. E igual de poco sirve que los políticos exijan a los ciudadanos cumplir la distancia social en el transporte público, si no se preocupan en aumentar la frecuencia de metros y autobuses. Tampoco bastará con pedir a los contagiados que se aíslen si no tienen dónde pasar la cuarentena.

Foto: El ministro de Sanidad, Salvador Illa, durante una intervención por viedeoconferencia. (EFE)

En Madrid, la ciudad europea con más incidencia acumulada del coronavirus en las últimas dos semanas, los barrios más afectados son Usera, Villaverde, Vallecas y Carabanchel. No consta que sus vecinos hayan tenido un comportamiento más irresponsable ni tampoco que en estos barrios se den más abrazos y celebraciones familiares que en los demás hogares madrileños. Lo que seguro tienen en común estos distritos más afectados por la segunda ola de coronavirus es contar con más densidad de población en el hogar y, por tanto, más dificultades para poder aislarse.

Los barrios más humildes tienen más problemas para guardar la distancia social y cumplir las cuarentenas. No solo tienen más personas viviendo en una misma casa, también sus vecinos acumulan trabajos más precarios que, a menudo, conllevan más riesgo de contagio. La combinación de más gente en menos sitio, con más uso del transporte público y menor opción al teletrabajo, equivale a más virus. ¿Están las administraciones públicas (local, regional y central) poniendo los medios necesarios para la prevención de la pandemia mientras apelan a la responsabilidad individual? No lo parece.

No consta que sus vecinos hayan tenido un comportamiento más irresponsable que en los demás hogares madrileños

De poco sirve detectar con PCR los contagiados asintomáticos si luego estos no tienen dónde guardar la cuarentena. En la actualidad, el contacto cercano de un positivo que haya dado negativo en la PCR está obligado a pasar una cuarentena de 10 días, pero allá cada cual dónde lo haga. Así que no solo faltan rastreadores, médicos y maestros, algo que ya se ha puesto en evidencia este verano, faltan también metros cuadrados donde poder aislarse.

Según la encuesta ciudadana de covid19impactsurvey.org, coordinada por Nuria Oliver, doctora por el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), casi un 50% de los más de 250.000 participantes en España afirman no poderse poner en cuarentena si diesen positivo en covid-19. De ahí que un grupo de científicos encabezado por César Carballo, adjunto de Urgencias del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, haya pedido al Gobierno que facilite “arcas” para el aislamiento a quienes lo necesiten, ya que muchos ciudadanos no tienen dónde, a no ser que se queden ingresados en el hospital.

Ya puede decir un protocolo que uno debe aislarse inmediatamente, que si tiene que cuidar de sus hijos, sus padres o compartir un baño con cinco compañeros de piso, va a ser muy complicado que lo cumpla. Y lo mismo pasa con la obligación en plena vuelta al cole de poner en cuarentena a los niños con síntomas cuando sus padres temen perder el empleo si se ausentan dos semanas por cuidarlos.

La combinación de más gente en menos sitio, con más uso del transporte público y menor opción al teletrabajo, equivale a más virus

En vez de amenazar con perseguir a quien se salte la cuarentena, puede que tenga un mejor impacto en la salud pública acompañar esa exigencia sobre el papel de un programa social que facilite cumplirla en el mundo real. Desde el ofrecimiento de un lugar donde poder aislarse al suministro de productos de necesidad básica para quienes no deban salir de casa. Faltan también cuidadores que apoyen en la atención de menores o dependientes a cargo de quienes deban aislarse, así como bajas médicas inmediatas (que protejan también a los autónomos).

Cuando era la temporada turística la que estaba en juego, muchos ayuntamientos y gobiernos regionales contrataron rápidamente el personal necesario a principios de verano para que patrullara las playas. Era mucha la presión empresarial y la prioridad siempre fue transmitir sensación de seguridad a los veraneantes. Ojalá se dieran la misma prisa las administraciones en facilitar un plan de apoyo para cumplir las cuarentenas entre quienes carecen de los medios para cumplirlas. También sus familias necesitan sentirse seguras, y de que logren estarlo depende la salud de todos.

Mientras los políticos sigan apelando redundantemente a la importancia de cumplir las normas, haríamos bien en preguntarles por los recursos que están poniendo a disposición de los ciudadanos para hacer viable su cumplimiento. La salud pública en tiempos de pandemia no solo depende del sistema sanitario y la responsabilidad individual. Los problemas del mundo real son mucho más obstinados que los protocolos.

El ministro Salvador Illa ha vuelto a insistir este fin de semana en que para frenar el covid-19 falta “un cambio de actitud por parte de todos”. Hace unos días, el alcalde de Madrid, Martínez-Almeida, también achacó el aumento de contagios a “una cierta relajación de la responsabilidad individual”. A ella apelaban, también estos días, la consejera vasca Nekane Murga y el presidente de la Generalitat, Ximo Puig. Es tentador este empeño en achacar a la responsabilidad individual el descontrol de la pandemia, pero no funcionará. Al menos, no en lo sanitario. Y es probable que como coartada política tampoco corra mejor suerte.

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