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Lo que deberíamos estar discutiendo sobre el nuevo confinamiento
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Marta García Aller

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Lo que deberíamos estar discutiendo sobre el nuevo confinamiento

Habría que debatir el cómo y el cuándo de las nuevas medidas, en vez de quién decreta qué. Urge, en definitiva, dejar de perder el tiempo meando por las esquinas competenciales

Foto: Un vecino del madrileño barrio de Lavapiés. (EFE)
Un vecino del madrileño barrio de Lavapiés. (EFE)

Tiene pinta de que estamos a punto de empezar tercero de confinamiento. Y dado que no es ni la primera ni la segunda oleada de covid que se nos desboca, estaría bien que evitáramos repetir los mismos errores. Ello requeriría invertir más tiempo en debatir el cómo y el cuándo de las nuevas medidas necesarias, en vez de quién va a decretar qué. Urge, en definitiva, dejar de perder el tiempo meando por las esquinas competenciales de cada Administración. El tira y afloja de la cogobernanza, sin embargo, vuelve a consumir un tiempo precioso. Y mientras aumentan los contagios, siguen faltando sanitarios, rastreadores y ayudas para los sectores afectados por las restricciones.

Entre las autonomías que le han pedido al Gobierno un confinamiento domiciliario o no lo descartan, las hay gobernadas por el PSOE y por el PP-Cs. Esto podría ayudar a que el confinamiento deje por fin de verse como una herramienta partidista. De momento, Sanidad se niega a contemplar confinamientos domiciliarios, pero estudia ampliar los toques de queda (que no dejan de ser confinamientos a tiempo parcial). Para facilitar los nuevos confinamientos a las regiones que lo soliciten, el Gobierno debería reconocer que se quedó corto en el anterior estado de alarma y el PP mostrarse mucho más colaborativo que en negociaciones anteriores para aprobarlo sin demora. Si la tercera ola continúa empeorando, no le quedará otra. “Con los datos que tenemos ahora, no es preciso ir más allá”, afirmaba tajante el ministro Illa este domingo en una entrevista en 'El País'. Según el ministro, en España, las autonomías ya podrían decretar aquello que en otros países, como en Portugal y Alemania, llaman confinamiento. Sin embargo, se resiste a llamarlo así. No ve un problema competencial, sino de nomenclatura.

Lo cierto es que en estos países que el ministro cita como ejemplo se están debatiendo o poniendo en marcha medidas que en España reclaman ya las autonomías y, sin embargo, no tienen el poder de decretar. Algunas de ellas podrían ser muy útiles para reducir los efectos económicos indeseados de las nuevas restricciones, a la par que se reduce la movilidad y, por tanto, la curva mortal de contagios. El tercer confinamiento, ese que el Gobierno insiste en no llamar confinamiento y cada vez más autonomías solicitan, podría tener mejor encaje si en vez de una negociación a regañadientes nos mostrasen el empeño de convertirlo en el mejor diseñado de todos los que hemos vivido en la pandemia. Para ello, claro, el foco tendría que estar en el contenido de las nuevas restricciones y las ayudas necesarias, no en el dichoso marco legal.

La salud mental

Aumenta el tiempo que en las próximas semanas los ciudadanos estamos obligados a permanecer en casa, ya sea extendiendo los toques de queda o reduciendo desplazamientos e interacciones con no convivientes, como ya han hecho varias autonomías. Estas medidas, que muchos epidemiólogos reclaman ampliar para frenar la tercera curva, pueden ser efectivas para frenar la pandemia, pero no son inocuas. A los efectos perjudiciales visibles en la economía, los más debatidos, hay que sumarles los invisibles, como el deterioro de la salud mental.

Según el CIS, el 80% de los españoles admite que la pandemia ha tenido efectos en su salud emocional

La tasa de suicidios, por ejemplo, ha aumentado un 16% en la segunda ola de covid en países como Japón. Según un reciente estudio publicado en la revista 'Nature Human Behavior', la pandemia está afectando de forma desproporcionada a la salud mental de los niños, adolescentes y mujeres. El suicidio entre las mujeres aumentó un 36% y el suicidio infantil, un 49%. La reducción de horas de trabajo y los subsidios gubernamentales fueron dos de las medidas que más ayudaron a paliar este problema. ¿Qué medidas se están debatiendo aquí para paliar la nueva epidemia de depresiones?

En España, según el CIS, el 80% de los españoles admite que la pandemia ha tenido efectos en su salud emocional. Casi un 30% de los encuestados declara sentirse deprimido. Entre los más afectados, claro, los sanitarios. Varios estudios en España alertan de lo extendidos que están los ataques de pánico, la ansiedad y el estrés postraumático, además de la depresión, entre el personal sanitario que vivió la primera ola. También sabemos que aumenta el riesgo para mujeres maltratadas y víctimas de violencia en el ámbito familiar. Ante las próximas restricciones, ayudaría saber qué medidas están impulsando las administraciones, ahora que se conocen algunos de sus efectos colaterales indeseados. ¿Están las autonomías y municipios fomentando nuevas líneas de atención psicológica gratuita? ¿Está coordinándolo o siquiera recomendándolo el Estado? Este es solo un ejemplo de las muchas maneras en que se podrían mejorar los nuevos confinamientos, además de cambiándolos el nombre. Hay más.

Del teletrabajo al ‘take away’

En Portugal, otro de los países comparables a España en sus restricciones vigentes, según el propio ministro Illa, han decretado ya un teletrabajo obligatorio durante su nuevo confinamiento de un mes y se han endurecido las multas para garantizar que las empresas lo cumplan. En Portugal, los ciudadanos solo pueden salir de casa para trabajar, en el caso de ser empleos esenciales y necesariamente presenciales, acudir al colegio, ir al médico, hacer la compra, asistir a dependientes, hacer deporte al aire libre individualmente o pasear en los alrededores de su vivienda. Varias comunidades en España reclaman ese nivel de restricción de movilidad, pero no pueden imponerlo.

En España, sin embargo, el teletrabajo no es más que una recomendación, cuya aplicación ha ido decayendo de manera desigual en los últimos seis meses durante el vaivén de los rebrotes. El Govern catalán lleva semanas exigiendo a Moncloa que obligue a las empresas a aplicar el teletrabajo o bien transfiera esa competencia a la Generalitat. Ven ahí la oportunidad de reducir sustancialmente el número de desplazamientos sin dañar la economía. Desde el Ministerio de Trabajo, sin embargo, consideran que no es posible obligar a las empresas con la ley actual ni tampoco necesario un cambio normativo. La patronal, por su parte, tampoco es amiga de la imposición.

Entre los aciertos del Gobierno luso y del alemán, ha estado anunciar las restricciones a la par que los nuevos paquetes de ayudas

En Alemania, otro de los países con que Illa compara el nivel de restricciones en España, también tienen este problema. Si tan solo un 1% más de la población activa hubiera realizado teletrabajo desde principios de octubre, Alemania habría tenido alrededor de un 7% menos de infecciones antes de Navidad, según un estudio de la Universidad de Bonn, citado por Deutsche Welle. La cifra de empleados alemanes que se acogieron al teletrabajo durante el primer confinamiento es más de 10 puntos superior a la actual, de ahí que el Gobierno de Merkel esté debatiendo maneras de forzar a las empresas que puedan permitírselo a ampliar el teletrabajo para toda la plantilla. Con recomendarlo, no basta.

Entre los aciertos del Gobierno luso y del alemán, ha estado anunciar las restricciones a la par que los nuevos paquetes de ayudas. Alemania tiene algunos de los subsidios más generosos de la UE por cese de actividad por covid, también unas finanzas mucho más saneadas que España. Por eso, tal vez sea más justo medirnos con Portugal, que con el nuevo confinamiento ya ha anunciado que los sectores más afectados recibirán una ayuda directa en febrero y se han aumentado las cuantías para pymes. La cultura, por cierto, está incluida entre los sectores que recibirán ayudas inmediatas con el nuevo cierre portugués.

Otra medida de la que tomar nota es la que planea proteger la hostelería de abusos de las plataformas digitales. Ya que con el nuevo confinamiento bares y restaurantes solo pueden servir para llevar, en Portugal han creado unas normas específicas para poner coto a los abusos de empresas de reparto como Glovo o Deliveroo, para que no puedan cobrar más de un 20% de comisión por ofrecer sus servicios (en España, llega a ser de más del doble). De esta manera, el Gobierno luso aspira a frenar los abusos de uno de los sectores más beneficiados por la demanda embalsada que les ponen en bandeja las nuevas restricciones.

En la segunda ola, que nunca se llegó a doblegar, murieron en España más personas que en la primera

Estos son solo unos ejemplos. Con vistas a nuevos confinamientos, hay mucho más por mejorar. Desde la reducción de la brecha digital en las escuelas (que muchos países ya no cierran en sus nuevos confinamientos, salvo en la enseñanza superior) a los refuerzos del personal sanitario y los rastreadores, con vistas a la vacunación y la próxima desescalada, y, por supuesto, la aceleración de todos los trámites burocráticos de las ayudas de anteriores confinamientos que aún ni siquiera se han cobrado.

Claro que para subsanar errores, hay primero que reconocerlos. En la segunda ola, que nunca se llegó a doblegar, murieron en buena parte de España más personas que en la primera. De ahí que sea tan difícil de entender que Sanidad la ponga como ejemplo y presuma de querer repetir la misma experiencia. Es el dudoso ejemplo del éxito de no haber recurrido al confinamiento domiciliario. Normal que las autonomías recelen de seguir la misma receta que deja un balance de unos 4.500 muertos por covid solo en diciembre. En vez de tanto negar la necesidad de mayores restricciones, ¿no sería más útil debatir públicamente cómo mejorarlas en caso de que sean necesarias?

Tiene pinta de que estamos a punto de empezar tercero de confinamiento. Y dado que no es ni la primera ni la segunda oleada de covid que se nos desboca, estaría bien que evitáramos repetir los mismos errores. Ello requeriría invertir más tiempo en debatir el cómo y el cuándo de las nuevas medidas necesarias, en vez de quién va a decretar qué. Urge, en definitiva, dejar de perder el tiempo meando por las esquinas competenciales de cada Administración. El tira y afloja de la cogobernanza, sin embargo, vuelve a consumir un tiempo precioso. Y mientras aumentan los contagios, siguen faltando sanitarios, rastreadores y ayudas para los sectores afectados por las restricciones.

Ministerio de Sanidad Moncloa