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Por qué los pasaportes de vacunas son una idea peligrosa (y aun así los necesitamos)
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Marta García Aller

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Por qué los pasaportes de vacunas son una idea peligrosa (y aun así los necesitamos)

Dinamarca ha anunciado que tendrá el suyo en los próximos tres o cuatro meses. También Islandia y Suecia están en ello. En España, Baleares ha pedido ser un destino piloto

Foto: Una profesional sanitaria del Hospital de Sant Pau (Barcelona). (EFE)
Una profesional sanitaria del Hospital de Sant Pau (Barcelona). (EFE)

La OMS asegura que los pasaportes de vacunas son una mala idea. Puede que tenga razón y, sin embargo, eso no quita para que sean inevitables. Permitir que la población inmunizada de covid-19 tenga privilegios de circulación con respecto a quien no está vacunado sin duda plantea numerosos problemas éticos, técnicos y de privacidad. Sin embargo, no ponerse de acuerdo para facilitar un control internacional que certifique quién está vacunado y quién no lo está podría acabar siendo mucho peor.

En Europa, los primeros en anunciar el pasaporte de vacunación fueron los países escandinavos. Dinamarca ha anunciado que tendrá el suyo en los próximos tres o cuatro meses. También Islandia y Suecia están en ello. En España, Baleares ha pedido ser un destino piloto para un pasaporte de vacunación que el Gobierno español reconoce estar estudiando, aunque todavía está muy verde. La UE estudia varias opciones para facilitar viajes este verano, entre ellas, los test rápidos y los certificados digitales. Los países más dependientes del turismo son los más interesados en impulsarlos.

Grecia, que ya ha destronado a Mallorca como destino turístico con más reservas en TUI para este verano, ha anunciado por su cuenta que aceptará turistas ingleses e israelíes que estén vacunados. En la carrera por inspirar confianza internacional como destino vacacional en el segundo verano de pandemia, los socios europeos son también competidores entre sí. Así que mientras EEUU y la UE le siguen dando vueltas a cómo desarrollar un certificado comunitario de vacunación que no vulnere la privacidad, Grecia ya ha negociado uno por su cuenta con un código QR que abra sus fronteras a los turistas vacunados en un acuerdo con Israel, el país a la cabeza de vacunación, que en marzo espera tener inmunizada a la mitad de su población. También Chipre, Rumanía y Reino Unido están negociando con el Gobierno de Netanyahu para abrir sus puertas a viajeros inmunizados sin tener que someterse a PCR ni cuarentenas.

Foto: Una paciente recibe una dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech contra el covid-19 en Belgrado, Serbia.

Además de los gobiernos, la industria turística también está impulsando el pasaporte de vacunación. Tanto aerolíneas como cadenas turísticas hace meses que reclaman estos certificados digitales para reflotar los viajes y afianzar la confianza en la recuperación de un sector del que en España depende al menos el 12% del PIB. La IATA (Asociación de Transporte Aéreo Internacional) está desarrollando un pase digital que promete tener disponible en marzo para certificar la vacunación en aviones y aeropuertos. De momento, está en pruebas en Singapur Airlines y British Airways. La idea es que sea una 'app' sencilla de utilizar en iOS y Android que cualquiera se pueda descargar, pero no será obligatorio si los gobiernos no lo aceptan.

Ante la falta de consenso internacional, hace meses que avanzan otras iniciativas privadas. IBM ha desarrollado el Digital Health Pass, una solución tecnológica que acredita de forma segura la vacunación (o los test negativos en covid) para poder presentar los datos sanitarios al cruzar fronteras, entrar en aviones, eventos deportivos e incluso puestos de trabajo que así lo exijan. La organización suiza The Commons Project Fundation está impulsando otro código QR como pasaporte sanitario internacional junto al Foro Económico Mundial. Entre los principales escollos para avanzar en el desarrollo de un pasaporte de vacunación, están la gestión de los datos sanitarios y la garantía de privacidad. Una cosa es la cartilla amarilla, una cartulina individual sellada con los datos de la vacunación, como la que se creó hace casi un siglo (y que todavía hay países que exigen en sus fronteras, por ejemplo, en el caso de la vacuna de la fiebre amarilla, el cólera o el tifus), y otra es la creación de un pasaporte digital con datos sanitarios homologados internacionalmente. Esto último plantea recelos técnicos y éticos. ¿Quién gestiona esos datos? ¿Qué uso tendrán?

Los problemas de un pasaporte de inmunidad

Los defensores del pasaporte de vacunación aseguran que fomentará la confianza y ayudará a la vuelta a la normalidad si todo se desarrolla de un modo seguro y descentralizado. La solución de IBM utiliza Blockchain para garantizarlo, pero todavía no hay un consenso en la fórmula. Más allá de las dudas éticas, la pandemia es el escenario perfecto para generar nuevas herramientas fiables que determinen los límites seguros de los certificados digitales de vacunación más allá de las viejas cartulinas amarillas. Un siglo más tarde, sería decepcionante que no hubiera un consenso tecnológico y político en desarrollar una fórmula digital con todas las garantías.

Además de la falta de acuerdo en la homologación, hay otros problemas sanitarios. Muchos epidemiólogos que alertan de la falsa sensación de seguridad que pueden dar estos pasaportes de vacunas, ya que aún se desconoce hasta qué punto estar vacunado frena el riesgo de contagiar el virus a los demás y, además, tener las dos dosis no exime de mantener las precauciones básicas como la mascarilla y la distancia social. Hacen falta unas normas claras, para evitar que los turistas internacionales ya vacunados lleguen a países donde la vacuna está poco extendida sintiéndose invulnerables al virus, lo que podría derivar en conductas que pongan en riesgo a la población autóctona no vacunada.

Foto: Foto: EFE.

Otra salvedad que hay que tener en cuenta es que no es lo mismo un pasaporte de vacunas que un pasaporte de inmunidad. La profesora de Inmunología de Georgetown Alexandra Phelan alertaba hace meses en un artículo en 'The Lancet' sobre el riesgo de que un certificado de inmunidad (para quienes hayan pasado la enfermedad) crease un incentivo para infectarse a quienes no tengan acceso a la vacuna, si con ello pueden acceder a mayor libertad de movimiento.

Los pasaportes de vacunación, por el contrario, pueden funcionar como aliciente para recibir la dosis de vacuna anticovid donde hay un movimientos antivacunas o mucho escepticismo entre la población. De hecho, en Israel, cualquier persona mayor de 16 años ya puede aspirar a vacunarse gratuitamente y las personas vacunadas tienen un 'pase verde' que les permite entrar a restaurantes, conciertos y gimnasios. Solo los vacunados también pueden entrar en el país sin pasar cuarentena (previa PCR negativa).

Los pasaportes de vacunas, sin embargo, casan especialmente mal con los retrasos en la vacunación. Provocan el riesgo de discriminación de los no vacunados. En países donde la vacunación no está tan avanzada como en Israel, es decir, básicamente en todos los demás, la gran mayoría de la gente no se ha puesto las dosis por falta de disponibilidad y no porque no quiera. De ahí que establecer registros sanitarios para participar en actividades sociales y económicas plantea nuevos dilemas éticos. Entre los agraviados, estarían especialmente los jóvenes. Dado que la mayoría de países están vacunando a los mayores primero, estos tendrían prioridad para irse a tomar el sol a Mikonos este verano.

Establecer registros sanitarios para participar en actividades plantea nuevos dilemas éticos

Sin embargo, pese a todos los peros, hay una proporción sorprendentemente alta de personas a favor de los pasaportes de vacunas. Según 'The Economist', más de dos tercios de los británicos dicen que los aceptarían. La promesa de que un certificado fronterizo los ayudaría a salir al extranjero en busca de sol y playa parece compensar todos los demás recelos. En los países mediterráneos, el incentivo más que salir es reactivar el turismo de vuelta y evitar una mayor destrucción de empleo. La ministra de Turismo, Reyes Maroto, afirmaba esta semana que "sin turismo no habrá recuperación". Sin vacunas, claro, tampoco.

Está por ver si finalmente habrá acuerdo en la UE en el establecimiento del pasaporte de vacunas. Mientras tanto, quienes aspiren a viajar al extranjero, conviene que se vayan haciendo a la idea de que algún certificado, ya sea test o vacunación, cada vez es más probable que se les exija en destino. Y si la homologación tarda tanto en llegar como las vacunas, el procedimiento estándar lo van a terminar imponiendo 'de facto' los países que lleven la delantera. Aunque si en España nos tomáramos su implantación con la misma calma que la 'app' Radar Covid, no tienen de qué preocuparse todos aquellos que alertan de los riesgos éticos y para la privacidad que podría suponer esa futura cartilla digital de vacunación en las fronteras.

La OMS asegura que los pasaportes de vacunas son una mala idea. Puede que tenga razón y, sin embargo, eso no quita para que sean inevitables. Permitir que la población inmunizada de covid-19 tenga privilegios de circulación con respecto a quien no está vacunado sin duda plantea numerosos problemas éticos, técnicos y de privacidad. Sin embargo, no ponerse de acuerdo para facilitar un control internacional que certifique quién está vacunado y quién no lo está podría acabar siendo mucho peor.

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