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Por qué la cuenta atrás de Sánchez con la pandemia es cada vez más arriesgada
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Marta García Aller

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Por qué la cuenta atrás de Sánchez con la pandemia es cada vez más arriesgada

No solo está en debate la cifra de población vacunada que abre la puerta a la inmunidad de grupo, sino que esta llegue a lograrse en un futuro próximo

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

El 1 de mayo de 2003, el presidente George W. Bush aterrizó en el portaaviones Abraham Lincoln, en medio del océano Pacífico, para proclamar la liberación de Irak. Fue una puesta en escena espectacular en un escenario televisivo de 100.000 toneladas flotantes custodiada por una pancarta gigante que decía 'Misión cumplida'. Técnicamente, más que el final de la guerra, Bush solo proclamó el fin de las principales operaciones militares. La guerra de Irak, en realidad, todavía se prolongaría casi una década y costaría decenas de miles de vidas y unos 1.000 millones de dólares más. Pero con aquella pancarta Bush logró escenificar el fin del conflicto sin meterse en el lío de proclamarlo explícitamente porque, según la Convención de Ginebra, eso le hubiera obligado a liberar a los prisioneros de guerra y dejar de buscar a los dirigentes del régimen de Huseín. Lo importante no era entonces si aquello era o no el final, sino que lo pareciera. El numerito a lo 'Top Gun' logró convertirse, eso sí, en un antes y un después en la escenificación de las falsas victorias.

Pedro Sánchez busca su propio transatlántico desde el que contarnos el final de la pandemia para este 18 de agosto. No será la primera vez que declare la victoria frente al virus, pero todo apunta que sí que será la más espectacular. Hace 15 días, el presidente dijo que faltaban 100 para lograr el 70% de la población española vacunada, así que echen cuentas. A finales de agosto, calcula Moncloa que habrá 33 millones de españoles vacunados y que eso será suficiente para lograr la inmunidad de grupo. En octubre, toda la población adulta que quiera vacunarse lo estará. La narración diaria de esta cuenta atrás que culmina en agosto permite al presidente Sánchez recordarnos todos los días esta buena nueva. Sin embargo, es un plan cada vez más arriesgado.

No le costará a Sánchez colonizar todos los telediarios con esa serpiente de verano teledirigida, cronometrada y anhelada

Antes de ir a los riesgos, hay que reconocer que generar expectativas con una cuenta atrás tiene sin duda enormes ventajas. Moncloa ha elegido la semana del año con más pueblos de fiesta en España y más españoles de vacaciones, la de la Virgen de la Asunción, para santificar el fin de la pandemia. El 18 de agosto está bien pensado desde el punto de vista mediático. No le costará a Sánchez, con el país paralizado, colonizar todos los telediarios con esa serpiente de verano teledirigida, cronometrada e inmensamente anhelada. Si todo va bien, a mediados de agosto la vacunación ya estará muy avanzada y las UCI, esperemos, prácticamente vacías de enfermos covid. El presidente planea aparecer en las teles de todos los pueblos y chiringuitos de playa dando él la buena nueva de la inmunización de grupo mientras corre el tinto de verano.

Celebrar la inmunidad de grupo en agosto, en vez de esperar a septiembre, tiene además la ventaja de hacerlo con el Congreso oficialmente cerrado por vacaciones. No es que a este presidente parezca que le importe mucho esquivar el Parlamento para escenificar sus anuncios de aquí a 2050. Pero al menos, con sus señorías veraneando, tendrá una excusa para no hacerlo en la Cámara. El presidente informará previsiblemente del fin de la pandemia aprovechando que el resto de políticos están de vacaciones, dando la sensación de que el único que sigue trabajando es él y transmitiendo la idea de que esa fecha es algo objetivo aunque, como veremos, hay muchas dudas de que así sea.

¿Misión cumplida?

Celebrar de nuevo el final de la pandemia (13 meses después de que lo hiciera por primera vez), esta vez con la celebración del 70% de los españoles vacunados, puede ser una genialidad de la propaganda mediática y, a la vez, una mala idea en términos de gestión de la pandemia. Hay, al menos, tres motivos para el escepticismo.

El primero de los riesgos es marcar una fecha concreta como culminación del proceso de vacunación, antes incluso de que este llegue a todos los adultos. Puede transmitir la falsa sensación a los que faltan por vacunarse de que ya no es necesario que lo hagan. Esto es especialmente sensible teniendo en cuenta que los que faltarán por ponerse las dosis serán precisamente jóvenes y niños, cuya percepción del riesgo por no vacunarse de covid ya de por sí es menor. Cantar victoria antes de tiempo puede ser un riesgo para completar la inmunización de la sociedad que muchos vacunólogos y epidemiólogos están advirtiendo no solo en España. También a Joe Biden se le está criticando que puede haber sido precipitado fijar el 4 de julio para celebrar el éxito de la campaña de vacunación, ahora que justo faltan por ponérsela los más reticentes. Anthony Fauci, el principal asesor de la pandemia de la Casa Blanca, se ha sumado a los críticos de “ese nivel místico de inmunidad de rebaño, sea cual sea ese número”. Teme que desmovilice a la gente a la hora de vacunarse porque no vean la necesidad de hacerlo una vez traspasado el umbral.

Otro de los riesgos es haber elegido la cifra del 70% de población vacunada para lograr la inmunidad de grupo, ya que puede haberse quedado demasiado corta. La inmunidad colectiva o de grupo es la idea de que una infección queda prácticamente erradicada cuando supera el umbral de individuos inmunes a la misma. Superado ese porcentaje, el virus dejaría de circular y se protegería indirectamente así a las personas no vacunadas. Las agencias de salud estadounidenses establecieron informalmente hace unos meses la inmunidad colectiva en alrededor del 75%, y también en Europa, con la llegada de las vacunas de Pfizer y Moderna, se dio por válida esa cifra.

Hace un año, era de 2 a 3, pero ya hay variantes que llegan hasta el 5. Así que quizá sea necesario llegar a la vacunación del 90% de la población

Sin embargo, este umbral está cambiando en los últimos meses con la llegada de nuevas variantes y su velocidad de propagación. Cada vez son más los científicos que ponen en cuestión que el 70% sea realista y alertan de que se ha quedado obsoleto. Esto pasa porque está cambiando la famosa R (el número de personas a las que un individuo contagiado de covid puede contagiar). Hace un año era de dos a tres, pero ya hay variantes que llegan hasta el cinco. Así que quizá sea necesario llegar a la vacunación del 90% de la población para estar seguros.

Entre los expertos, además, no solo está en debate la cifra de población vacunada que abre la puerta a la inmunidad de grupo, sino que esta llegue a lograrse en un futuro próximo. Las estimaciones de inmunidad colectiva varían mucho, porque no solo es imprevisible el comportamiento del virus y el número de variantes que pueda surgir, también lo es el comportamiento humano. A la incertidumbre de las variantes se suma la de cómo de precavidos vamos a ser los humanos este verano para prevenir contagios una vez que la población de riesgo ya esté vacunada. Y cuanto más tiempo esté el virus circulando, más aumenta la posibilidad de que surjan nuevas variantes.

En Reino Unido, más del 70% de la población adulta ya está inmunizado, es decir, ya se está rozando la meta a la que aspira la cuenta atrás de Sánchez. Sin embargo, allí todavía los expertos están llamando a la precaución por las variantes. John Edmunds, profesor de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, llamaba a la cautela este fin de semana en el FT recordando que la inmunidad colectiva no es un “interruptor de encendido y apagado”, sino un proceso acumulativo. No hay una línea de meta que cruzar ni mucho menos una fecha objetiva en el calendario que marque el antes y el después. “Todavía estamos muy lejos de ese punto, lamentablemente”, según el científico británico.

La inmunidad de grupo, al telediario

Parece entonces que Moncloa está confundiendo, no está claro si deliberadamente o no, la verdadera inmunidad colectiva con un control funcional de la pandemia. Y cuánto más celebre por todo lo alto esa cuenta atrás de los 100 días escenificando la idea de la ‘misión cumplida’, más difícil va a ser convencer a la población de que el virus seguirá ahí fuera no sabemos cuánto y, aunque ya no colapse las UCI, de que siguen siendo necesarias ciertas precauciones, así como seguir avanzando en la vacunación de todos, también los niños.

Hay un último riesgo. Este no incumbe a los científicos, pero sí a los 'spin doctors' de Moncloa. De tanto fabricar puestas en escena por todo lo alto, con ese formato ya manido de poner al presidente detrás de un atril rodeado solo de sus acólitos, adonde sí puede que haya llegado la inmunidad de grupo es a la audiencia de este tipo de puestas en escena victoriosas. A este paso, la gran noticia será el día en que Sánchez anuncie algo en el Parlamento.

El 1 de mayo de 2003, el presidente George W. Bush aterrizó en el portaaviones Abraham Lincoln, en medio del océano Pacífico, para proclamar la liberación de Irak. Fue una puesta en escena espectacular en un escenario televisivo de 100.000 toneladas flotantes custodiada por una pancarta gigante que decía 'Misión cumplida'. Técnicamente, más que el final de la guerra, Bush solo proclamó el fin de las principales operaciones militares. La guerra de Irak, en realidad, todavía se prolongaría casi una década y costaría decenas de miles de vidas y unos 1.000 millones de dólares más. Pero con aquella pancarta Bush logró escenificar el fin del conflicto sin meterse en el lío de proclamarlo explícitamente porque, según la Convención de Ginebra, eso le hubiera obligado a liberar a los prisioneros de guerra y dejar de buscar a los dirigentes del régimen de Huseín. Lo importante no era entonces si aquello era o no el final, sino que lo pareciera. El numerito a lo 'Top Gun' logró convertirse, eso sí, en un antes y un después en la escenificación de las falsas victorias.

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