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Podemos, la trama y el bloqueo de Rajoy
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Isidoro Tapia

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Podemos, la trama y el bloqueo de Rajoy

El escenario electoral más probable será parecido al registrado en las últimas elecciones: en ambas la fórmula viable era coalición PP-PSOE o PSOE-Podemos-Independentistas

Foto: Pablo Iglesias en el pleno del Congreso de los Diputados. (EFE)
Pablo Iglesias en el pleno del Congreso de los Diputados. (EFE)

La palabra casta procede del latin 'castus', que significa 'puro'. Se utiliza para describir a los grupos sociales de la India, verdaderas unidades étnicas cerradas. Tiene un sentido holístico, universal. Cuando Podemos empezó a emplear el término 'casta' para referirse a nuestro sistema político, la denuncia era precisamente sobre el todo: el sistema estaba podrido por completo. Se trataba del equivalente al “que se vayan todos” que se popularizó durante la crisis argentina de 2001.

Durante las últimas semanas, los dirigentes de Podemos han empezado a utilizar en su lugar el término "trama", que se refiere en cambio a la parte de un todo, una rama podrida dentro un árbol que, en su conjunto, podría estar sano. Como los antiguos kremlinólogos, los que nos interesamos por la evolución del partido morado, sabemos que hasta los silencios tienen un significado. ¿Implica la sustitución de “casta” por “trama” que Podemos ya forma parte del sistema institucional? ¿Por qué resiste Podemos en las encuestas? ¿Sobreviviría a unas nuevas elecciones generales? ¿Y a una legislatura larga? Vayamos por partes.

Como acertadamente señalaba Ignacio Varela hace unos días, una encuesta es una foto fija, por lo que reviste mayor interés su evolución en el tiempo. Si atendemos a la evolución de las encuestas durante los últimas meses, se observa un ligero retroceso del PP, cuyo voto en gran medida va a parar a Ciudadanos, y un todavía más tímido avance del PSOE, a la espera de la gran traca de sus primarias. Lo más sorprendente, en mi opinión, es la resistencia que está demostrando Podemos, que mantiene una intención de voto por encima del 20 por ciento desde mediados del año pasado, tanto más llamativa cuanto que entre medias Podemos ha celebrado un Congreso que ha enfrentado directamente a sus dos principales dirigentes, partiendo por la mitad a sus simpatizantes. Para entendernos, un trauma tal y como si Felipe González y Alfonso Guerra hubiesen presentado listas diferentes en un congreso socialista en los años ochenta.

La resistencia de Podemos tiene que ver, sin duda, con la debilidad socialista. Hasta que el PSOE no decida su destino entre muerte fría o caliente en las próximas primarias, los votantes de Podemos tienen razones para permanecer a resguardo en su propio barco. También cabe pensar que los votantes morados tienen una fidelidad mayor que la del resto de partidos. Atraídos por los cantos de sirena de quienes prometían enterrar a la vieja política, los votantes de Podemos se resisten a creer que sus representantes son más de lo mismo. Sea como fuere, lo cierto es que Podemos ha superado un enfrentamiento civil a cuchillo sin apenas pagarlo en las encuestas. Dudo que los socialistas puedan decir lo mismo dentro de tres meses.

Hasta que el PSOE no decida entre una muerte fría o caliente en las primarias, las bases de Podemos tienen razones para permanecer a resguardo

Mientras tanto, el Partido Popular da muestras de haber chocado contra su techo electoral en el 35 por ciento. Por mucho que nos hayamos acostumbrado a él como si se tratase de tío Jacinto, Mariano Rajoy sigue teniendo una valoración que está por los suelos. Suele decir Rajoy que España es el único país en el que se tuvieron que repetir las elecciones ante la imposibilidad de formar Gobierno, pero se equivoca. En 1974 se celebraron dos elecciones en el Reino Unido. En las primeras, celebradas en febrero de ese año, ganó el Partido Laborista de Harold Wilson por apenas cuatro escaños, una mayoría insuficiente para formar gobierno. Tras constatar la ausencia de alternativas de lo que se conoció como 'hung parliament', en el mes de octubre se repitieron las elecciones, en las que el Partido Laborista amplió su ventaja hasta alcanzar la mayoría absoluta.

Para sorpresa de muchos, Harold Wilson dimitiría apenas dos años mas tarde. Se trató de uno de los pocos ejemplos históricos en Europa occidental, en los que se culminó de manera exitosa el relevo en el poder dentro de un mismo partido. Wilson entregó las llaves de Downing Street a James Callaghan en 1976, con el confortable apoyo de una mayoría absoluta parlamentaria. Una historia diferente es que Callaghan hiciese, durante los siguientes años, todo lo posible para ser sepultado por la ola conservadora que llevaría a Margaret Thatcher al poder en 1979.

placeholder El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Congreso de los Diputados. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en el Congreso de los Diputados. (EFE)

Ha habido otros intentos de transición dentro de un mismo partido, con menos éxito. Por ejemplo, José María Aznar intentó una fórmula distinta en 2004. En lugar de una transición en mitad de la legislatura, propuso a Mariano Rajoy como candidato a las elecciones, mientras se reservó el timón de la Moncloa hasta literalmente horas antes de los comicios, incluyendo para desgracia de ambos la gestión de los atentados del 11M.

Exultante como debía estar tras el parturiente calvario de su investidura, tal vez Mariano Rajoy no reparó en un pequeño detalle: que ha dejado de tener las llaves de su propia sucesión. No puede hacer como Harold Wilson y dar paso a otro candidato del PP a la Moncloa, porque no tendría asegurada su investidura (¿se imaginan que los socialistas tuviesen que vivir otro trauma semejante, una segunda investidura de un candidato conservador?). Pero Rajoy tampoco puede hacer como José María Aznar y anunciar con antelación un candidato renovado del PP para una futuras elecciones, porque sencillamente no controla el tempo de las mismas. Lo único que podría hacer es convocar elecciones y anunciar que no se presenta. Pero pensar que Rajoy pueda ejecutar este tipo de maniobras súbitas es tanto como pedirle chirimoyas al olmo.

Rajoy ha dejado de tener las llaves de su propia sucesión. No puede dar paso a otro candidato del PP porque no tendría asegurada su investidura

Lo más probable, por tanto, es que si hay elecciones, Rajoy sea el candidato. Y su desgaste acumulado augura que el PP no superará el 35 por ciento del voto. Si a esto unimos la resistencia del apoyo electoral a Podemos, las consecuencias sobre el futuro del país son graves e inciertas. Es cierto que existe la posibilidad de que, en una nueva convocatoria electoral, PP y Ciudadanos consigan alcanzar la mayoría absoluta y formar un gobierno estable. Pero se trata de una probabilidad baja. Lo que reflejan las encuestas es que el voto de estos partidos son vasos comunicantes: cuando sube uno, baja el otro y viceversa. En consecuencia, en tanto el PP no supere el 35 por ciento del voto y Podemos (y seguramente también el PSOE, salvo que las primarias se conviertan en la matanza de Texas) aguanten por encima del 20 por ciento, el escenario electoral más probable no será muy diferente del registrado en las dos últimas convocatorias electorales, el 20D y el 26J.

Un escenario, recordemos, en el que las dos únicas fórmulas posibles de Gobierno eran un ejecutivo de coalición entre el PP y el PSOE, o un gobierno formado por el PSOE, Podemos y los independentistas. Seguramente, de ser preguntados al respecto, los tres pre-candidatos socialistas a las primarias respondan que no quieren ni lo uno ni lo otro. Pero lo cierto es que vamos hacia una de esas dos fórmulas, o a reeditar el bloqueo político que vivimos durante casi un año. Mientras tanto, podemos irnos confesando.

La palabra casta procede del latin 'castus', que significa 'puro'. Se utiliza para describir a los grupos sociales de la India, verdaderas unidades étnicas cerradas. Tiene un sentido holístico, universal. Cuando Podemos empezó a emplear el término 'casta' para referirse a nuestro sistema político, la denuncia era precisamente sobre el todo: el sistema estaba podrido por completo. Se trataba del equivalente al “que se vayan todos” que se popularizó durante la crisis argentina de 2001.

Mariano Rajoy Moncloa Ciudadanos Reino Unido Margaret Thatcher José María Aznar
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