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Barómetro del CIS: el sueño de una noche de verano de Pedro Sánchez
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, consigue acercarse al Partido Popular de Mariano Rajoy e incrementar su apoyo en cinco puntos porcentuales hasta situarse en el 24.9%
A primera vista, el barómetro del CIS correspondiente al mes de julio es la mejor noticia que ha recibido Pedro Sánchez en mucho tiempo. Escarbando un poco, sin embargo, aparecen más sombras que luces. El CIS de julio podría acabar siendo para el líder socialista el tórrido sueño de una noche de verano. Para ser más precisos: es cierto que si hubiese elecciones mañana, Sánchez estaría en condiciones de convertirse en presidente del gobierno. Pero cuanto más tiempo pase, más se alejará de la Moncloa. Y en el límite, si la legislatura se alarga hasta 2019 o 2020, podría ser otro el candidato socialista que concurriese a las próximas elecciones.
El principal titular que deja el primer CIS post primarias socialistas es que el PSOE incrementa su apoyo en 5 puntos porcentuales, hasta situarse en el 24.9%, a tan solo 3.9 puntos del PP. La distancia entre los dos principales partidos no había sido tan estrecha desde octubre de 2015, cuando Pedro Sánchez parecía encaminado a La Moncloa, antes, por cierto, de que unas elecciones catalanas y una irregular campaña se cruzasen en su camino.
El CIS parece confirmar que el tirón de Pedro Sánchez se produce entre esa bolsa de votantes que se descolgaron entre las elecciones del 20D
Hay algo, en mi opinión, tan destacado como el empuje de Sánchez: la solidez de Podemos. El partido morado, de hecho, también incrementa su intención de voto (en 0.6 puntos) respecto al anterior barómetro, consolidándose por encima del 20%. Debe recordarse que Podemos vivió hace menos de un año un enfrentamiento interno a cara de perro entre sus dos principales dirigentes; ni esto, ni la existencia ahora de una alternativa socialista escorada hacia la izquierda, ni el fuerte crecimiento del empleo registrado en los últimos meses, parecen haber hecho mella en las expectativas de voto del partido de Pablo Iglesias.
El CIS parece confirmar que el tirón de Pedro Sánchez se ha producido no entre el votante fiel de Podemos, sino entre esa bolsa de votantes que se descolgaron entre las elecciones del 20D y su repetición seis meses después, el 26J: el aproximadamente millón de ciudadanos que apoyó a Podemos o IU en diciembre, pero dejó de hacerlo a la coalición en junio. Ente ellos, tal vez hubiese algunos votantes comunistas, descontentos con el "pacto de los botellines". Pero, sobre todo, en su inmensa mayoría, los que se descolgaron fueron votantes que habían apoyado a Podemos por primera vez en el mes de diciembre, pero que huyeron hacia la abstención debido a la gestión chulesca y áspera de Pablo Iglesias durante las negociaciones para la investidura fallida de Pedro Sánchez. Para calcular cuántos de estos votantes se han pasado a las filas socialistas basta un sencillo cálculo: para obtener en las elecciones del 26J el 24.9% que ahora le otorga el CIS, el PSOE hubiese necesitado aproximadamente 500 mil votos adicionales.
¿Es este impulso -el "efecto Sánchez"- sostenible en el tiempo? Todavía hay medio millón de abstencionistas en esa bolsa de votantes que podrían cortejar los socialistas, aunque seguramente el votante comunista descolgado sea mucho más difícil de conquistar. En todo caso, si lograse atraer a todos, el PSOE podría situarse en torno al 27.5% prácticamente empatado con el PP.
Es a partir de aquí donde empiezan las sombras. Porque el problema de Pedro Sánchez es por donde más seguir creciendo. Analicemos por qué.
En primer lugar, la valoración de Pedro Sánchez se ha hundido entre los votantes de Ciudadanos. Según el CIS, los votantes del partido naranja, valoran a Sánchez con una puntuación de 3.16. ¿Es mucho o poco? Es una caída sin precedentes. En el último CIS de su anterior etapa como Secretario General, Sánchez recibió una puntuación de 4.27 entre los votantes naranjas. La que ahora recibe es, para entendernos, peor valoración que la del propio Mariano Rajoy en el mismo colectivo (3.32). El divorcio entre Sánchez y Ciudadanos tiene visos de ser irreversible. En su via crucis de los últimos meses, Sánchez se ha dejado el don de la transversalidad, el mismo que estuvo a punto de hacerlo presidente.
Como obviamente Sánchez también tiene vedado el crecimiento entre los votantes del PP, su única jugada es lanzarse a por los votantes de Podemos. Es cierto que su valoración entre los mismos ha crecido de forma significativa: ha pasado del 3.77 en el CIS anterior a su caída al 4.46 que le otorga el CIS de julio. Pero, si embargo, hay razones para pensar que esta mayor valoración no se traducirá en votos. El votante de Podemos muestra un rechazo inusualmente alto a las siglas del PSOE: en una escala de 0 ("no lo votaría nunca") a 10 ("lo votaría siempre") otorgan al PSOE una puntuación de 2.71.
Este rechazo es prácticamente el mismo que despertaba el PSOE entre los votantes de Podemos en la anterior etapa de Pedro Sánchez. Es decir, el "nuevo Pedro" es mejor valorado entre los votantes morados, pero el "nuevo PSOE" sigue siendo igual de rechazado. Y no debería resultar extraño: la seducción de Sánchez a los votantes de Podemos empezó no por oponerse a Rajoy, sino por enfrentarse al PSOE; por desafiar a la "nomenclatura" socialista, encarnada en la figura de Susana Díaz y todos los anteriores Secretarios Generales que la apoyaron. Porque oponiéndose a Rajoy, Pedro Sánchez llevaba una trayectoria mucho más larga, sin con ello haber logrado encandilar a los votantes morados en las dos citas electorales en las que se enfrentó directamente con las urnas.
El problema de Sánchez es que para culminar la seducción de los votantes morados, necesitaría mantener la batalla contra su propio partido
¿Pueden cambiar de opinión los votantes de Podemos y acabar pasándose al campo socialista? Podrían, pero los fieles a Podemos si por algo se caracterizan es por su rocosidad: han resistido dos elecciones, han apoyado masivamente, por cierto, la negativa de sus dirigentes a apoyar una investidura de Pedro Sánchez, han sobrevivido purgas internas y aún así se mantienen fieles a los morados. Es algo ingenuo pensar que estos mismos votantes ahora se van a entregar dócilmente a los cantos de sirena del "nuevo PSOE".
El problema de Sánchez es que para culminar la seducción de los votantes morados, necesitaría mantener la batalla contra su propio partido, desmontar una a una las siglas del PSOE. Y ahora, como Secretario General, no puede hacerlo sin terminar pegándose un tiro en el pie.
Las posibilidades de crecimiento de Pedro Sánchez son, por tanto, limitadas, enfrentando importantes barreras tanto a izquierda como a derecha. También juega en su contra la dinámica política que se avecina a partir de septiembre. Una vez resueltos la mayoría de congresos regionales socialistas, las chispas entre Sánchez y los barones irán espaciándose en el tiempo, por una pura cuestión de supervivencia política. No es que Susana y Pedro vayan a dar comienzo a un insospechado romance político, pero tan cerca como han estado de la destrucción mutua, bajarán los decibelios para mantener un clima de "guerra fría" durante al menos unos meses. Este entendimiento alejará aún más a Sánchez del único nicho de votantes que tiene a tiro: para los votantes de Podemos, la normalización de relaciones entre Sánchez y Díaz será la prueba definitiva de que el Pedro de las primarias era un impostor, y que la prometida destrucción de la vieja política nunca tendrá lugar. Que Abraham no sacrificará nunca a su hijo Isaac.
Pero si algo va a marcar el otoño político va a ser sin duda el 'procés' en Cataluña. Aunque es aventurado anticipar cómo se resolverá el desafío secesionista, lo que si parece claro es que es un “lose-lose” para los socialistas: ante cualquier desafío constitucional, la reacción natural ciudadana es ponerse del lado del Gobierno. Políticamente, el PSOE tiene un margen muy estrecho para no apoyar incondicionalmente al Ejecutivo de Rajoy en las decisiones que adopte. Las tensiones territoriales ha sido además tradicionalmente una llamada de corneta para los votantes conservadores, una melodía que provoca el realineamiento del voto del PP.
Algo parecido ocurrió, como decía, en 2015: a lo largo de la primera mitad del año, la distancia entre el PP y el PSOE fue mínima, de entre 2 y 4 puntos, dentro del margen de error de las encuestas. En el CIS de noviembre, en cambio, se disparó hasta los 8 puntos (finalmente la distancia sería de 6.7 puntos en las elecciones del 20D). Y la explicación más plausible para este súbito cambio de las expectativas electorales fue la celebración de elecciones autonómicas en Cataluña a finales de septiembre, que hizo que el conflicto catalán prácticamente monopolizase el debate durante aquel otoño político. De Cataluña, cuanto menos se hable, mejor para el PSOE (también por cierto para Podemos). Y parece difícil que los transistores del “procés” vayan a permanecer silenciosos durante los próximos meses.
Y después están los “game-changers”, las salidas de guión que puedan alterar decisivamente el curso de los acontecimientos. Estos son por definición impredecibles, pero lo relevante es que tras el show de las primarias, los socialistas han agotado el catálogo de sorpresas, mientras el resto de partidos conserva conejos en las chisteras. ¿Se imaginan por ejemplo que Pablo Iglesias decidiese no presentarse como candidato a las próximas elecciones generales proponiendo en su lugar a Irene Montero? ¿O que Rajoy hiciese lo mismo con Sáenz de Santamaría? Sin duda, habría un “efecto Soraya” o un “efecto Montero”, que contrarrestaría hasta poder anular el "efecto Sánchez".
Si Sánchez "cazase" al PP en intención de voto, por ejemplo, podría producirse un "efecto ganador" que aglutinase en torno al PSOE mucho del voto anti PP
En definitiva: es evidente que el futuro no está escrito y que son muchas las incertidumbres. Si Sánchez "cazase" al PP en intención de voto, por ejemplo, podría producirse un "efecto ganador" que aglutinase en torno al PSOE mucho del voto anti PP, que en realidad es la única mayoría política que existe en España, solo que dispersa en tres partidos. Pero si tuviese que apostar a día de hoy, diría que en los próximos meses la expectativa de voto de Sánchez se estancará ligeramente por encima del 25%.
A partir de entonces todo dependerá de cuándo decida Rajoy convocar elecciones: si lo hace durante el próximo curso político, con los datos del CIS en la mesa, PSOE y Podemos están en condiciones de acariciar juntos la mayoría absoluta. En mi opinión, cuanto más tiempo pase, menos probable será que así suceda, debido al previsible desgaste del proyecto de Sánchez, ya señalado. ¿Y si Rajoy decide alargar la legislatura hasta 2019 o incluso 2020? Largo me lo fiáis, dirían algunos, pero en ese escenario quizás la carrera se le pueda hacer larga a Pedro Sánchez. Por si acaso, yo mantendría un ojo puesto en las próximas elecciones primarias socialistas, las que tienen que elegir al candidato a presidente del gobierno, porque pueden venir con sorpresa.
Es conocido que el CIS suele traer buenas noticias para todos los partidos, que interpretan a su antojo sus resultados. También, a veces, para los que opinamos sobre los mismos. Un buen amigo suele decir que cuando alguien comienza a citarse a sí mismo es que se está haciendo o mayor, o se está volviendo idiota. A riesgo de estar sufriendo uno de estos síntomas, ahí va una predicción que hice en esta misma tribuna poco antes de las primarias socialistas (antepenúltimo párrafo):
que el PSOE de Pedro Sánchez sería competitivo en el corto plazo, y que su crecimiento electoral vendría más del campo de los abstencionistas que a expensas de Podemos. También, por cierto, conviene señalar que el Cádiz no culminó el ascenso a primera, alejando el sueño de ganar la Champions de 2019.
*Isidoro Tapia es economista y MBA por Wharton.
A primera vista, el barómetro del CIS correspondiente al mes de julio es la mejor noticia que ha recibido Pedro Sánchez en mucho tiempo. Escarbando un poco, sin embargo, aparecen más sombras que luces. El CIS de julio podría acabar siendo para el líder socialista el tórrido sueño de una noche de verano. Para ser más precisos: es cierto que si hubiese elecciones mañana, Sánchez estaría en condiciones de convertirse en presidente del gobierno. Pero cuanto más tiempo pase, más se alejará de la Moncloa. Y en el límite, si la legislatura se alarga hasta 2019 o 2020, podría ser otro el candidato socialista que concurriese a las próximas elecciones.