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El sorpaso naranja está cerca y pasa por Andalucía
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Isidoro Tapia

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El sorpaso naranja está cerca y pasa por Andalucía

A diferencia de PP o PSOE, Ciudadanos no necesita ganar las elecciones para gobernar, le basta con ser segundo

Foto: La líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas, junto al presidente y portavoz del grupo parlamentario de Ciudadanos en Andalucía, Juan Marín. (EFE)
La líder de Ciudadanos en Cataluña, Inés Arrimadas, junto al presidente y portavoz del grupo parlamentario de Ciudadanos en Andalucía, Juan Marín. (EFE)

¿Está Ciudadanos en condiciones de adelantar a PP y PSOE y liderar una mayoría de gobierno? En mi opinión, sí: en gran medida depende de cómo gestionen los naranjas la crecida de sus expectativas durante 2018 (la abundancia es tierra fértil para los errores), de la reacción de PP y PSOE (Podemos da síntomas de estar políticamente noqueado, como ha apuntado José Antonio Zarzalejos). Pero sobre todo hay una estación que, aunque apenas se otea en el horizonte, puede ser determinante: no, no me refiero a Cataluña, enquistada pero tan lejos de resolverse como de precipitarse al abismo al que se asomó en otoño. No es que sus efectos en la política nacional hayan sido pocos: ha dejado KO a Iglesias, medio groguis a Rajoy y Sánchez y ha catapultado a Rivera. Pero seguramente ya hemos visto casi todo. Olvidemos Cataluña por un momento y preparémonos para la próxima gran batalla: las elecciones autonómicas en Andalucía, previstas para la primavera de 2019. Sí, queda un mundo hasta entonces. Pero como trataré de argumentar, sus efectos de arrastre sobre el tablero nacional pueden ser cataclísmicos.

A diferencia de PP o PSOE, Ciudadanos no necesita ganar las elecciones para gobernar, le basta con ser segundo. Son las ventajas de ocupar el centro

Empecemos con un matiz sobre el sorpaso naranja. En realidad, Ciudadanos no necesita adelantar a los dos partidos tradicionales: le basta con adelantar a uno. Veamos por qué. Supongamos que el PP gana las elecciones, Ciudadanos segundo y PSOE tercero (la foto fija de las encuestas más recientes). ¿Se resistirían los socialistas a hacer presidente a Rivera y desplazar al PP? Es dudoso. Imaginemos que es el PSOE quien gana las elecciones, seguido por Ciudadanos y PP (un escenario quizás improbable, pero en absoluto descartable si el voto de centro derecha se divide, como apuntaba Pablo Pombo hace unos días). ¿Negarían los populares su apoyo a Rivera haciendo presidente a Pedro Sánchez? Tampoco. A diferencia de PP o PSOE, Ciudadanos no necesita ganar las elecciones para gobernar, le basta con ser segundo. Son las ventajas de ocupar el centro del tablero político (alguien podrá objetar que Pedro Sánchez estuvo a punto de ser presidente pese a ser segundo, precisamente por el apoyo de Ciudadanos. Pero aquello fue una excepción, motivada por la negativa de Rajoy a presentarse a la investidura. En general, el tercer partido —Ciudadanos— ha apoyado al partido más votado —ya fuese PP o PSOE— como en la Comunidad de Madrid o Andalucía).

Aquellos que hayan resistido el trabalenguas anterior, coincidirán en la formulación correcta de la pregunta: ¿está Ciudadanos en condiciones de superar al PSOE o al PP? Es decir, el sorpaso naranja tiene una naturaleza disyuntiva.

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), recibe al líder del PSOE, Pedro Sánchez, en el Palacio de la Moncloa. (EFE)

Empecemos por el PSOE, el partido al que Ciudadanos tiene más cerca (según algunas encuestas, ya lo ha superado). Se ha discutido mucho sobre las consecuencias del sorpaso dentro de la izquierda. El PSOE, se ha dicho, se encaminaba hacia su gentrificación (su expulsión de las ciudades y su concentración en la España rural), su numantizacion en la mitad sur del país y el envejecimiento de sus votantes (en 2004 la edad media del votante socialista fue 46 años, en 2016 fue 55 años). Estas eran las consecuencias, pero ¿y las causas? El relato más popular es que, a partir de mayo de 2010, el Gobierno de Zapatero traicionó a la izquierda al aplicar una dura política de recortes, y en justa correspondencia estos votantes abandonaron al PSOE. En mi opinión, el relato tiene más matices: el centro de gravedad socialista giró a la izquierda durante la primera legislatura de Zapatero, fruto de la deliberada elección de sus socios, retroalimentada por la deriva del PP (que históricamente se derechiza en la oposición con más virulencia de lo que se izquierdiza el PSOE). Algunos errores de calado (en política territorial y exterior, principalmente) y la llegada de la crisis hicieron imposible el regreso al centro político que tímidamente intentó Zapatero en su segunda legislatura. En resumen, la crisis cogió al socialismo español con el pie cambiado: apoyado sobre una plataforma electoral muy vulnerable a los efectos de la propia crisis y más volátil en su adscripción política.

Ciudadanos no necesita 'derechizarse' o 'girar a la izquierda' para seguir creciendo. Puede hacerlo todo a la vez

La diferencia entre una y otra tesis es importante: si el PSOE fue víctima de una traición a la izquierda, solo sería vulnerable por su flanco izquierdo. Si en cambio mi relato de su caída fuese el correcto, es vulnerable tanto a Podemos como a Ciudadanos.

Los datos apuntan a la segunda tesis. Desde 2008, los socialistas han perdido tantos votos por la izquierda como por el centro. Además, izquierda o centro-derecha son categorías ideológicas que funcionan bastante mal para describir a los votantes que saltan de Podemos a Ciudadanos sin atención a las etiquetas. El verdadero peligro para los socialistas es que Ciudadanos, a fuerza de crecer en los sondeos, se convierta en 'el cambio' político a Rajoy, creando un magnetismo que genere un ciclo virtuoso para los naranjas, y les permita hacer lo que Bill Clinton bautizó como triangulación: en algunos temas (por ejemplo, política territorial) golpear a la derecha del PP. En otros (reforma política), a la izquierda del PSOE. Ciudadanos no necesita 'derechizarse' o 'girar a la izquierda' para seguir creciendo. Puede hacerlo todo a la vez. Hasta ahora le está funcionando de maravilla.

Foto: Pedro Sánchez y Albert Rivera en una reunión el pasado junio. (EFE) Opinión

Pasemos ahora al otro flanco, el de la derecha. En 2015, también al calor del conflicto en Cataluña, Ciudadanos registró un subidón en las encuestas que acabó disolviéndose en las elecciones del 20-D. Hay dos razones, sin embargo, para pensar que 'this time is different': la primera, que ha desaparecido el fantasma que provocó la llamada a filas en la derecha, la amenaza de que Podemos ganase las elecciones. La segunda, que Ciudadanos se ha sacudido el estigma entre los votantes de derecha que se autoinfligió al apoyar a Susana Díaz y a Pedro Sánchez. Para ello, Ciudadanos pasó el mal trago de apoyar a Rajoy y sus primeros Presupuestos. Pero ha sido en Cataluña cuando, a ojos del votante tradicional de derechas, Ciudadanos ha alcanzado el 'cum laude': Ciudadanos ya no es un partido esnob con querencias socialdemócratas, sino el partido que con más énfasis ha defendido la unidad de España (lo siento, señor Rajoy. Ya sé que fue usted quien activó el 155. Pero es lo que tiene hacer las cosas tarde y sin ganas. Que se nota).

A favor de Ciudadanos juega el 'momentum'. Cataluña ha desencadenado la reacción química. Andalucía puede ser el catalizador, el que la acelere. Veamos cómo.

Los números no pintan mal para Ciudadanos: seguramente les baste con conseguir un escaño más que el PP, y que entre ambos superen al PSOE

Hay varios rasgos singulares en la política andaluza. No es solo la única comunidad autónoma en la que siempre ha gobernado el mismo partido, el socialista. También es la comunidad con la versión más radical de Podemos (su líder en Andalucía, Teresa Rodríguez, lo es también de la corriente Anticapitalistas). Ambos factores pueden jugar a favor de Ciudadanos.

Después de apoyar a Susana Díaz durante cuatro años, Ciudadanos está en unas condiciones ideales para representar el 'cambio tranquilo' en Andalucía, algo que nunca consiguió el PP. No es fácil destilar los motivos que convirtieron las siglas populares en radioactivas en Andalucía. Hay quienes señalan a razones históricas. Como ni la Guerra Civil ni el franquismo fueron padecidos en exclusiva por los andaluces —lo dice, por cierto, un gaditano—, yo prefiero otros argumentos. Aunque con la Transición se produjo una transferencia del poder político en Andalucía, la estructura económica permaneció a grandes rasgos inalterada. La actividad turística y el crecimiento del sector público (autonómico y local) contrarrestaron la desindustrialización, pero en el interior la actividad agrícola mantuvo su naturaleza latifundista, mientras las ayudas agrícolas adormecían la evolución demográfica natural. La consecuencia de todo ello fue impedir la aparición de las mismas clases medias que en el resto del país han constituido el centro político. A ello debe sumarse el factor personal: el PP nunca dio con un candidato capaz de superar esta división de la sociedad andaluza en dos mitades políticas desiguales. Sea como fuere, si Ciudadanos en España ha hecho méritos con los votantes de centro derecha, en Andalucía, al sostener a Susana Díaz, los ha hecho en el centro izquierda, que constituye la mayoría social.

Foto: La presidenta andaluza, Susana Díaz, en los jardines del Palacio de San Telmo en Sevilla. (EFE)

Y finalmente está el factor de Anticapitalistas. Su enfrentamiento con los socialistas es tan acusado (raya en lo personal) que no cabe descartar su abstención para desplazar a Susana Díaz. Con ello, tal vez pongan en peligro las alcaldías de Podemos en Andalucía (la más importante, Cádiz). Aunque ni siquiera esto está claro, porque los costes no son simétricos: son menores para Podemos si consiente un presidente autonómico de Ciudadanos, y mayores para los socialistas si devuelven a Teófila Martinez a la alcaldía gaditana.

Así que los números no pintan mal para Ciudadanos: seguramente les baste con conseguir un escaño más que el PP, y que entre ambos superen a los socialistas. La abstención de Podemos facilitaría una futurible investidura.

Sería un escenario diabólico para los partidos tradicionales: ¿podría el PP resistirse a apoyar un candidato de Ciudadanos y acabar con 40 años de monopolio socialista en Andalucía? ¿Resistirían los socialistas la caída de su último bastión, la rendición de los últimos de Filipinas? Al mismo tiempo, sería un escenario que catapultaría definitivamente las opciones de Ciudadanos en unas elecciones generales. El epicentro de la política española está a punto de viajar del norte al sur en los próximos meses. Si yo fuese uno de los líderes políticos nacionales, pondría a mi mejor general al mando de las operaciones en Andalucía. Los que puedan elegir, claro está.

¿Está Ciudadanos en condiciones de adelantar a PP y PSOE y liderar una mayoría de gobierno? En mi opinión, sí: en gran medida depende de cómo gestionen los naranjas la crecida de sus expectativas durante 2018 (la abundancia es tierra fértil para los errores), de la reacción de PP y PSOE (Podemos da síntomas de estar políticamente noqueado, como ha apuntado José Antonio Zarzalejos). Pero sobre todo hay una estación que, aunque apenas se otea en el horizonte, puede ser determinante: no, no me refiero a Cataluña, enquistada pero tan lejos de resolverse como de precipitarse al abismo al que se asomó en otoño. No es que sus efectos en la política nacional hayan sido pocos: ha dejado KO a Iglesias, medio groguis a Rajoy y Sánchez y ha catapultado a Rivera. Pero seguramente ya hemos visto casi todo. Olvidemos Cataluña por un momento y preparémonos para la próxima gran batalla: las elecciones autonómicas en Andalucía, previstas para la primavera de 2019. Sí, queda un mundo hasta entonces. Pero como trataré de argumentar, sus efectos de arrastre sobre el tablero nacional pueden ser cataclísmicos.

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