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De Guindos, Valenciano y el feminismo de fogueo
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Isidoro Tapia

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De Guindos, Valenciano y el feminismo de fogueo

Solo hubo dos candidatos para el BCE: un técnico irlandés y un político español, ambos hombres. ¿A cuál de ellos apoyaban los socialistas? Se desconoce

Foto: La eurodiputada y ex vicesecretaria general socialista Elena Valenciano. (EFE)
La eurodiputada y ex vicesecretaria general socialista Elena Valenciano. (EFE)

Enhorabuena a Luis de Guindos, con toda probabilidad futuro vicepresidente del Banco Central Europeo. Su nombramiento corrige una anomalía: que la cuarta economía de la zona euro no tuviese ningún representante entre los seis miembros del Comité Ejecutivo del BCE. Es cierto que estos nombramientos no responden a una cuota preestablecida por países: tanto como que las tres principales economías de la zona euro (Alemania, Francia e Italia) tienen cada una al menos un representante (en el caso alemán, dos, aunque uno de ellos ha desarrollado su carrera profesional en Bélgica) en el máximo órgano de gobierno de la autoridad monetaria.

Al hilo de la candidatura del ministro De Guindos se han producido dos interesantes debates: uno, sobre su idoneidad para el cargo. Dos, sobre si los intereses nacionales estaban mejor protegidos con su nombramiento o sin él. Debo reconocer mi perplejidad con algunos de los argumentos que se han escuchado al respecto.

Sobre la idoneidad para el cargo, en mi opinión es indudable que De Guindos está perfectamente capacitado para ejercer su nuevo cometido. Es cierto que su perfil Guindos es más político que técnico. Pero no es en absoluto un caso único. De hecho, el vicepresidente portugués al que De Guindos sustituirá fue diputado en el Parlamento portugués, además de secretario general del PSP, todos ellos puestos de perfil mucho menos técnico que el de ministro de Economía. Y el favorito para sustituir a Mario Draghi cuando expire su mandato el próximo año, el actual presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, fue asesor económico de Angela Merkel entre 2006 y 2011, un puesto equivalente al de director de la oficina económica de Moncloa (para entendernos, lo que fueron Miguel Sebastián con Zapatero o Álvaro Nadal con Rajoy). Es decir, un puesto que en nuestro país nadie discutiría calificar como un cargo 'político'. Pero, por algún motivo, en España damos carnés de 'técnicos' con bastante más alegría cuando encontramos un par de líneas en alemán en un currículo.

Al hilo de su candidatura se han producido dos debates: uno, sobre su idoneidad. Dos, sobre si los intereses nacionales estaban bien protegidos

Ocurre además que la conducción de la política monetaria requiere una combinación de habilidades no solo técnicas sino también políticas. La intervención más celebrada de Mario Draghi (aquella en la que prometió hacer “lo que hiciese falta” para salvar el euro en julio de 2012) fue a grandes rasgos unas decisión política. Y el programa de compra de activos y 'quantitative easing' del BCE, precisamente la materialización de la promesa de Draghi, requirió importantes habilidades políticas para sortear la prohibición estatutaria del BCE de comprar deuda soberana de los países miembros.

En definitiva, es obvio que De Guindos tiene un perfil más político que técnico. Lo que no debería ser un hándicap, sino lo contrario. Es necesario y oportuno que en el seno del BCE convivan consejeros con distintas sensibilidades. Asunto distinto es si era necesario sacar pecho de este perfil político. Lo digo a sabiendas de que De Guindos ha sido finalmente el candidato elegido por el Eurogrupo, pero su intervención en la comisión del Parlamento Europeo estuvo, en mi opinión, algo desenfocada. Presentar su candidatura como un plebiscito sobre la política económica española no solo es simplista sino, seguramente, contraproducente.

Vaya por delante que creo que De Guindos ha sido un buen ministro de Economía, tal vez no sobresaliente (quizá nunca pudiese aspirar a serlo alguien que no controlaba la política fiscal, cuya importancia hoy en día es seguramente mayor de la que tiene un ministro de Economía), pero en general abundan más las luces que las sombras (entre estas últimas, tal vez cabría señalar el caótico rescate de Bankia y una cierta fatiga reformista a partir de 2013). Pero una cualidad exigible a los consejeros del BCE es que entren al cargo sin mochila. De Guindos debió dejarla aparcada justo antes de entrar en el 'hearing' parlamentario. Una pequeña tacha que no debería ensombrecer su merecido nombramiento.

Foto: El ministro de Economía, Industria y Competitividad, Luis de Guindos, ante la comisión de Asuntos Económicos y Monetarios del Parlamento Europeo. (EFE)
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El segundo debate es si su elección es positiva o negativa para los intereses de nuestro país. Algunos dicen que si el peaje a pagar es el nombramiento de Weidmann (un supuesto 'halcón' monetario) para sustituir a Draghi, flaco favor habremos hecho a nuestros propios intereses. Este argumento es todavía más débil: porque no solo presupone que los consejeros obran con una lealtad a su país de origen que desmienten tanto su estatuto como la experiencia histórica, sino que además asume con una naturalidad pasmosa que una política monetaria expansiva es 'per se' buena para España y mala para Alemania, con independencia de la posición relativa de cada país en el ciclo económico (basta pensar en lo bien que nos hubiese venido un poco más de rigor monetario durante la década del 'boom' constructor). El nombramiento de De Guindos es objetivamente una buena noticia para nuestro país: incrementa la representación española en puestos de responsabilidad internacional, facilita la interlocución de nuestro sistema financiero y permite que las sensibilidades de nuestra economía (cualesquiera que sean en el futuro) sean tenidas en cuenta en las discusiones del máximo órgano de gobierno de la autoridad monetaria.

En condiciones normales, este artículo acabaría aquí. Pero no me resisto a comentar el último patinazo del 'nuevo PSOE', que nunca pierde una oportunidad de perder una oportunidad. Al hilo de la candidatura de De Guindos (en realidad, antes de que la misma se formalizase, seguramente para salvar las formas), los socialistas afirmaron que solo apoyarían a una “mujer y técnico” para el BCE, un perfil sin duda loable en abstracto. El problema es que, en concreto, solo hubo dos candidatos: un técnico irlandés y un político español, ambos hombres. ¿A cuál de ellos apoyaban los socialistas? Se desconoce, porque prefirieron hacer mutis por el foro y mirar para otro lado, con honrosas excepciones, como el expresidente Zapatero, que manifestó su apoyo personal a De Guindos. La negativa socialista a apoyar al candidato español no hubiese pasado de mera anécdota de no coincidir en el tiempo con otro proceso: la elección del presidente del grupo socialista en el Parlamento Europeo, actualmente en manos del italiano Gianni Pittella, que dejará su puesto dentro de un mes al presentarse a las elecciones italianas.

Los socialistas afirmaron que solo apoyarían a una “mujer y técnico” como candidata para el BCE, un perfil sin duda loable en abstracto

En la carrera para sucederle estaría bien situada Elena Valenciano, eurodiputada socialista y actual vicepresidenta del grupo. Su experiencia en la cámara europea y precisamente su condición de mujer podrían jugar a su favor. El problema de Valenciano es de otra índole: estrecha colaboradora de Rubalcaba, apoyó a Madina en las primarias de 2014 y a Susana Díaz en las de 2017. Al parecer, motivos suficientes para que los dirigentes del 'nuevo' PSOE hayan decidido no apoyarla. Dicen que en este caso es mejor esperar a 2019. Así que así está el patio: para el BCE, solo puede ser una mujer porque es inaceptable la escasa representación femenina en los puestos de responsabilidad internacional (lo cual es rigurosamente cierto). Pero cuando se presenta la oportunidad de corregir esto en tu propia casa, como presidenta de los socialistas europeos, mejor lo dejamos para cuando encontremos a alguien de nuestra cuerda. Mujer sí, siempre que sea de las nuestras, que diría Groucho Marx. Si esto no es feminismo de fogueo, o socialismo de salón, se le parece bastante.

Enhorabuena a Luis de Guindos, con toda probabilidad futuro vicepresidente del Banco Central Europeo. Su nombramiento corrige una anomalía: que la cuarta economía de la zona euro no tuviese ningún representante entre los seis miembros del Comité Ejecutivo del BCE. Es cierto que estos nombramientos no responden a una cuota preestablecida por países: tanto como que las tres principales economías de la zona euro (Alemania, Francia e Italia) tienen cada una al menos un representante (en el caso alemán, dos, aunque uno de ellos ha desarrollado su carrera profesional en Bélgica) en el máximo órgano de gobierno de la autoridad monetaria.

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