Es noticia
¿Qué busca el desplante de Ada Colau?
  1. España
  2. Desde fuera
Isidoro Tapia

Desde fuera

Por

¿Qué busca el desplante de Ada Colau?

Para analizar sus efectos electorales, debemos volver a los días posteriores a la celebración del pseudo referéndum del pasado 1 de octubre

Foto: Ada Colau, atendiendo a los medios tras avisar de que no participaría en el recibimiento a Felipe VI. (EFE)
Ada Colau, atendiendo a los medios tras avisar de que no participaría en el recibimiento a Felipe VI. (EFE)

Vaya por delante que pienso que Ada Colau es una populista en el sentido más peyorativo del término: cortoplacista, dispuesta a hurgar en las heridas sociales para conseguir un puñado de votos, y sin más proyecto a medio plazo que la conquista de espacios de poder por el ejercicio del poder en sí mismo (en esto último, para ser justos, tampoco es que haya muchas diferencias con el resto de proyectos políticos en liza).

Sin perjuicio de lo anterior, también creo que Ada Colau es el producto más sofisticado del populismo español: al contrario que Pablo Iglesias, que alterna aciertos y errores con una proporción cada vez más frecuente de los segundos, Ada Colau es una maza política: cuando golpea, lo suele hacer con tino y precisión. No da palos de ciego, sino mordiscos perfectamente medidos y planeados. Y, en general, le funciona bastante bien.

El desplante al Rey en la inauguración del Mobile World Congress es una deslealtad institucional inadmisible de una alcaldesa que debería representar a todos los barceloneses; sus efectos secundarios sobre la celebración del congreso más importante de nuestro país (al menos, en su repercusión internacional e importancia económica) son además difíciles de calibrar. Una vez más, Colau antepone sus intereses particulares a los de la ciudad que representa, y si me apuran, a los de una sociedad catalana sedienta de gestos de reconciliación. Pero la pregunta que aquí quiero responder es otra: ¿qué busca el desplante de Colau? ¿Es un palo de ciego o un gesto que le puede favorecer electoralmente?

Creo que Ada Colau es el producto más sofisticado del populismo español: al contrario que Pablo Iglesias, que alterna aciertos y errores

Para analizar sus efectos electorales, debemos volver a los días posteriores a la celebración del pseudo referéndum del pasado 1 de octubre. Soy de los que piensan que la intervención de Felipe VI el 3 de octubre fue decisiva para detener el desafío soberanista. El Gobierno español se encontraba grogui en aquel momento, incapaz de superar el 'shock' del 1-O, o mejor dicho, los tres 'shocks' que se vivieron aquel día: que las urnas apareciesen como setas, que los 'mossos' mirasen para otro lado desoyendo las órdenes judiciales que instaban a impedir la votación, y que la dotación de policías nacionales desplegada en Cataluña fuese insuficiente para hacer cumplir el mandato judicial. El mensaje del Rey fue, en mi opinión, un toque de corneta no solo al Govern de la Generalitat (“Desde hace ya tiempo, determinadas autoridades de Cataluña han venido incumpliendo la Constitución y su Estatuto de Autonomía”) sino también, y casi diría que sobre todo, al Gobierno central (“Es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional en Cataluña”). En este doble mensaje estuvo el valor histórico de la intervención del Rey aquel día. Sin ella, no tengo claro que se hubiese aplicado el art. 155 con el consenso de las principales fuerzas políticas (debe recordarse que todavía en el mes de agosto el portavoz popular, Rafael Hernando, decía ver muchas dificultades prácticas en la aplicación del 155). El Rey, para entendernos, sacó de la modorra política a un Gobierno que, cobijado en la llamada 'operación diálogo' se negaba a reconocer que el desafío independentista estaba consumándose.

Sin embargo, creo que el Rey pasó por alto aquel día un detalle no menor. Que apenas dos días antes, en muchos colegios catalanes hubo cargas policiales contra ciudadanos que intentaban depositar su papeleta en una urna. Sin duda estas imágenes fueron aprovechadas por el independentismo, las autoridades catalanas exageraron el número de heridos y su gravedad, y se repitieron las imágenes en la televisión pública tantas veces como el mejor gol de Messi. Pero todo este teatro ventajista no borra que existieron las cargas policiales, que en algunos casos fueron desproporcionadas, y que la intervención policial profundizó la sima abierta en la sociedad catalana, la sensación de incomprensión instalada entre los catalanes desde hace años. El autoconvencimiento de quienes piensan que “Madrid es incapaz de negociar”, mientras alimentaba el discurso soberanista de “la única opción que nos dejan es irnos”. Insisto, no digo que todo esto sea cierto. Simplemente que muchos catalanes tuvieron esta percepción. Y el Rey, al no hacer mención a los lamentables episodios del 1-O durante su mensaje, al no condenarlos o al menos deplorarlos, le hizo un flaco favor a su propia imagen en Cataluña.

Es una pena que el CIS nacional haya dejado de preguntar por la valoración de la monarquía, porque nos impide valorar cómo fue recibido el mensaje del Rey en Cataluña y comparar con la reacción en el resto del territorio nacional. Solo podemos utilizar el barómetro de CEO, el CIS catalán. Y lo que sabemos es que el mensaje del Rey fue muy mal recibido. Como efecto del 1-O, la valoración de la monarquía en Cataluña bajó más de 0,5 puntos, del 2,36 al 1,82, convirtiéndose en la institución con peor valoración entre los catalanes. En comparación, la valoración del Gobierno español apenas bajó del 2,26 al 2,03. Solo hubo una institución cuya pérdida de popularidad entre los catalanes fue mayor que la de la monarquía: la Policía Nacional, cuya valoración cayó del 5,24 al 3,40.

Foto: La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; el presidente del Parlament, Roger Torrent, y el ministro de Energía y Turismo, Álvaro Nadal. (Presidencia del Gobierno) Opinión

Es decir, es como si entre los catalanes las cargas policiales del 1-O hubiesen sido responsabilidad de la Policía Nacional y del propio Rey. Como si el ministro Zoido fuese un cargo simbólico, y los dispositivos policiales hubiesen sido organizados directamente en Zarzuela. No me pregunten por qué, pero esta fue la percepción entre los catalanes. O así al menos lo reflejan las encuestas.

La bajísima popularidad de la monarquía en Cataluña es además transversal a varias formaciones políticas (aquí es donde mejor se empieza a entender el gesto de Colau): entre los votantes independentistas está por debajo del 0,5. Entre los de Podem, en el 0,76. Pero es que entre los votantes del PSC, la monarquía apenas recibe un 3,59 (menor, por ejemplo, que la que recibe la banca, con un 3,80). Y estos son precisamente los tres caladeros de votos en los que pesca Colau.

Así que, en efecto, lo de Colau es un gesto populista, grosero e inadmisible. Pero tiene su intencionalidad política, que tal vez le dé resultados. Y lo que esconde es una debilidad grave de una institución capital en nuestro sistema político, la monarquía, en un territorio en el que existe un desafío secesionista en marcha. Razón suficiente para que la recomposición de la imagen del Rey en Cataluña sea uno de los objetivos políticos más urgentes y perentorios.

Vaya por delante que pienso que Ada Colau es una populista en el sentido más peyorativo del término: cortoplacista, dispuesta a hurgar en las heridas sociales para conseguir un puñado de votos, y sin más proyecto a medio plazo que la conquista de espacios de poder por el ejercicio del poder en sí mismo (en esto último, para ser justos, tampoco es que haya muchas diferencias con el resto de proyectos políticos en liza).

Rey Felipe VI Ada Colau