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La (no) investidura de Jordi Sànchez: así se fabrican las 'fake news'
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Isidoro Tapia

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La (no) investidura de Jordi Sànchez: así se fabrican las 'fake news'

Lo que ha tenido lugar en la última semana no ha sido un intento de investidura, sino una impostura: paso a paso, se ha seguido el manual de fabricación de una noticia falsa

Foto: El expresidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez. (EFE)
El expresidente de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), Jordi Sànchez. (EFE)

Incluso para el lector más atento, los sucesos de la última semana en Cataluña han debido resultar desconcertantes: ¿por qué han propuesto por segunda vez los independentistas a Jordi Sànchez como candidato a 'president'? ¿No lo habían hecho ya? ¿No era además un candidato doblemente inviable, por la negativa de la CUP a votarle y del juez Llarena a autorizar su asistencia al pleno de investidura? ¿No había manifestado el propio Jordi Sànchez su voluntad de abandonar la política?

Lo que ha tenido lugar en la última semana no ha sido un intento de investidura, sino una impostura: paso a paso, se ha seguido el manual de fabricación de una noticia falsa ('fake news'). Veamos cómo.

Foto: El presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent . (EFE)

En el origen de cualquier noticia falsa hay siempre una semilla que, aunque sea tangencialmente, tiene algún destello de realidad. En este caso, ha sido la queja presentada por el propio Jordi Sànchez ante el Comité de Derechos Humanos de Naciones Unidas.

Este comité no es exactamente un órgano de Naciones Unidas sino un comité de 18 expertos "independientes" que se reúne tres veces al año y "supervisa" el cumplimiento de los tratados en materia de derechos políticos; el año pasado aceptó un total de 9 quejas individuales ('a priori' se podría pensar que cada año se producen más violaciones de derechos políticos en nuestro planeta que solo nueve). Aún más sorprendente es dónde se localizan estas presuntas violaciones: los países donde más quejas se tramitaron fueron, entre otros, la propia España (más adelante entenderemos por qué), Francia y Alemania, mientras países como China, Pakistán, Irán o Egipto recibieron (entre todos) exactamente un total de cero quejas (la lista completa se puede consultar aquí).

El manual de la 'noticia falsa' requiere una versión alternativa de la realidad: el independentismo ha fabricado la suya: la ONU ha aceptado la queja

Los independentistas han blandido estos días un documento que presuntamente instaba al Gobierno español a adoptar medidas cautelares y autorizar la investidura de Jordi Sànchez. Por cierto, el documento circulado por los independentistas estaba escrito en inglés, aunque el comité, como cualquier órgano bajo el paraguas de Naciones Unidas, tiene obligación de comunicarse en todos los idiomas oficiales admitidos —entre ellos, el castellano—. Un ingrediente más en la receta para fabricar una 'noticia falsa'.

¿Qué dice el documento de los independentistas? Dice que la queja ha sido registrada. El registro, como se puede comprobar en la página web del organismo —véase este diagrama que resume el proceso—, es un estadio bastante preliminar: ni de lejos prejuzga la opinión sobre la cuestión de fondo (más adelante hay un examen sobre la "admisibilidad" y otro sobre los "méritos" de la queja). Los requisitos para el registro son muy básicos: la queja tiene que presentarse por escrito, ser legible ("preferiblemente mecanografiada"), e indicar el nombre y dirección del demandante y el Estado contra el que se dirige. No lo he comprobado, pero sospecho que en menos tiempo del que tardo en escribir este artículo, se puede conseguir el registro de une queja en este Comité. Una vez registrado, el Comité emite una especie de "acuse de recibo", que es el documento que con orgullo ha exhibido estos días el soberanismo.

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Esta realidad paralela, dice el manual, tiene que extenderse como la pólvora. Gracias a Twitter, Facebook y las redes sociales, la conductividad térmica de la realidad se ha multiplicado exponencialmente en nuestros días. Se produce además un fenómeno curioso, porque aunque la sociedad en su conjunto está mucho más entrelazada, lo está en forma de nodos que son prácticamente independientes unos de otros. El "nodo" independentista apenas recibe información del exterior (a menudo, desgraciadamente, ocurre también al contrario). Las listas de "seguidores" en Twitter o de amigos en Facebook de cualquier partidario del 'procés', está formada casi exclusivamente por enfervorecidos independentistas que se envían unos a otros noticias que confirman su particular versión del mundo.

Para quien sepa manejarlo con destreza, las noticias falsas son un 'win-win'. Durante unos días, se extiende una versión falsa ("rapapolvo de Naciones Unidas a la Justicia española"). Muchos ya nunca creerán otra versión de los hechos. Pero para convencer al resto de su error, durante días, saldrán políticos, medios y articulistas escribiendo sobre el asunto: incluso denunciando la falsedad de la versión, estarán contribuyendo a un marco de discusión ("Naciones Unidas y el 'procés'") que, en sí mismo, es una victoria del independentismo.

Twitter y Facebook tienen mucho trabajo por delante para que sus plataformas dejen de ser el salvaje oeste y exista un mínimo orden

Donald Trump fue un maestro en el dominio de las noticias falsas. Durante años, por ejemplo, se dedicó a dar pábulo a una historia sin fundamento que decía que Obama no había nacido en suelo americano sino en Kenia, y que por tanto no era un presidente legítimo (la Constitución americana exige la nacionalidad de origen a los presidentes). Por supuesto, la noticia era falsa y Trump lo sabía (así lo ha reconocido después). Pero simplemente darle cancha permitía poner el foco en Obama, sus (presuntas) mentiras y su origen racial (sin mencionarlo directamente). Un 'framing' que favorecía a los republicanos.

¿Cómo se puede combatir la plaga de las noticias falsas? En primer lugar, las redes sociales (Twitter y Facebook) tienen mucho trabajo por delante para que sus plataformas dejen de ser el salvaje oeste y exista un mínimo orden. Cómo hacer compatible esto con el propio modelo de comunicación en red es una de los retos más importantes de las autoridades y los Estados democráticos durante los próximos años. ¿Qué podemos hacer el resto? Hay una corriente de opinión que dice que lo mejor ante las noticias falsas es el silencio. Correr un tupido velo para evitar que la denuncia actúe como una caja de resonancia, ampliando la repercusión de la noticia falsa. Este mismo artículo, por ejemplo, estaría contribuyendo a propagar la versión soberanista sobre la carta de Jordi Sànchez.

placeholder Lazos amarillos en homenaje a los políticos presos durante una manifestación en Madrid. (EFE)
Lazos amarillos en homenaje a los políticos presos durante una manifestación en Madrid. (EFE)

Es esa corriente de opinión —que, durante las elecciones americanas, aconsejaba a Hillary Clinton que no "entrase al trapo" con Trump, que sus mentiras se desmontarían solas— la misma que lleva años (o décadas) consintiendo que los soberanistas cuenten una versión alternativa de la historia y de la realidad política española (el realismo mágico soberanista, los 130 presidentes de la Generalitat, el milenario de Jordi Pujol). Pero, lo cierto, es que esta manera de combatir las 'fake news' ni funcionó con Trump, ni lo hizo con el Brexit, ni lo está haciendo con Cataluña. Así que, aunque sea tan solo por probar un método alternativo de enfrentarse a las 'fake news', aquí va una versión sin paños calientes: lo que ha ocurrido estos días en Cataluña ha sido una farsa, un montaje intencionado para dar verosimilitud a una noticia que sencillamente es falsa. Acabado el numerito de esta semana, que siga el baile soberanista.

Incluso para el lector más atento, los sucesos de la última semana en Cataluña han debido resultar desconcertantes: ¿por qué han propuesto por segunda vez los independentistas a Jordi Sànchez como candidato a 'president'? ¿No lo habían hecho ya? ¿No era además un candidato doblemente inviable, por la negativa de la CUP a votarle y del juez Llarena a autorizar su asistencia al pleno de investidura? ¿No había manifestado el propio Jordi Sànchez su voluntad de abandonar la política?

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