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¿Valls alcalde de Barcelona? Luces y sombras de una audaz jugada política
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Isidoro Tapia

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¿Valls alcalde de Barcelona? Luces y sombras de una audaz jugada política

La elección de Valls acercaría a Ciudadanos a su principal objetivo en las próximas elecciones municipales: conseguir un trofeo mayor, llámese alcaldía de Barcelona o Comunidad de Madrid

Foto: El ex primer ministro socialista francés, Manuel Valls, junto al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, en Barcelona. (EFE)
El ex primer ministro socialista francés, Manuel Valls, junto al presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, en Barcelona. (EFE)

No es muy conocido, pero la reforma del artículo 135 de la Constitución, que en 2011 introdujo el principio de estabilidad presupuestaria, no fue la primera reforma de la misma: en 1992, el Tratado de Maastricht establecía que los ciudadanos europeos podrían ser electores y elegibles en los comicios municipales de otros países, aunque no tuviesen la nacionalidad de los mismos. El art. 13.2 de la Constitución española solo abría esta puerta para el sufragio activo (ser elector), no para el pasivo (ser elegible). Por ello se reformó la Constitución, por unanimidad de los grupos políticos (qué tiempos aquellos) para permitir que ciudadanos de otros países europeos pudiesen ser también candidatos en las elecciones municipales españolas.

Desde entonces, esta posibilidad no ha tenido mucho recorrido en nuestro país. Al menos hasta la ampliación a los países del Este, la inmigración europea que llegaba a nuestro país era estacional o para disfrutar de una apacible jubilación. Y entre el paseo matinal, el yoga, el pilates, la clase de 'mindfulness' y el baile nocturno, queda poco tiempo para dedicarse a la política. A raíz de la ampliación de la UE al Este, España empezó a recibir flujos migratorios más jóvenes (una edad mucho más propia para "meterse en líos"). Y aunque la población residente comunitaria representa un porcentaje significativo del censo en algunas zonas (Levante, Baleares y algunos municipios de la periferia de Madrid), y anecdóticamente ha habido algunos alcaldes comunitarios, en general aquella reforma constitucional introdujo un laudable principio que en nuestro país ha tenido un muy limitado recorrido práctico.

La posible candidatura de Valls tiene una primera lectura en clave europea: que alguien nacido en un país, desarrolle su carrera política en otro

La posible candidatura de Manuel Valls por Ciudadanos a la alcaldía de Barcelona tiene, en mi opinión, una primera lectura en clave europea: que alguien nacido en un país, desarrolle su carrera política en otro (llegando a ser primer ministro) y vuelva a su lugar de origen para participar en la política municipal, es una muy buena noticia. Que el capital humano (y en este caso, el político) se mueva libremente por la Unión, no solo es una buena noticia para Europa, sino también para la política: al fin y al cabo, si un gestor puede dirigir una empresa en Francia y hacerlo con el mismo éxito en España, sería saludable que la política se rigiese por los mismos principios de mérito en lugar de por factores locales, de naturaleza más inconfesable. Por cierto, que en otros países el mestizaje político es mucho más habitual: el alcalde de Londres tiene origen pakistaní, y la alcaldesa de París nació en Cádiz.

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, junto al ex primer ministro socialista francés, Manuel Valls. (EFE)

En realidad, como todos sabemos, la política no se rige por principios meritocráticos (seguramente tampoco lo hace la empresa privada, aunque está sometida a más principios disciplinadores). Así que es oportuno preguntarse también por los efectos más tácticos —si se quiere, más políticos— de la candidatura de Manuel Valls: ¿es una jugada inteligente? ¿Cómo afecta a la política local e incluso qué derivadas puede tener a nivel nacional?

Empecemos por lo local. La candidatura de Valls a la alcaldía de Barcelona es una jugada inteligente en varios sentidos: desarbola el discurso independentista (es mucho más difícil tratar de vender el supuesto apoyo europeo al proceso soberanista cuando enfrente tienes al ex primer ministro francés), acentúa los rasgos más provincianos de la actual alcaldesa de Barcelona (empeñada en convertir nuestra ciudad más conocida a nivel internacional en la aldea gala de Astérix) y además, en mi opinión, tiene serias opciones de salir victoriosa: el perfil de Valls tiene la rara virtud de resultar atractivo tanto a antiguos votantes socialistas como populares. Basta recordar que Inés Arrimadas no solo ganó las últimas elecciones autonómicas en Cataluña, sino que también lo hizo en Barcelona, donde la suma del voto independentista se situó por debajo del 45%. Es decir, que con un resultado similar, Valls estaría en condiciones de ser el próximo alcalde de la ciudad condal. Lo que, por cierto, casaría bastante bien con el carácter afrancesado y postmodernista que siempre ha tenido Barcelona.

Los riesgos de la jugada

¿Cuáles son los riesgos? El principal, que Valls finalmente decline la propuesta, lo que siempre implica poner plomo en las alas del candidato que, como un postre de reserva, lo sustituya (basta preguntárselo al candidato socialista que tenga que enfrentarse a Manuela Carmena en las próximas elecciones municipales en Madrid). Existe también el riesgo de que Valls, más acostumbrado a la política nacional que a la local, no se arremangue lo suficiente para preparar un proyecto de ámbito municipal. Y finalmente está la pregunta de qué ocurriría en caso de que perdiese. Una máxima no escrita en la política municipal es que los candidatos que solo se comprometen a seguir en caso de que ganen, normalmente no lo hacen. En balance, sin embargo, creo que son muchas más las luces que las sombras, y en todo caso una buena noticia para la política española que un ex primer ministro francés se planteé deshacer el rumbo que emprendió Neymar, para jugar en la liga política española. Al menos en el fútbol, nadie discute que el fichaje de estrellas extranjeras hace mejor la competición en su conjunto.

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¿Cuáles son las derivadas en la política nacional? La elección de Valls acercaría a Ciudadanos al que, en mi opinión, debería ser su principal objetivo en las próximas elecciones municipales: conseguir un trofeo mayor, llámese alcaldía de Barcelona o comunidad de Madrid. Este sería el mejor antídoto naranja contra la que ya es la única línea de ataque del PP: la falta de experiencia de gobierno del partido de Rivera. El fichaje de Valls, además, incorpora una voz más al debate sobre el proceso soberanista catalán, que se ha convertido en una mina inagotable para Ciudadanos y un pozo sin fondo para el PP (un pozo en gran medida cavado por los propios populares, como el ministro Montoro ha demostrado la pasada semana). Finalmente, el fichaje de Valls, que fue la última esperanza de presentar un proyecto de gobierno del Partido Socialista francés, es un torpedo a la línea de flotación de los socialistas españoles. Que en apenas unos días, además, se haya sabido que Valls está a punto de dar el sí a Ciudadanos y que Carmena haya dicho que no a los socialistas, no hace sino echar sal en las heridas.

El fichaje de Valls, que fue la última esperanza de presentar un proyecto de gobierno del PSF, es un torpedo para los socialistas españoles

¿Cuáles son los riesgos a nivel nacional? Aparte de los ya comentados (una eventual negativa de Valls tendría obvias repercusiones nacionales) el mayor en mi opinión es que sigue inflando las expectativas de Ciudadanos. Y este es el principal riesgo del partido naranja en las próximas elecciones municipales. Al partido que lidera las encuestas a nivel nacional se le va a exigir ganar las elecciones municipales. Y eso, seguramente, es un imposible. Las elecciones municipales tienen un marcado carácter local, y los candidatos de Ciudadanos son en su mayor parte poco o nada conocidos. El resultado más previsible, en mi opinión, es un retroceso de PSOE y Podemos (que obtuvieron un resultado muy favorable en las últimas elecciones municipales) y la resistencia del PP, gracias al tirón local de sus candidatos. Una analogía histórica podrían ser las municipales de 2003: en plena guerra de Irak y con los hilillos de plastilina todavía saliendo del Prestige, el PP resistió relativamente bien en las municipales (lo que por cierto no impidió que perdiese las siguientes elecciones generales). La gran ventaja de Ciudadanos es que las próximas elecciones municipales coinciden con las europeas, y estas sí suelen tener un marcado carácter nacional: el objetivo de los naranjas no debería ser ganar las municipales (seguramente imposible), sino ganar las europeas y obtener alguna pieza de relieve en las municipales.

No quisiera terminar sin comentar brevemente la reacción que ha producido la posible candidatura de Valls. Las opiniones, como es lógico, son todas respetables. Algunas, sin embargo, producen una cierta desazón. Que se critique el fichaje de Valls por ser nacional de otro país, o incluso que se hable, como se ha hecho, de un nuevo 'bonapartismo', es un síntoma de nuestros peores complejos históricos. Recuerdo que, cuando era niño, pensaba, como muchos otros, que la Quinta del Buitre era la mejor generación de fútbol de la historia porque le marcaba siete goles al Logroñés, y que solo una conspiración le impedía triunfar en Europa. Con el paso de los años, me di cuenta que aunque no hay una fórmula mágica en fútbol hay una que se le acerca: dejar salir al extranjero a tus mejores jugadores, e intentar traer a los mejores jugadores de otros países. Que corra el aire. Los holandeses llevan aplicando esta máxima en su fútbol desde siempre, y han jugado tres veces más finales de la Copa del Mundo que nosotros. En Inglaterra también lo practican, y aunque en el fútbol tal vez no le da muy buenos resultados, en otros ámbitos les va mucho mejor. El gobernador de su banco central es un economista canadiense, sencillamente porque era el mejor preparado. Que en un país que ha tenido alcaldes como Jesús Gil o Julián Muñoz se critique a Manuel Valls por ser francés, es un chascarrillo, con perdón, más propio de una película de Esteso.

No es muy conocido, pero la reforma del artículo 135 de la Constitución, que en 2011 introdujo el principio de estabilidad presupuestaria, no fue la primera reforma de la misma: en 1992, el Tratado de Maastricht establecía que los ciudadanos europeos podrían ser electores y elegibles en los comicios municipales de otros países, aunque no tuviesen la nacionalidad de los mismos. El art. 13.2 de la Constitución española solo abría esta puerta para el sufragio activo (ser elector), no para el pasivo (ser elegible). Por ello se reformó la Constitución, por unanimidad de los grupos políticos (qué tiempos aquellos) para permitir que ciudadanos de otros países europeos pudiesen ser también candidatos en las elecciones municipales españolas.

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