Es noticia
Y a Rajoy por fin le ganaron una mano al mus
  1. España
  2. Desde fuera
Isidoro Tapia

Desde fuera

Por

Y a Rajoy por fin le ganaron una mano al mus

En el mus, tan importante es no tener cartas como tenerlas. Pero también es vital saber valorar los movimientos de todos tus rivales. Y cargarse de paciencia

Foto: Mariano Rajoy llegando a la comparecencia ante los medios de comunicación en el Palacio de la Moncloa. (EFE)
Mariano Rajoy llegando a la comparecencia ante los medios de comunicación en el Palacio de la Moncloa. (EFE)

El peor destino de un jugador de cartas es también el más previsible: después de ir acumulando victorias imposibles a lo largo de una larga vida de tahúr político, a Rajoy le han ganado una partida al mus que puede ser definitiva. Veamos cómo se han repartido las cartas.

La sentencia conocida ayer sobre la primera etapa del caso Gurtel fue demoledora: constata la existencia de una contabilidad paralela en el PP durante décadas, y determina que el testimonio en sede judicial del propio Presidente del Gobierno no tiene "credibilidad". La sensación de que algo tenía que pasar corría ayer como la pólvora por nuestro ecosistema político.

Foto: El extesorero del PP, Luis Bárcenas. (EFE)

El PSOE, en su condición de segundo grupo parlamentario, tomó la iniciativa, convocando para esta mañana a su Ejecutiva y filtrando a diversos medios que valoraba la presentación de una moción de censura. Hasta aquí, todo previsible: los socialistas tenían perfectamente medido que una moción así, aunque con pocas posibilidades de prosperar, pondría en graves aprietos a sus dos grandes rivales políticos: por un lado, robándole la iniciativa a Podemos (entretenido en sus particulares culebrones internos), definitivamente retratado como un socio menor del partido "de la izquierda de Gobierno", como le gusta decir al líder socialista. Por otro, poniendo en un aprieto a Ciudadanos, obligado a elegir entre sostener a un presidente moribundo, o sumar sus votos a los de socialistas y Podemos (además de, potencialmente otros más folclóricos, como independentistas catalanes o la propia Bildu).

La verdadera sorpresa ha saltado cuando Ciudadanos, saltándose el guion, ha anunciado su disposición a apoyar una moción "para convocar elecciones", si antes no las convoca el propio presidente del Gobierno. Que este anuncio ha pillado con el paso cambiado al PSOE lo demuestran varios hechos: los socialistas han registrado a toda prisa la moción de censura (antes incluso de la propia comparecencia de Sánchez), con el objetivo aparente de bloquear la convocatoria anticipada de elecciones por Rajoy (nuestra Constitución impide la disolución de las Cortes mientras se tramita una moción de censura). Durante su comparecencia, seguramente falto de reflejos ante el inesperado anuncio de Ciudadanos, Sánchez ha afirmado que el objetivo de su moción es "gobernar", sin aclarar cuándo convocaría elecciones, ni tampoco cómo piensa llevar a cabo su labor de gobierno (¿con qué mayorías? ¿con qué presupuestos?). Incluso ha cruzado una línea que hasta ahora no se había atrevido a pisar, aceptando la posibilidad de ser elegido con los votos independentistas (ha recordado que así lo fue la actual presidenta del Congreso).

placeholder El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa. (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, durante una rueda de prensa. (EFE)

La consecuencia de todo ello, hasta cierto punto esperpéntica, es que ahora mismo es la moción socialista y la fantasiosa intención de su líder de formar un gobierno que siente juntos a Podemos, Ciudadanos y los partidos independentistas, lo que mantiene bloqueado nuestro escenario político e impide la convocatoria de las elecciones. Las carreras socialistas por registrar la moción entrarán en los anales del filibusterismo político. También, en los manuales de cómo convertir una oportunidad política (por primera vez en la legislatura los socialistas podían haber disfrutado de la iniciativa) en un sonoro fiasco.

¿Tiene visos de prosperar esta moción? Hacer las cuentas es menos complicado de lo que parece. Podemos ha dado un cheque prácticamente en blanco a la misma, asediado como está por sus líos inmobiliarios y por su interés en expiar su negativa a la investidura del propio Sánchez, hace casi dos años, una especie de pecado original en el declive político de los morados. Los independentistas podrían perfectamente apuntarse al carro (cuanto más lío en Madrid, mejor), simplemente con que Sánchez no fuese demasiado beligerante contra ellos (algo por cierto que contrasta con su estrategia más reciente de endurecer el discurso contra Torra, lo que reconfirma lo improvisado de la operación). Así llegamos a 172 diputados: Sánchez necesita cuatro más que deberían salir de PNV (5), Bildu (2), Coalición Canaria (1) o Nueva Canarias (1). Salvo Bildu (cuyo voto es una incógnita, aunque no habría que descartar su apoyo), los demás partidos han expresado su disposición a sentarse a hablar con Sánchez. Que sean los mismos partidos que han exprimido hasta el límite al Gobierno en la negociación presupuestaria (cuya tramitación, por cierto, queda ahora en el aire) añade un punto de sadismo a la caída de Rajoy.

placeholder El líder de Ciudadanos Albert Rivera, a su llegada al Congreso de los Diputados. (EFE)
El líder de Ciudadanos Albert Rivera, a su llegada al Congreso de los Diputados. (EFE)

He dejado fuera de las cuentas a Ciudadanos porque su secretario general ha anunciado que para la moción de los socialistas, para intentar gobernar con tirios y troyanos, que no cuenten con ellos. Esto era lo previsible. La verdadera sorpresa ha sido cuando ha exigido a Rajoy la convocatoria inmediata de elecciones, y ha mostrado su disposición a apoyar una moción de censura "instrumental", dirigida exclusivamente a este fin (ya avisábamos en esta misma columna hace unos meses que convenía seguirle el rastro a la moción non-nata de Aznar y Anguita en 1995). ¿Cómo podría implementarse esta moción "instrumental"? Por ejemplo, proponiendo una figura de consenso (un exmagistrado, por ejemplo, o un expresidente de una alta institución del Estado sin filiación partidista) que se comprometa exclusivamente a firmar un decreto de convocatoria de elecciones justo después de ser investido.

Es, efectivamente, una solución excepcional, con tintes entre 'House of Cards' y la política italiana: pero quizás la única salida a la situación a la que nos han conducido décadas de corrupción consentida en el partido del gobierno. Lo razonable, y también lo mejor para los intereses generales, es que el propio Rajoy decidiera poner fin a este tormento y presentara voluntariamente su dimisión, procediendo a la convocatoria de elecciones. Precisamente porque es la salida más honrosa, lo normal es darle al presidente un periodo de gracia antes de presentar la moción, no correr apresurados a hacerlo.

Que la jugada de Ciudadanos ha pillad también a contrapié a Rajoy ha sido evidente en su comparecencia, en la que el presidente se ha mostrado incapaz de aclarar cómo reaccionará a la pérdida de su principal apoyo parlamentario, a la exigencia de convocatoria anticipada de elecciones, o a la amenaza de una moción "instrumental". Las perspectivas del PP en unas elecciones anticipadas son endiabladas: teniendo que improvisar un candidato, con los rescoldos de una sentencia demoledora y de los muchos casos de corrupción todavía vivos, la agónica negociación presupuestaria y el interminable desafío en Cataluña. Tampoco son mucho mejores para PSOE y Podemos, deprimidos en las encuestas y con la mochila llena de líos internos. En realidad, las elecciones solo pintan de forma favorable para Ciudadanos, con el viento de cola en las encuestas. Pero en eso precisamente consiste el juego del mus: cuando no tienes cartas, como era el caso de los socialistas, no debes jugarte un órdago. Cuando las tienes, como le ocurre a Ciudadanos, debes esperar a que sea tu rival el que envide primero.

El peor destino de un jugador de cartas es también el más previsible: después de ir acumulando victorias imposibles a lo largo de una larga vida de tahúr político, a Rajoy le han ganado una partida al mus que puede ser definitiva. Veamos cómo se han repartido las cartas.

Mariano Rajoy Ciudadanos Caso Gürtel