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La urgencia de Iglesias hizo presidente a Sánchez y el harakiri a Podemos
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Isidoro Tapia

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La urgencia de Iglesias hizo presidente a Sánchez y el harakiri a Podemos

Ciudadanos, efectivamente, ha salido arañado, aunque todavía tiene margen de recuperación. Podemos, en cambio, ha podido salir herido de muerte

Foto: El secretario general del PSOE Pedro Sánchez, saluda al líder de Podemos Pablo Iglesias, tras la moción de censura. (EFE)
El secretario general del PSOE Pedro Sánchez, saluda al líder de Podemos Pablo Iglesias, tras la moción de censura. (EFE)

Mucho se ha hablado y escrito sobre la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a la presidencia. Más allá del cambio de gobierno, los ríos de tinta se han cargado sobre el papel de Ciudadanos, que hasta ahora lideraba todas las encuestas. Yo prefiero ser más tradicional al contar los amarracos, y pienso que el gran perdedor de una moción de censura es quien la pierde (y el PP ha perdido el gobierno), y el gran triunfador, quien la gana (el PSOE). Evidentemente, aquí no se queda el impacto político: pero si analizamos sus consecuencias sobre los partidos 'nuevos', mi opinión es minoritaria: Ciudadanos, efectivamente, ha salido arañado, aunque todavía tiene margen de recuperación. Podemos, en cambio, ha podido salir herido de muerte.

Volvamos a la realidad política previa a la moción. Podemos no ha dejado de meterse en líos en los últimos meses (la conspiración de Bescansa, el chalé, la batalla en Andalucía) pero lo cierto es que, para sorpresa de muchos –incluido quien escribe - Podemos nunca se ha hundido en las encuestas. Al contrario, incluso crecía. Miremos por ejemplo el CIS: en octubre, Podemos obtenía una estimación de voto del 18,5%, que subió al 19% en enero y al 19,6% en abril. En el mismo periodo, el PSOE registraba la tendencia exactamente contraria: su apoyo fue del 24,2%, 23,1% y 22% respectivamente.

¿Cómo crecía Podemos? Podemos estaba capturando voto de los socialistas, fundamentalmente voto femenino (quizás activado por las movilizaciones posteriores al 8-M). De hecho, el gap de género de Podemos (su menor apoyo entre las mujeres), tradicionalmente su talón de Aquiles y una de las fortalezas socialistas, se había reducido hasta prácticamente desaparecer en el último CIS. En el PSOE había sucedido lo contrario.

A modo de curiosidad: la transferencia de voto (femenino) del PSOE a Podemos era uno de los grandes movimientos demoscópicos que estaban teniendo lugar en nuestro país. El otro era el voto (sobre todo masculino) que se iba del PP a Ciudadanos. Pero lo segundo da para un artículo distinto.

Así que en estas estábamos cuando se cruzó la moción de Pedro Sánchez. La historia es conocida: Pablo Iglesias comprometió rápidamente el voto afirmativo de los diputados de Podemos “sin condiciones” (71 diputados imprescindibles para alcanzar la mayoría absoluta; los socialistas aportaron solo unos pocos más, 84). No se quedó ahí: hizo gestiones con Puigdemont y con el PNV para lograr el sí de diputados catalanes y vascos. Y seguramente su disposición de presentar una segunda moción, si fracasaba la de los socialistas, fue fundamental para decantar el voto del PNV.

¿Por qué corrió tanto Iglesias? Seguramente había una aplastante mayoría de votantes de Podemos favorables a echar a Rajoy. Y sin duda el líder de Podemos quería blanquear la imagen de duro que se ganó al votar en contra de Sánchez en su investidura fallida en 2016. Pero, ¿la única opción era un gobierno monocolor de Sánchez? Iglesias podía haber propuesto una moción conjunta a los socialistas, negociado un gobierno de coalición o un programa de gobierno. Entre la interminable lista que pidió en 2016 (vicepresidencias, CNI, etc.) y no pedir absolutamente nada hay un abismo. La paradoja es que, con una mayoría mucho más precaria, Pedro Sánchez ha formado ahora un gobierno como si tuviese mayoría absoluta.

Porque una vez Rajoy está fuera de la Moncloa, ¿qué viene después para Podemos? En mi opinión, empieza su viacrucis. Quizás convenga citar a Laclau, el teórico de cabecera de los morados: “No hay populismo sin una construcción discursiva del enemigo”. Y el enemigo de Podemos, la columna vertebral de su discurso, era “M punto Rajoy”. Aunque normalmente se sitúa el origen de Podemos en el 15-M de 2011 (cuando todavía gobernaba el PSOE y el Ministro del Interior era Rubalcaba), esta fue solo su génesis organizativa. Su ascenso meteórico en nuestro firmamento político tuvo lugar en 2014, a raíz de la aparición de los papeles de Bárcenas . Para Podemos, Rajoy era el enemigo. El PSOE era otra cosa: durante un tiempo, con la gestora, tal vez fue cómplice del marianismo. Pero el “nuevo” PSOE de Pedro Sánchez era simplemente un instrumento inservible para echar del gobierno al PP.

¿Qué espacio político le queda a Podemos tras la salida de Rajoy? Podemos no solo se queda huérfano de Rajoy, sino sin ninguno de los motores que labraron su edificio político. Los recortes, la corrupción, o hasta el “gobierno del IBEX”, son categorías políticas que perderán relieve en los próximos meses, con el PP fuera del gobierno. Y porque nadie podrá acusar a Sánchez de haber llegado a la Moncloa a lomos de la banca o las eléctricas.

Sigamos: Pablo Iglesias, que siempre tuvo claro que el poder se ejerce a través del BOE, no es que se haya quedado sin sillones. Ha perdido hasta la funda de los cojines. Iglesias le firmó a Pedro Sánchez un cheque en blanco y el líder socialista ha hecho un gobierno monocolor sin un solo ministro del ámbito político de Podemos. Ni un solo guiño a los morados.

No hace falta preguntarle a Iván Redondo por los motivos de esta jugada, porque es evidente: Sánchez (o Redondo) piensa que los votantes de Podemos van a volver al redil socialista sin necesidad de hacer nada, simplemente por el hecho de haber sacado a Rajoy de la Moncloa. En cambio, son los votantes de Ciudadanos los que requieren de más trabajo y esmero, los que hay que cultivar para atraer al proyecto de Sánchez. En esta clave deben entenderse los gestos centristas de su gabinete.

Así que volvamos a la pregunta: ¿por qué corrió tanto Iglesias? Podemos subía en las encuestas, mientras el PSOE bajaba. Los diputados de Podemos eran imprescindibles para cualquier operación de desalojo a Rajoy. Y, sin embargo, Iglesias se ha saltado su propio manual: se ha quedado sin espacio político y sin resortes de poder. La única explicación que se me ocurre es que Iglesias tenía sus propias urgencias: pasar página al asunto del famoso chalé y, sobre todo, al (sorprendente) voto de castigo que recibió en la consulta interna convocada al efecto. Por sorprendente que parezca, hay una línea que lleva de Galapagar al gobierno de Sánchez en la Moncloa.

Pablo Iglesias, y con él Podemos, se han quedado en tierra de nadie. No están en el gobierno, pero tampoco pueden estar en la oposición, porque no pueden oponerse frontalmente a quien acaba de echar a Rajoy de la Moncloa. Cabe esperar que en los próximos meses se produzca una “mini-luna de miel” de los socialistas. Así ocurre casi siempre con los nuevos gobiernos. En 2004, el PSOE subió en intención de voto unos 10 puntos comparando el CIS anterior a las elecciones y el posterior (después perdieron 2 puntos en los dos siguientes trimestres). En 2008 también vivieron una “mini-luna de miel” tras las elecciones: incrementaron su apoyo en 3.4 puntos, aunque los perdieron en el siguiente sondeo. Es difícil determinar la duración e intensidad de la luna de miel que vamos a vivir, que dependerá de los aciertos y errores del nuevo gobierno. Pero mi intuición me dice que cuando veamos las próximas encuestas, el previsible salto del PSOE se producirá, fundamentalmente, a costa de Podemos. Quizás entonces los diputados morados que recibieron enardecidos a Pedro Sánchez al grito de “Si, se puede”, empiecen a tentarse la ropa. Y, algunos, tal vez noten que les falta la cartera.

Mucho se ha hablado y escrito sobre la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a la presidencia. Más allá del cambio de gobierno, los ríos de tinta se han cargado sobre el papel de Ciudadanos, que hasta ahora lideraba todas las encuestas. Yo prefiero ser más tradicional al contar los amarracos, y pienso que el gran perdedor de una moción de censura es quien la pierde (y el PP ha perdido el gobierno), y el gran triunfador, quien la gana (el PSOE). Evidentemente, aquí no se queda el impacto político: pero si analizamos sus consecuencias sobre los partidos 'nuevos', mi opinión es minoritaria: Ciudadanos, efectivamente, ha salido arañado, aunque todavía tiene margen de recuperación. Podemos, en cambio, ha podido salir herido de muerte.

Pedro Sánchez