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"¿Dónde vas? Manzanas traigo". La arriesgada respuesta al desafío catalán
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Isidoro Tapia

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"¿Dónde vas? Manzanas traigo". La arriesgada respuesta al desafío catalán

Cuando Pedro Sánchez habla de esta manera, lo que en realidad ocurre es que deja de oír y de ver para poder seguir hablando. No hay otra explicación para el optimismo de Moncloa

Foto: Pedro Sánchez y Quim Torra. (Reuters)
Pedro Sánchez y Quim Torra. (Reuters)

En un pueblo de montaña al norte de Tokio, en el santuario de Toshugo, hay una escultura conocida como 'Los tres monos sabios'. Sus nombres en japonés lo dicen todo: Mizaru (“no veo”), Kikazaru (“no oigo”) e Iwazaru (“no hablo”). El imaginario colectivo acusa a Rajoy de haber hecho caso solo al último (“no hablo”) para gestionar el conflicto en Cataluña. No es del todo cierto. El expresidente lanzó la llamada operación diálogo e incluso mantuvo varios encuentros discretos con el 'president' Mas y después con Puigdemont, para intentar reconducir la situación en Cataluña. El resultado fue un fracaso estrepitoso.

Lo que sí en cambio parece más ajustado a la realidad es que Sánchez ha decidido seguir el consejo de los dos primeros monos: se ha tapado los ojos y los oídos para recibir al 'president' Torra. Ojalá, por lo que afecta a la convivencia entre todos y especialmente entre los catalanes, obtenga mejores resultados. Mucho me temo que no será así. Yo al menos soy bastante pesimista al respecto.

Foto: Pedro Sánchez, junto con el 'president' Quim Torra, durante su reunión en La Moncloa, este 9 de julio. (EFE)

Tengo muchos amigos de izquierdas que se echan las manos a la cabeza cuando oyen hablar de la “superioridad moral de la izquierda”. No entienden de qué se les acusa. Así que voy a tratar de explicarlo a través de varios ejemplos. Superioridad moral es, por ejemplo, pensar que puedes nombrar al presidente de RTVE de la misma manera de siempre (a través de un dedazo), pero que esta vez será diferente simplemente porque tu candidato “es mejor”, porque “no es tan sectario como los anteriores” o porque nunca se “prestará a manipular la televisión pública”.

Ejemplos de superioridad moral

Superioridad moral es pensar que el problema de la inmigración en Europa es que el Gobierno anterior quería dejar morir a los inmigrantes en alta mar, y que todo era tan sencillo como ofrecer tus puertos para que atracasen los barcos. Y superioridad moral es también pensar que el conflicto en Cataluña era simplemente consecuencia de la cerrazón del anterior Gobierno. Sobre los dos primeros asuntos (la radiotelevisión pública y la inmigración), el Gobierno de Sánchez se ha llevado sus primeras duchas de agua fría. Una rectificación en toda regla en RTVE, después del malestar de los trabajadores del ente público con el candidato pactado por PSOE y Podemos.

Sobre inmigración, ha sido una rectificación más sorda, un comedimiento en el entusiasmo para ofrecer nuestros puertos tras el baño de 'realpolitik' que se llevó Sánchez en la reciente cumbre europea. Pero sobre lo tercero todavía se sigue en el espejismo: como dijo el propio Sánchez en una respuesta parlamentaria al diputado de ERC Gabriel Rufián, de lo que se trata ahora es de “restañar las heridas que se han producido en los últimos años como consecuencia de la falta de criterio del anterior Gobierno, que ha causado la fractura social que existe ahora mismo en Cataluña”.

Al hablar de esta manera, lo que ocurre es que se deja de oír y de ver para poder seguir hablando. No hay otra explicación para el optimismo de Moncloa


Sin duda, es positivo que el presidente del Gobierno y el de la Generalitat hayan vuelto a hablar. Pero hablar no puede consistir en un intercambio de notas sonoras. Se habla 'de algo', o al menos se habla 'para algo'. De lo contrario, se convierte en un “¿Dónde vas? Manzanas traigo”. Cuando se habla de esta manera, lo que en realidad ocurre es que se deja de oír y de ver para poder seguir hablando.

No hay otra explicación para el optimismo de Moncloa después de repasar las respuestas de Torra en su rueda de prensa: "No vamos a renunciar al derecho de autodeterminación porque es un derecho que pertenece al pueblo de Cataluña". “Los dos temas centrales de la reunión han sido los políticos exiliados y la autodeterminación”. "No vamos a invitar al Rey al homenaje a las víctimas del atentado de Barcelona”. En fin, que nada parece haber cambiado en la receta del independentismo: autodeterminación, liberación de los políticos presos y ataques a la Corona.

¿Cuál es la estrategia de Sánchez? ¿Y por qué pienso que no va a funcionar? El pasado domingo, en este mismo periódico, Carlos Sánchez, en un sugerente artículo, ponía sobre la mesa 10 propuestas para encauzar el conflicto en Cataluña. Había propuestas de todos los tipos (reconocimiento plurinacional, reforma del Senado y del resto de órganos constitucionales, financiación autonómica, etcétera). Algunas me merecen una opinión más favorable que otras. Todas ellas, sin embargo, tenían un elemento en común: ninguna puede llevarse a cabo con la precaria mayoría que sostiene al actual Gobierno.

La reforma territorial es inviable

No me refiero tan solo a que políticamente sea temerario abordar este debate sin dos partidos (PP y Ciudadanos) que representan cerca del 50% del electorado. Es que matemáticamente es inviable ninguna propuesta de reforma territorial que pueda concitar el apoyo, al mismo tiempo, de Bildu, independentistas catalanes, Podemos y socialistas andaluces. La mayoría que aupó a Pedro Sánchez a La Moncloa fue tan accidental como efímera: apuesto que no habrá más de tres o cuatro ocasiones, en lo que reste de legislatura, en que vuelvan a reunirse. Y, desde luego, no será sobre temas como cambiar la articulación territorial del Estado. Ni siquiera es viable para una simple propuesta de financiación autonómica.

A esta conclusión (que el Gobierno no puede cambiar la estructura territorial, incluso aunque quiera) han llegado sin duda los independentistas catalanes, que tienen la sagacidad política propia de quienes no ocupan su tiempo en otra cosa. Lo que ocurre es que vivimos una reedición del juego de la gallina que ya vimos el pasado octubre, solo que al revés. Si entonces el juego consistía en aguantar sin pestañear mientras nos asomábamos al abismo, ahora se trata de darnos la mano y pasear juntos sin que parezca que no queremos hacerlo.

Foto: La nueva ministra de Política Territorial y Función Pública y secretaria de Impulso Federal del PSC, Meritxell Batet, este 9 de junio en Barcelona. (EFE)

Ahora se trata de parecer más favorable al dialogo que el otro. ¿Puede generar esto una dinámica positiva, reforzar los sectores más moderados del independentismo, y dejar en evidencia la estrategia de ruptura de los acólitos de Puigdemont? Sí, podría. Pero, sin caer en el dramatismo histórico, déjenme también contarles cómo podría acabar también. O al menos cómo acabó en otra época lejana una parecida estrategia de desinflamación.

Se dice que la historia demuestra cuántas veces se puede tropezar en la misma piedra. A veces, las similitudes son escalofriantes. Basta repasar lo ocurrido tras la anterior proclamación del “Estado catalán dentro de la Republica española”, en octubre de 1934. La proclamación, hay que recordarlo, había sido un fiasco para los propios independentistas (ni más ni menos que la DUI del pasado mes de octubre), que la calificaron como “el ridículo más espantoso”. Pero consiguieron escapar de aquel ridículo a través de dos decisiones de una infinita torpeza. Primero, el encarcelamiento de los lideres independentistas por parte del Gobierno de la República. Y después de las elecciones de 1936, su no menos torpe liberación.

El nuevo Gobierno que salió de aquellos comicios, presidido por Azaña, era un Gobierno parlamentariamente débil, sostenido sobre los apoyos de los diputados catalanes, lo que le llevó a aprobar un decreto-ley de amnistía, liberar a los presos y restaurar a Companys como presidente catalán. De esta forma se dio por bueno el relato soberanista hasta convertirlo en verídico: la autonomía había sido suprimida por las fuerzas reaccionarias españolas y gracias a la heroica resistencia nacionalista (y la comprensión de la izquierda española), se había restaurado.

Me gustaría preguntarle al Gobierno de qué habla cuando habla de “diálogo”. Porque hablar no es la meta, sino el camino


No, no creo que estemos en 1936. No creo que tampoco entonces se dieran pasos en falso a sabiendas de dónde conducían. No voy a caer en la superioridad moral inversa, la de quienes creen que el objetivo secreto de la izquierda es “romper España”. Pero sí me gustaría preguntarle al Gobierno de qué habla cuando habla de “diálogo”. Porque hablar no es la meta, sino el camino. Qué se quiere cambiar, para qué, con qué mayorías. De lo contrario, no nos queda sino pensar, como escribía Ignacio Varela, que lo único que de verdad les importaba de la reunión era la foto.

En un pueblo de montaña al norte de Tokio, en el santuario de Toshugo, hay una escultura conocida como 'Los tres monos sabios'. Sus nombres en japonés lo dicen todo: Mizaru (“no veo”), Kikazaru (“no oigo”) e Iwazaru (“no hablo”). El imaginario colectivo acusa a Rajoy de haber hecho caso solo al último (“no hablo”) para gestionar el conflicto en Cataluña. No es del todo cierto. El expresidente lanzó la llamada operación diálogo e incluso mantuvo varios encuentros discretos con el 'president' Mas y después con Puigdemont, para intentar reconducir la situación en Cataluña. El resultado fue un fracaso estrepitoso.

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