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Los riesgos de ser un presidente 'instagrammer'
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Isidoro Tapia

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Los riesgos de ser un presidente 'instagrammer'

Los tiros políticos a menudo salen por la culata. Dime cuál es tu punto de apoyo y te diré por dónde puede empezar tu caída

Foto: Sánchez, en la base aérea de Los Llanos, en Albacete, esta semana. (EFE)
Sánchez, en la base aérea de Los Llanos, en Albacete, esta semana. (EFE)

La política es un arma con retroceso. Zapatero construyó su mayoría social sobre el electorado de izquierdas. Cuando tuvo que recortar el gasto público, su base de apoyo se convirtió en su punto más débil difuminándose rápidamente. A Rajoy le pasó algo parecido con Cataluña: en 2015 se presentó a las elecciones como el garante de la estabilidad frente a la amenaza populista de Podemos. Un referéndum de autodeterminación y una DUI más tarde, su papel de garante del 'statu quo' había quedado en entredicho, el mismo que le había hecho revalidar la presidencia.

Los tiros políticos a menudo salen por la culata. Las fortalezas se pueden convertir rápidamente en debilidades y viceversa. Dime cuál es tu punto de apoyo y te diré por dónde puede empezar tu caída.

Foto: Los reyes Felipe VI y Letizia y el presidente del gobierno Pedro Sánchez y su mujer Begoña Gómez, durante la recepción en el Palacio Real. (EFE) Opinión
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Que la presidencia de Pedro Sánchez no es 'ordinaria' lo sabemos desde el mismo momento de la moción de censura. Un Gobierno sostenido por 84 diputados tiene un recorrido limitado si de lo que se trata es de gobernar, es decir, de aprobar leyes, modificar normas o hacer reformas. Pero si de lo que se trata es de ocupar con imágenes el ciclo informativo, la capacidad de este Gobierno es la misma que la de cualquier otro. Seguramente consciente de ello, de que su gran fortaleza era ocupar la atalaya presidencial durante unos meses, desde el primer momento Pedro Sánchez se lanzó sin comedimiento a ocupar las redes sociales con su recién estrenado traje. La carrera matinal por los jardines de La Moncloa y la entrañable escena con los perros fueron una carta de presentación de lo que vino después, la imagen de un presidente cercano, moderno y saludable, frente al empedernido fumador de puros y lector de periódicos deportivos que hasta pocos días antes ocupaba el Palacio de la Moncloa. Cómo había cambiado España en apenas un suspiro.

El ciclo informativo es como un león hambriento: hay que alimentarlo todos los días. Un Gobierno que no gobierna no puede guarecerse e hibernar

Crecidos por el tsunami de alabanzas con el que se recibió al nuevo Ejecutivo, los asesores del presidente insistieron por el mismo camino: a bordo del Falcon presidencial se fotografió con unas gafas de sol que daban a entender que el presidente podía ponerse a los mandos de la nave en caso necesario. Pocos días después, en un arrebato artístico de la mejor escuela expresionista, se nos regaló una instantánea de las falanges presidenciales: por si existía alguna duda sobre su significado, la cuenta oficial de Twitter de La Moncloa aclaraba que “las manos del presidente muestran la determinación del Gobierno”. Expresionismo con manual de instrucciones.

placeholder Pedro Sánchez y su esposa, a su llegada al concierto de The Killers. (EFE)
Pedro Sánchez y su esposa, a su llegada al concierto de The Killers. (EFE)

De tanto exceso vino algún tropezón: algún asesor presidencial debió pensar que la foto de Pedro Sánchez en el concierto de The Killers era exactamente eso, un 'killer' político, la imagen perfecta para retratar a un príncipe moderno, el estadista que asiste a las cumbres internacionales por las mañanas, pero que disfruta como un rockero más en sus ratos libres, una especie de Trudeau ibérico. Pero como a todas luces resultaba un exceso que el avión presidencial hiciese cuatro trayectos para que el presidente pudiese hacerse su foto, el escándalo saltó a la portadas y durante algunas semanas el ritmo de creación de estampas presidenciales bajó un poco.

Si el fotógrafo de La Moncloa no ha pedido todavía un aumento de sueldo, debe estar a punto de hacerlo, porque su carga de trabajo se ha disparado

Pero el ciclo informativo es como un león hambriento: hay que alimentarlo todos los días. Un Gobierno que no gobierna no puede simplemente guarecerse e hibernar (algo que solo estaba al alcance de Rajoy). Y como el propio presidente tiene una cierta querencia por explotar su propia imagen, rápidamente la cuenta de Twitter de La Moncloa volvió a la carga: una cumbre con Merkel en Doñana fue la excusa para una sesión de fotos veraniega por el paraje natural de los dos matrimonios (debo reconocer que en 13 años que lleva en la cancillería alemana, fue la primera vez que vi a Merkel acompañada en una foto oficial por su marido, que ha preferido durante este tiempo alejarse del foco público). Un paseo por la Quinta Avenida con sus guardaespaldas se convertía en una escena de 'Men in Black', sugiriendo que el presidente podía haber tenido una carrera de actor con parecido éxito de habérselo propuesto; una foto con Trudeau por aquí, una visita a la Casa Blanca por allá (con chaleco nuevo incluido). Si el fotógrafo de La Moncloa no ha pedido todavía un aumento de sueldo, debe estar a punto de hacerlo, porque su carga de trabajo se ha disparado.

placeholder Los Reyes, junto a Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez. (EFE)
Los Reyes, junto a Pedro Sánchez y su mujer, Begoña Gómez. (EFE)

El riesgo, como decía al principio, es que las estrategias políticas tienen un efecto bumerán, sobre todo cuando se llevan demasiado lejos. Un error de protocolo durante la fiesta nacional, un malentendido seguido de un embarazoso apretón de manos, tan ridículo como carente de significado, sería una anécdota más para cualquier Gobierno. Para este, en cambio, se convierte en un problema político de primer orden. Se suceden las explicaciones de todo tipo (que si estaba prevista una foto oficial, que si fue culpa del ujier, que si de la presidenta del Congreso por sonreír demasiado, hasta obligar al presidente a extender su mano) y hasta la propia Zarzuela tiene que salir (difícil decir si por iniciativa propia) con un comunicado tan extemporáneo como parco en explicaciones. Una conspiración cósmica antes de reconocer lo que es obvio para cualquiera que haya visto las imágenes: que el presidente se hizo un lío. Basta ver la mirada que le dedica Begoña Gómez para saber a quién hace ella responsable el patinazo.

Que la semana del hasta ahora mayor logro político del Gobierno (alcanzar un acuerdo de Presupuestos con Podemos, que no obstante está todavía lejos de reunir los apoyos necesarios para salir adelante) se haya visto ensombrecido por el 'besamanosgate', no es ni una conspiración de los medios ni el ataque despiadado de una derecha ultramontana que no reconoce la legitimidad de Pedro Sánchez. Es mucho más sencillo: es el reflejo de abusar de Instagram como arma política. Es el talón de Aquiles de un Gobierno que ha hecho de la imagen su catecismo político. Mientras algunos nos dedicábamos a leer la letra pequeña del acuerdo de Presupuestos buscando pistas sobre el devenir de los próximos meses, tengo la sospecha de que el punto de inflexión ocurrió en realidad en la recepción en la Zarzuela, que el incidente puede tener más recorrido del que 'a priori' parece. Que representa el momento en que el espejo dejó de mostrarle a Dorian Gray sus facciones apolíneas, y empezó a enseñarle sus arrugas. Que el pasado viernes los dioses de la imagen empezaron a volverse contra uno de sus más afamados caballeros.

La política es un arma con retroceso. Zapatero construyó su mayoría social sobre el electorado de izquierdas. Cuando tuvo que recortar el gasto público, su base de apoyo se convirtió en su punto más débil difuminándose rápidamente. A Rajoy le pasó algo parecido con Cataluña: en 2015 se presentó a las elecciones como el garante de la estabilidad frente a la amenaza populista de Podemos. Un referéndum de autodeterminación y una DUI más tarde, su papel de garante del 'statu quo' había quedado en entredicho, el mismo que le había hecho revalidar la presidencia.

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