Es noticia
Íñigo, Manuela y Hamlet
  1. España
  2. Desde fuera
Isidoro Tapia

Desde fuera

Por

Íñigo, Manuela y Hamlet

Íñigo parecía aguantarlo todo, resignado a conformarse con la cuchara de palo de una candidatura a la Comunidad de Madrid a dos años vista

Foto: Íñigo Errejón y Manuela Carmena en una foto de archivo. (EFE)
Íñigo Errejón y Manuela Carmena en una foto de archivo. (EFE)

Una de las preguntas que asaltan a cualquier lector de Hamlet es por qué su protagonista tarda tanto en vengar la muerte de su padre. Al principio de la obra, el espectro le relata a Hamlet las verdaderas circunstancias del acceso de su tío Claudio al trono de Dinamarca. Pero Hamlet duda, y las escenas se van sucediendo sin que el príncipe Hamlet se atreva a cobrarse su venganza.

Durante los dos últimos años, un sentimiento parecido provocaba ver a Iñigo Errejón andar cabizbajo por la planicie política madrileña, y aceptar de forma sumisa las humillaciones de Pablo Iglesias. En qué momento se produjo la separación personal entre Iglesias y Errejón es algo que desconozco. Su separación política, en cambio, fue pública y notoria: Errejón era partidario de facilitar la investidura de Pedro Sánchez a principios de 2016, y contrario a la coalición electoral de Podemos con IU (el "pacto de los botellines") en la repetición de las elecciones que se produjo pocos meses después. En ambos planteamientos puede decirse, a posteriori, que Errejón estaba en lo correcto. Curiosamente, sin embargo, ya fuese por despecho o como simple excusa, Iglesias le hizo responsable del relativo fracaso en las elecciones de junio de 2016, y no se cansó de señalar que había sido Errejón el responsable de la campaña (algo cierto, pero con el importante matiz de que la decisión más importante de la campaña, la coalición electoral, se tomó a su pesar). Aquella separación política fue el germen de la soterrada batalla por el liderazgo en la asamblea de Podemos de Vistalegre 2, a principios de 2017. Después de su victoria, Iglesias se aplicó sin complejos a la purga de su rival político.

Le quitó la secretaria política y la portavocía en el Congreso de los Diputados, lo movió físicamente hacia atrás en el Hemiciclo para hacer aún más visible su caída en desgracia, y hasta lo echó de las tertulias radiofónicas en las que con tanta desenvoltura se movía Errejón. Íñigo parecía aguantarlo todo, resignado a conformarse con la cuchara de palo de una candidatura a la Comunidad de Madrid a dos años vista.

Pero la política premia a los pacientes. Y está venganza más que fría, se ha servido congelada. Errejón ha esperado el momento de mayor debilidad de Iglesias. Con el resultado de las elecciones andaluzas aún reciente, donde se han constatado las limitaciones de la coalición entre Podemos e IU. A apenas cuatro meses de las elecciones municipales y autonómicas, sin apenas tiempo para improvisar una candidatura alternativa en la Comunidad de Madrid, y con el riesgo evidente, si se responde a la provocación, de que esta candidatura obtenga menos votos que la de Errejón, y si no se responde, de dejar pasar un desafío mayúsculo al liderazgo de Iglesias. E incluso, para rizar el drama shakesperiano con notas de comedia de Almodóvar, Errejón ha hecho pública su carta durante la baja de paternidad de Iglesias, que no se ha resistido a interrumpirla, dejando claro que en los asuntos de mayor trascendencia se sigue considerando insustituible.

Quizás la mayor duda es por qué Manuela Carmena se ha prestado a colaborar en una operación de tamaña envergadura. Pero es que la alcaldesa de Madrid, mas allá de su apariencia tierna y entrañable, guarda dentro de sí un animal político forjado en los hierros de las siglas del PCE, la escuela de la que proceden todas las conspiraciones políticas dignas de tal nombre.

Quizás la mayor duda es por qué Manuela Carmena se ha prestado a colaborar en una operación de tamaña envergadura

Está por ver cuáles con las consecuencias de este movimiento sísmico en Podemos. Es posible que Iglesias no tengo otro remedio que envainar la espada. Pero incluso si la partida acaba en tregua, la batalla solo se habrá pospuesto unos meses. Porque lo que emerge en el fondo del paisaje es un nuevo movimiento político en el tablero de la izquierda, también un tercer partido a este lado del espectro. Los españoles nunca fuimos de hacer las cosas a medias, y después de largas décadas de bipartidismo, hemos abrazado el multipartidismo con la furia de los conversos.

Los que escribimos a menudo sobre casi todo nos equivocamos la mayoría de las veces. De vez en cuando, sin embargo, acertamos. Hace casi dos años escribí un minirelato de política ficción. El PSOE estaba entonces a las puertas de las primarias que enfrentarían a Pedro Sánchez con Susana Díaz. A la vista de los dos candidatos que concurrían, escribí sobre las mismas que "los socialistas parecen condenados a una elección entre susto o muerte, unas primarias a cara de perro que muy probablemente acabaran con la práctica desaparición de un partido centenario. Si gana Sánchez, una muerte a cámara rápida, quizás tras una ruleta rusa suicida, una moción de censura con el apoyo de Podemos y los independentistas, que daría lugar a un gobierno de coalición durante algunos meses, quizás un año, hasta que el dedo justiciero de Iglesias, la deriva soberanista o el bloqueo interno obligase a la convocatoria anticipada de elecciones". Debo decir que nunca pensé que ese Gobierno, al que comparaba con el gobierno de Kerensky que se formó al comienzo de la revolución rusa, pudiese ser un Gobierno en solitario de los socialistas.

En el artículo auguraba también que la caída de Errejón, con apariencia de destierro, consistía más bien en su refugio en una madriguera donde esperar el momento apropiado para volver a la escena política. Y que antes o después los rescoldos del PSOE y lo que quedase de Podemos confluirían en un nuevo proyecto político, un movimiento más que un partido, al que me aventuraba a llamar "Los Socialdemócratas". Y decía que "el candidato mejor posicionado para liderarlo será un muchacho barbilampiño al que muchos dieron por enterrado en Vistalegre-II". Es posible que la carta de Carmena y Errejón se quede en un capítulo más de la interminable partida adolescente de Risk entre los dirigentes de Podemos. Y lo más seguro es que, como Hamlet, Errejón haya esperado demasiado.

En la obra de Shakespeare, Hamlet mata por error al chambelán Polonio, el padre de su amada Ofelia. Y en una orgia de sangre, acaba matando y muriendo a manos de Laertes. Seguramente, como decía ayer Esteban Hernández, el desafío de Errejón llega demasiado tarde para tener ningún recorrido relevante, y acabe también en una orgia de muerte y destrucción. Pero los finales de los dramas son por naturaleza inesperados. Seguramente ayer Iglesias no durmió tranquilo. Pero apuesto a que en Moncloa tuvieron también dificultades para conciliar el sueño.

Una de las preguntas que asaltan a cualquier lector de Hamlet es por qué su protagonista tarda tanto en vengar la muerte de su padre. Al principio de la obra, el espectro le relata a Hamlet las verdaderas circunstancias del acceso de su tío Claudio al trono de Dinamarca. Pero Hamlet duda, y las escenas se van sucediendo sin que el príncipe Hamlet se atreva a cobrarse su venganza.

Íñigo Errejón Pedro Sánchez Izquierda Unida Manuela Carmena