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Reflejos andaluces sobre la política española
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Isidoro Tapia

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Reflejos andaluces sobre la política española

Con cinco partidos nacionales con una intención de voto superior al 10%, los acuerdos entre formaciones situadas en lados distintos del espectro ideológico serán inevitables

Foto: El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (de espaldas-c), durante la primera reunión del Consejo de Gobierno de la XI Legislatura. (EFE)
El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno (de espaldas-c), durante la primera reunión del Consejo de Gobierno de la XI Legislatura. (EFE)

Lo ocurrido durante las últimas semanas en Andalucía tiene suficientes elementos idiosincráticos como para evitar las extrapolaciones apresuradas. La larga hegemonía socialista ha actuado como pegamento entre los partidos de la oposición, empujándoles a superar sus evidentes contradicciones ideológicas. Pese a ello, existen también algunos elementos de tiro largo, cuya lectura puede hacerse en clave nacional.

-Bienvenidos a la España multipartidista. En Andalucía ha habido un acuerdo de legislatura (las 90 medidas pactadas entre PP y Ciudadanos), un acuerdo de coalición (sobre el organigrama y el reparto de carteras en el nuevo Gobierno, también entre PP y Ciudadanos) y un acuerdo de investidura (entre PP y Vox). Ha sido la puesta de largo del multipartidismo: con cinco partidos nacionales (y vamos camino de seis, tras el 'empanadillazo' de Errejón/Carmena) con una intención de voto superior al 10%, los acuerdos entre formaciones situadas en lados distintos del espectro ideológico serán inevitables.

Pasar de un sistema político donde la negociación era testimonial a otro en el que formará parte del día a día exigirá mucha cintura política

Como la política tiene mucho de competición darwinista, los partidos que mejor sobrevivirán serán aquellos que sean capaces de adaptarse al cambio en las condiciones del entorno. Pasar de un sistema político donde la negociación era testimonial a otro en el que formará parte del día a día exigirá mucha cintura política. Como los buenos boxeadores, tan importante como golpear será saber encajar. Aprender a digerir sapos, por un lado, pero también saber marcar las líneas rojas. Ningún partido podrá aplicar su programa por completo; todos se verán obligados a aceptar cesiones. La clave será establecer prioridades, identificar cuál de los postulados propios es irrenunciable y cuál de los ajenos, inasumible.

-El precedente de las negociaciones de 2016. La negociación en Andalucía ha tenido varias semejanzas con la de principios de 2016 para la investidura (fallida) de Pedro Sánchez. Más allá del intercambio de roles (Moreno Bonilla representaba el papel de Sánchez, mientras Susana Díaz hacía de Rajoy, y Ciudadanos hacía de Ciudadanos), la principal diferencia ha estado en el papel del socio minoritario. En 2016, Podemos no transigió, y en un cálculo erróneo (atraído por los cantos de sirena del sorpaso) forzó unas nuevas elecciones.

Podemos fue entonces incapaz de advertir que sus propios votantes reclamaban, por encima de todo, el cambio político y la salida de Rajoy del Gobierno

Podemos fue entonces incapaz de advertir que sus propios votantes reclamaban, por encima de todo, el cambio político y la salida de Rajoy del Gobierno, y valoraban en menor medida cuestiones como la fórmula de colaboración con el Gobierno o el contenido del acuerdo. Aquella decisión marcó el comienzo del declive de Podemos. Por su parte, ahora Vox, más allá de sus poses de cara a la galería, ha facilitado con docilidad el cambio de Gobierno en Andalucía (ni siquiera ha arrancado la foto que con tanto ahínco reclamaba). Seguramente sus votantes no le hubiesen perdonado lo contrario.

-La 'silla caliente' de la centralidad política. A Ciudadanos le ocurre algo parecido a lo que le pasaba al PSOE del primer Pedro Sánchez tras las elecciones de 2015 y 2016. Todas las combinaciones de gobierno pasaban entonces por los socialistas, del mismo modo que ahora casi todas pasan por los naranjas. Ocupan la 'silla caliente' de la política española. El PSOE salió chamuscado de aquella experiencia (asunto distinto es que una carambola lo llevase después a la Moncloa). También ahora, la encrucijada era endiabladamente compleja para Ciudadanos: descartada la repetición de elecciones (la demanda de cambio en Andalucía era transversal a todos los partidos de la oposición, también por cierto desde Ahora Andalucía, que no obstante decidió hacer mutis por el foro), las opciones de Ciudadanos eran básicamente dos: si se limitaba a facilitar la investidura de Moreno, renunciando a entrar en el Gobierno (como el otro día argumentaba con convicción Jose Antonio Zarzalejos) sería presa fácil de la acusación de 'escaquearse' de la responsabilidad de gobernar.

Dentro del Gobierno, Ciudadanos puede tener más margen para diferenciarse de Vox y del PP que estando fuera. Ha elegido el menor de los males

Por otro lado, entrando en el Gobierno, sería más vulnerable a las críticas de colaboración entre 'las derechas', además de vivir las dificultades propias de gobernar en una comunidad donde sus estructuras son todavía livianas. En mi opinión, la primera opción (la de Zarzalejos) no hubiese evitado a Ciudadanos las acusaciones de colaboración entre 'las tres derechas' (al fin y al cabo, la foto de la investidura hubiese sido la misma) y además representaba un cambio estratégico respecto a su decisión de entrar en los gobiernos, con el único argumento de la complejidad aritmética en Andalucía. Además, dentro del Gobierno, Ciudadanos puede tener más margen para diferenciarse de Vox y del PP que estando fuera. Siendo una decisión compleja, Ciudadanos ha elegido el menor de los males.

-Partidos 'horizontales' frente a partidos 'verticales'. En un sistema político de mayorías hegemónicas, donde los partidos aspiran a conquistar al 40%-45% del electorado (la cifra mágica para ganar las elecciones en la España bipartidista), primaban los partidos 'horizontales', es decir, aquellos que eran capaces de abarcar el mayor segmento posible del espectro político. Esta fue la fórmula que utilizaban PSOE o PP. La estrategia ganadora era quitar punta a las posiciones políticas, hacerlas romas. Abarcar mucho, apretar poco. El arriolismo político.

En un sistema multipartidista, en cambio, donde el objetivo es obtener entre el 25 y el 30% de los votos, priman los partidos 'verticales', aquellos que tienen las garras firmes sobre una parte del espectro político. Abarcar poco, pero apretar mucho. Afilar los postulados políticos. Elevar la voz.

Cs es el ejemplo más claro de un partido 'vertical', con las garras firmes en una serie de temas —o tipo de votantes— (Cataluña, regeneración y economía)

Ciudadanos es el ejemplo más claro de un partido ,vertical,, con las garras firmes en una serie de temas —o en un tipo de votantes— (Cataluña, regeneración y economía). En cierto modo, Podemos también lo fue durante un tiempo (corrupción, desahucios, 'indignados') y hasta Vox se está construyendo su espacio político con propuestas 'verticales' (familia o inmigración). En cambio, el PP de Casado vive una contradicción casi existencial: históricamente ha sido un partido 'horizontal' o 'atrapalotodo'. Para taponar la fuga de votos, 'verticaliza' su estrategia, elige perfiles 'desacomplejados' como los candidatos en Madrid, o sube los decibelios en temas como inmigración o familia. Pero, al hacerlo, 'espanta' a los votantes que todavía conserva.

-El papel de las 'abuelas'. Quizás el mejor ejemplo de esta contradicción existencial del PP es el que afecta a las mujeres mayores de 65 años (si me permite abreviar, 'las abuelas'). Según el último barómetro de El Confidencial, es el único segmento de la población que sigue votando de forma mayoritaria al PP. De hecho, gracias a ellas, el PP es el partido con un mayor 'gap femenino' (más apoyo entre las mujeres que entre los hombres), de más de 11 puntos. Las abuelas son las 'últimas de Filipinas' del PP, que ha perdido la franja de mediana edad (entre 35 y 55) hacia Ciudadanos, y está perdiendo los abuelos hacia Vox.

La contradicción para Casado es que cuantos más Díaz Ayusos elija como candidatos, menos atractivo se vuelve para los votantes que conserva

Tradicionalmente, las mujeres de más edad (las abuelas) han optado por las opciones políticas más templadas; sus principales preocupaciones eran los problemas de índole económica, como el paro, las pensiones, la sanidad o la educación, frente a los debates políticos más polarizados. De hecho, puede pensarse que una de las razones del (relativo) éxito de Moreno en Andalucía, al conservar la segunda plaza que le ha aupado a la presidencia, ha sido precisamente su perfil suave y sus formas amables.

La contradicción para Casado es que cuanto más 'vertical' su estrategia, cuantos más 'Díaz Ayusos' o 'Almeidas' elija como candidatos, menos atractivo se vuelve para los votantes que todavía conserva, para las abuelas. A grandes rasgos, Casado y el PP viven atrapados en la misma maldición que desangraba al PSOE de Pedro Sánchez desde su victoria en las primarias, hasta que una carambola lo llevó, de la noche a la mañana, a la Moncloa. La batalla entre lo que una vez fueron y lo que realmente son. La diferencia es que los milagros no suelen tener segundas partes.

Lo ocurrido durante las últimas semanas en Andalucía tiene suficientes elementos idiosincráticos como para evitar las extrapolaciones apresuradas. La larga hegemonía socialista ha actuado como pegamento entre los partidos de la oposición, empujándoles a superar sus evidentes contradicciones ideológicas. Pese a ello, existen también algunos elementos de tiro largo, cuya lectura puede hacerse en clave nacional.

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