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Cuando Pinker se quita la bata para meterse en líos
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Isidoro Tapia

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Cuando Pinker se quita la bata para meterse en líos

Aunque por fortuna, en nuestro país, meterse en política ya no implica arriesgarse a recibir un tiro en la nuca, sigue siendo una actividad no exenta de riesgos en según qué sitios

Foto: El responsable económico de Ciudadanos, Luis Garicano, y el líder del partido, Albert Rivera. (EFE)
El responsable económico de Ciudadanos, Luis Garicano, y el líder del partido, Albert Rivera. (EFE)

Meterse en política siempre ha sido 'meterse en líos'. Lo era cuando el pluralismo político no estaba permitido en nuestro país, y siguió siéndolo cuando la Constitución lo reconoció como uno de los valores superiores de nuestro ordenamiento. En 'Patria', la conmovedora novela de Fernando Aramburu, una de las vecinas del Txato contextualizaba así su asesinato por ETA: “Igual se había significado políticamente”.

Aunque por fortuna, en nuestro país, meterse en política ya no implica arriesgarse a recibir un tiro en la nuca, sigue siendo una actividad no exenta de riesgos en según qué sitios, y en casi todos es un oficio bastante ingrato: meterse en política es bajar al barro, entrar en el terreno de elegir lo menos malo y de pasar más tiempo justificando los errores que acertando (“el presidente es muy brillante, pero solo se dedica a explicar por qué no puede cambiar las cosas”, dijo una vez Steve Jobs de Obama). La política es arriesgarte al escarnio público por una multa que dejaste de pagar hace décadas, elegir un tipo de vida para tu familia y tener que renunciar a las aficiones más simples (pasear sin sobresaltos o disfrutar del tiempo libre). La política, en general, se rige más por las lealtades que por los méritos, y suele tener finales abruptos. No son muchos los políticos que se bajan del coche oficial con la cabeza alta.

La política, en general, se rige más por las lealtades que por los méritos, y suele tener finales abruptos

Por eso es tan poco habitual que un profesional de prestigio dé el salto a la arena política. Sobre todo, cuando lo hace sin red. Aceptar ser ministro, consejero autonómico o alto cargo es mucho más sencillo; son encargos que, en el peor de los casos, abrillantan el currículo. Lo verdaderamente difícil es que alguien abandone una carrera profesional exitosa y una vida acomodada para coger el pico y la pala y levantar un proyecto político.

Luis Garicano es un 'rara avis' en este sentido. Responsable de economía de Ciudadanos, formación con la que colabora desde hace años, ha decidido dar un paso más en su particular carrera para 'meterse en líos', y con toda probabilidad encabezará la candidatura naranja a las elecciones europeas el próximo mes de mayo. Antes, Garicano fue profesor de la Escuela de Negocios Booth de la Universidad de Chicago y catedrático de economía de la LSE en Londres, dos de las universidades más prestigiosas del mundo. Su entrada en la política activa es, con independencia del prisma ideológico desde el que se mire, una magnífica noticia para la altura del debate público en nuestro país.

Garicano acaba de publicar un libro ('El contrataque liberal') que condensa su credo político. También ofrece algunas pistas sobre las razones que le llevan a abandonar su carrera académica para meterse en la jungla de la acción política.

La entrada de Garicano en la política activa es, con independencia del prisma ideológico, una magnífica noticia para la altura del debate público en el país

Garicano resume la encrucijada del presente del siguiente modo: por qué un mundo en el que crece la esperanza de vida, se reducen al mínimo los conflictos armados y se dan pasos decisivos para combatir la pobreza, por qué un mundo objetivamente más próspero que cualquier otro anterior en la historia, coincide con un rebrote de los movimientos populistas y nacionalistas, de los miedos atávicos y las 'fake news', de líderes como Trump, Salvini, Orbán o Quim Torra. Una pregunta que, en cierto modo, representa el puente que conecta el optimismo de Steven Pinker ('En defensa de la Ilustración') con el tribalismo del que advierte Jonathan Haidt en su último libro ('The Coddling of the American Mind'), dos obras que sobrevuelan el libro-manifiesto de Garicano.

Garicano explica esta paradoja a partir de las disrupciones económicas provocadas por la globalización y los cambios tecnológicos, desde las más conocidas, como el desplazamiento de parte de la producción industrial a China, a otras menos evidentes, como que el cambio tecnológico y la inteligencia artificial no se hayan traducido todavía en una mayor productividad de las economías, o que los empleos más amenazados sean precisamente los que “dan de comer a gran parte de nuestras clases medias”. Garicano explica conceptos complejos con una prosa ágil y didáctica: si tenemos la sensación de que la Liga de fútbol se ha convertido en una competición mortalmente aburrida donde siempre ganan Madrid o Barcelona, no nos equivocamos. Ocurre lo mismo con Facebook, Google o Amazon. En gran parte debido a las economías de escala y de red, las empresas líderes cada vez disfrutan de una mayor cuota en sus mercados.

Todos estos cambios han disparado la ansiedad, creando un caldo de desazón en donde el discurso nacional-populista ha prendido como la pólvora

Algunas reflexiones son particularmente lúcidas, como que la caída de las rentas salariales a favor de las rentas del capital, al combinarse con las crecientes oportunidades para la elusión fiscal de las grandes multinacionales, constituye un cóctel letal para las clases medias, el principal sostén de la legitimidad de las democracias occidentales. O el papel que tienen las redes sociales para amplificar los mensajes típicamente emocionales de los movimientos populistas.

Todos estos cambios, según Garicano, han disparado la ansiedad ciudadana, creando un caldo de desazón e incertidumbre, en donde el discurso nacional-populista ha prendido como la pólvora. Garicano hace un llamamiento a reconstruir el programa político liberal, reconociendo, como punto de partida, las insuficiencias de las políticas tradicionales sobre la protección de las clases medias y la despoblación de las zonas rurales (problemas a los que tal vez habría que añadir la baja natalidad, especialmente en nuestro país).

Foto:  El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera (c), junto a los economistas Luis Garicano (i) y Manuel Conthe (d). (EFE)

Estos retos, defiende Garicano, exigen nuevas políticas de bienestar (se analizan los pros y contras de casi todas las propuestas que están sobre la mesa, como la renta básica universal, el empleo garantizado o el complemento salarial), pero también reformas institucionales, tanto a nivel autonómico como europeo, para dotar a los gobiernos de los instrumentos necesarios para responder a estos retos. Es sangrante el ejemplo de las políticas de formación, en que el diseño institucional actual en España impide que se adopten reformas sobre este asunto crucial tanto a nivel nacional como autonómico. También lo son las dificultades de la UE para atender problemas que solo admiten respuestas transnacionales, como la fiscalidad de las grandes empresas, las políticas de innovación o la lucha contra el cambio climático.

Garicano sabe bien que la política no es solamente el 'qué' sino el 'cómo': no se trata tan solo de saber qué hacer, sino de cómo llevarlo a la práctica (una de las citas más repetidas es de Juan Linz, un politólogo español de Yale que defiende que los gobiernos deben ser a la vez “eficaces” y “efectivos”). Defiende la construcción de un relato emocional “en positivo” frente al relato populista, un nuevo patriotismo, sobre el que me confieso más escéptico, no tanto de sus virtudes sino de su recorrido práctico. Mis dudas, en este punto, son tácticas.

Los políticos más 'eficaces' y 'efectivos' de la historia, los verdaderamente transformadores (digamos, por ejemplo, Lyndon B. Johnson o Adolfo Suárez). arrancaron más como fruto de un accidente o de un torrente de miedos bien encauzados que de un brote de ilusión colectiva 'en positivo'. Si se me permite el símil, aunque a todos nos gustaría jugar como Guardiola, la política suele ser más bien el terreno del Cholo, de saber aprovechar un córner o la debilidad del adversario para marcar al contraataque el gol de la victoria. Así ganó por ejemplo Macron las elecciones francesas. Dicho lo cual, también existen en la historia, aunque menos, ejemplos de victorias electorales a lomos de ilusiones colectivas (Obama o, en nuestro país, la primera victoria de Felipe González).

Los políticos más 'eficaces' de la historia arrancaron más como fruto de un accidente que de un brote de ilusión colectiva 'en positivo'

Volviendo a la pregunta inicial, el libro deja algunas pistas sobre las razones que llevan a Garicano a saltar al ruedo. La primera, como ya se ha indicado, es la crecida populista en todo el mundo. Es difícil no compartir esta urgencia histórica cuando cerca del 50% del PIB mundial está en manos de estos cinco dirigentes: Trump, Putin, Xi Jinping, Bolsonaro y López Obrador. En la transición política española hubo también otra generación de dirigentes que aparcaron sus carreras profesionales para dedicar sus mejores años a la política, movidos por el afán común de convertir España en un país donde, según la afortunada definición de Churchill, si llamaban a la puerta a las seis de la mañana, solo pudiese ser el lechero.

Los tiempos han cambiado, los temores son otros, pero en el fondo los miedos son parecidos. Hoy en día, las puertas ya no son de madera sino digitales, y los timbres no suenan en los portales sino en las redes sociales. Y si abrimos Twitter a las seis de la mañana, lo único seguro es que no nos vamos a encontrar al lechero. En eso consiste este tiempo de zozobra e incertidumbre. Con su misma convicción, Garicano sigue el paso de aquellos pioneros de las puertas giratorias inversas, los que saltaron del sector privado a la política, los Solchaga, Almunia o Solana. Por cierto, estoy convencido que si todos ellos fuesen de la misma generación, colaborarían en el mismo proyecto político.

Hoy en día, las puertas ya no son de madera sino digitales, y los timbres suenan en las redes. En eso consiste este tiempo de zozobra e incertidumbre

Garicano contribuyó a crear en 2008, al poco de volver a Europa, el portal Nada es Gratis, uno de los mejores espacios de debate sobre economía y políticas públicas (su nombre, por cierto, vino a raíz de unas declaraciones de la actual vicepresidenta, Carmen Calvo, en que esta aseguraba que el “dinero público no es de nadie”). En aquella irrupción en el debate público podemos terminar de entender el paso a la política activa de Garicano. Porque cuando escribes sobre la actualidad, cuando repartes críticas, propuestas y consejos como si fuesen churros, las palabras, sobre todo las tuyas, te acaban quemando, terminan formando una costra que se te clava como un punzón.

Pinker se ha desabrochado los botones de la bata y se ha subido las mangas, y eso, me atrevería a decir, debería ser un motivo de satisfacción para todos los que vivimos, aunque sea solo un rato cada día, en la plaza pública.

Meterse en política siempre ha sido 'meterse en líos'. Lo era cuando el pluralismo político no estaba permitido en nuestro país, y siguió siéndolo cuando la Constitución lo reconoció como uno de los valores superiores de nuestro ordenamiento. En 'Patria', la conmovedora novela de Fernando Aramburu, una de las vecinas del Txato contextualizaba así su asesinato por ETA: “Igual se había significado políticamente”.

Luis Garicano Política