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Si Casado no se mueve...
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Isidoro Tapia

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Si Casado no se mueve...

Si el líder popular no arranca, Sánchez llegará hasta el mismo precipicio en su negociación con los soberanistas catalanes, como ya ocurriera en enero con los Presupuestos Generales

Foto: Pablo Casado (i) y Santiago Abascal conversan durante la sesión constitutiva de la Cámara Baja. (EFE)
Pablo Casado (i) y Santiago Abascal conversan durante la sesión constitutiva de la Cámara Baja. (EFE)

Si Pablo Casado no se mueve, Sánchez llegará hasta el mismo precipicio en su negociación con ERC, como ya ocurriera el pasado mes de enero en la negociación presupuestaria. Que finalmente la investidura descarrile porque les tiemblen las piernas a los independentistas catalanes, a los socialistas, o que en cambio llegue a buen puerto, en lo que respecta a Casado, será lo de menos.

Porque todos los escenarios serán malos para él. Solo moviéndose ahora puede evitar salir trasquilado.

Empecemos por suponer que finalmente hay Gobierno. Que socialistas e independentistas catalanes se avienen a una fórmula sobre la mesa de partidos que contente a los más ultras del partido republicano sin reventar las costuras del socialista. La investidura alumbrará un Gobierno de coalición en la izquierda sostenido por partidos nacionalistas e independentistas. En la izquierda se producirá una interesante mutación: el PSOE había ostentado históricamente el monopolio de ser la única 'izquierda de gobierno'. La entrada de ministros de Podemos (ahora sí, con el máximo perfil político) destruirá esa sólida pátina que hasta ahora disfrutaban en exclusiva los socialistas. Este fue el motivo que hizo a Sánchez resistirse a la coalición en la pasada (mini)legislatura. Porque, efectivamente, abre un nuevo escenario en la competición política en la izquierda.

Foto: Pablo Casado, al recoger su acta de diputado en el Congreso. (EFE)

Un primer efecto sobre la 'mente' del votante de izquierdas, y un segundo, igualmente importante, sobre sus 'corazones'. Porque los socialistas también ostentaban hasta ahora el monopolio de las guerras culturales en la izquierda. Así ha sido durante el último año y medio, controlando el pistón tanto de las propuestas propias (la exhumación de Franco) como de las ajenas, las que partían de Podemos, como la subida del salario mínimo.

La iniciativa política en nuestro país corresponde, en la práctica, al Ejecutivo; se hace caja al anunciar las medidas en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, no al convalidar posteriormente los decretos. La diferencia es que, de esa fuente, a partir de ahora, también beberá Podemos. A poco que los ministros morados sepan explotar sus áreas de gestión, las propuestas 'bonitas' partirán de Podemos, mientras les quedará a los socialistas, a través de la vicepresidenta in péctore Nadia Calviño, el mucho más ingrato papel de 'Pepito Grillo', de 'Montoro' o de guardián de las reglas presupuestarias.

No es tampoco un cambio menor: gran parte del éxito político de Sánchez hasta ahora ha sido disfrutar de las decisiones 'bonitas' (la moción de censura o la formación del Gobierno), evitando bailar con las más 'feas' (como la investidura de Rajoy).

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Hay un tercer factor que determinará la suerte del próximo Gobierno de coalición: la aprobación del Presupuesto, o de cualquier otra iniciativa parlamentaria, dependerá, además de una pléyade de partidos minoritarios, del apoyo de ERC. Todo ello mientras el independentismo vive una batalla civil para dirimir quién pilotará el proceso durante los próximos años, lo que obligará a ERC a exigir contrapartidas siempre al límite de lo tolerable para los no soberanistas. Esta dinámica será mucho más difícil de sobrellevar en el PSOE que en la formación de Pablo Iglesias.

En algún momento, los barones socialistas sentirán en sus propias carnes los efectos de este acercamiento a los soberanistas catalanes (con más intensidad conforme nos acerquemos al próximo ciclo electoral). Podemos, en cambio, vivirá con más tranquilidad este viaje por una carretera siempre al filo del abismo.

Hay quien piensa que la entrada de Podemos en el Gobierno 'domesticará' a los morados. Tal vez fuese así en un Gobierno 'ordinario', uno que disfrutase de una confortable mayoría parlamentaria. El que está a punto de nacer, inconexo, precario, exprimido, será un hábitat distinto. Por la izquierda, será mucho más propicio para Podemos que para el Partido Socialista.

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¿Y por la derecha? De un modo parecido, los vientos serán favorables para el ascenso de Vox. Una legislatura con la cuestión catalana permanentemente sobre la mesa (aunque solo sea por la necesaria participación de ERC para la formación de mayorías), con un Gobierno en el que la principal novedad serán los ministros de Podemos (la imagen de Iglesias en el banco azul), a las puertas de una desaceleración económica, será gasolina para el crecimiento de Vox. Esperen una legislatura corta, crispada, inoperativa a efectos prácticos por la precaria mayoría parlamentaria, pero muy ruidosa.

Exactamente el tipo de cóctel político que mejor le va a la formación de Santiago Abascal. Basta comprobar cuál fue la postura de Vox en la constitución del Congreso: no buscan la presencia institucional, sino el vértigo y la colisión. Son los principales interesados en rodearse de un cordón sanitario.

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Volvamos de nuevo al principio: ¿qué ocurre si finalmente tiemblan las piernas de ERC, o de los socialistas, y naufraga el intento de investidura? Entonces, inevitablemente, la presión se volverá sobre Casado, porque cualquier alternativa para evitar unas nuevas elecciones pasará necesariamente por los populares. Con un matiz: su posición entonces será mucho más delicada que ahora. La propia negociación de Sánchez con ERC, fallida pero llevada al límite, dificultará cualquier movimiento ulterior de Casado. Después de la 'semana del relator' en el mes de enero, la derecha no se ofreció a sentarse a negociar los Presupuestos con Sánchez: se echó a la calle en Colón. Si Casado está esperando a que la negociación entre Sánchez y ERC descarrile para ofrecer su cara más dócil, se va a encontrar que sus propias huestes (y el aliento de Vox) le obligarán a endurecer su discurso cuanto más se prolongue la negociación entre socialistas e independentistas catalanes.

¿Qué debería entonces hacer Casado? Solo tiene una salida para evitar el fuego: anticiparse, recoger el guante que oportunamente le ha lanzado Inés Arrimadas. Ofrecerse a negociar una salida con PSOE y Ciudadanos, con la única condición de que los primeros rompan su acuerdo de investidura con la formación de Iglesias. Hay una manera de hacer viable una investidura salvando la cara a Casado: la 'vía de los 130', un Gobierno de coalición entre PSOE y Ciudadanos con la abstención de los populares.

Negociar los Presupuestos de 2020, tal vez los de 2021. Y paulatinamente, hacia mitad de la legislatura, empezar a marcar distancias con el Gobierno. Para entonces, Casado habría demostrado su responsabilidad y tendría también tiempo de subrayar sus diferencias. Esta era la estrategia pergeñada por la gestora socialista en 2016, antes de que la victoria de Sánchez en las primarias la hiciese volar por los aires. Y no era una mala estrategia. Pero, sobre todo, era la única salida al atolladero de ir a unas terceras elecciones. Como decía este martes Ignacio Varela, esta generación de políticos tiene que darse cuenta de que “estratégicamente lo más eficaz es hacer lo correcto”.

Si Pablo Casado no se mueve, Sánchez llegará hasta el mismo precipicio en su negociación con ERC, como ya ocurriera el pasado mes de enero en la negociación presupuestaria. Que finalmente la investidura descarrile porque les tiemblen las piernas a los independentistas catalanes, a los socialistas, o que en cambio llegue a buen puerto, en lo que respecta a Casado, será lo de menos.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Nadia Calviño Pablo Casado
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