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La conchabanza entre el Gobierno y Vox que está envenenando España
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Isidoro Tapia

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La conchabanza entre el Gobierno y Vox que está envenenando España

En España, la ultraderecha no necesita fabricar bulos: la torpeza del Gobierno a la hora de explicar qué persigue, por qué y cómo ha brindado a Vox la obra magna de las 'fake news'

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su escaño, mientras Santiago Abascal pronuncia su discurso en la tribuna del Congreso. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su escaño, mientras Santiago Abascal pronuncia su discurso en la tribuna del Congreso. (EFE)

Entre el Gobierno de coalición y Vox se ha establecido un entendimiento mutuo simbiótico para las dos partes, pero que tiene efectos corrosivos para el resto. Envenena nuestro debate político y erosiona nuestras instituciones y los cimientos de la convivencia democrática.

Tal vez no sea un entendimiento explícito, un pacto secreto entre enemigos (de los que, por otro lado, la historia no escatima en ejemplos: Molotov-Ribbentrop, por ejemplo). Pero sí es desde luego una concertación tácita, una conchabanza (según definición de la RAE, “la acomodación conveniente de una persona en alguna parte”). Ambos se acomodan en el recodo del otro para beneficiarse políticamente, a costa, como digo, del interés general de los españoles.

Foto:  José Manuel Santiago (EFE)

Estos días, hemos visto dos ejemplos más de una larga lista: la polémica sobre las noticias falsas y la respuesta europea a la crisis. El resultado en ambos casos ha sido el mismo: beneficios políticos para el Gobierno y también para Vox (aunque sean escuálidos y en el cortísimo plazo), a costa del desprestigio de las instituciones y de varios arañazos que pueden pasarnos factura en el medio y largo plazo.

El Gobierno y Vox se acomodan en el recodo del otro para beneficiarse políticamente, a costa del interés general de los españoles

Empecemos por los bulos. Que el Gobierno rastree las noticias falsas es algo perfectamente admisible, siempre que lo haga en el marco del respeto al resto de derechos y libertades, en particular el derecho a “comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión” (artículo 20 de la Constitución).

El problema es que en los últimos días se han mezclado demasiadas veces churras con merinas: para perseguir las noticias falsas, no debería ser necesario el monopolio informativo, “remitir toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales” (como planteaba el CIS); tampoco es lo mismo una noticia falsa que un “mensaje negativo” (como ayer mismo afirmaba la ministra de Educación, Isabel Celaá), y por supuesto, el objetivo de perseguir los bulos no debe ser “minimizar el clima contrario a la gestión de la crisis por parte del Gobierno” (como declaró, en una declaración luego matizada pero todavía sin explicar, el responsable del Estado Mayor de la Guardia Civil).

placeholder El jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago. (EFE)
El jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, general José Manuel Santiago. (EFE)

Hay que ser extremadamente exigentes con el Gobierno cuando colisionan derechos tan importantes como el de informar e informarse; aún más en el contexto actual, que es excepcional desde el punto de vista constitucional, donde los derechos y libertades se encuentran restringidos, y como reverso, se expanden los poderes del Gobierno.

Foto: El general José Manuel Santiago. (EFE)

Esta crítica ponderada, honesta pero grave, por supuesto no significa que España se haya convertido, de la noche a la mañana, en un régimen autoritario, por obra de un par de declaraciones confusas y una pregunta inquietante en una cada vez más desvergonzada encuesta. “¡Alarma democrática!”, tuiteaba en mayúsculas Santiago Abascal al conocerse las declaraciones del general de la Guardia Civil.

Para Vox, la polémica sobre las noticias falsas contiene todos los elementos que incendian a sus bases: un Estado autoritario que rastrea las redes para perseguir a sus simpatizantes, un Gobierno que aprovecha la emergencia para expandir sus poderes e implantar una semi-secreta agenda autoritaria. ¿Les resulta familiar? La derecha americana construyó todo tipo de teorías autoritarias alrededor de los atentados de Benghazi. En España, la ultraderecha no necesita fabricar bulos: la torpeza del Gobierno durante estos días a la hora de explicar qué persigue, por qué y cómo lo hace ha brindado a Vox la obra magna de las 'fake news'.

Para Vox, la polémica sobre las noticias falsas tiene todos los elementos que incendian a sus bases

¿Y qué gana el Gobierno en esta historia? Para empezar, durante varios días hemos dejado de hablar de las dudas que legítimamente existen sobre su gestión: sobre el retraso en adoptar medidas, sobre los patinazos para proveer el material sanitario (mascarillas, test, respiradores), sobre la incomprensible demora en realizar el estudio de seroprevalencia anunciado hace varias semanas, fundamental para salir del confinamiento, o sobre la ocurrencia de hoy de solo permitir a los niños hacer exactamente aquello que otros países desaconsejan —ir al supermercado: o los 'expertos' españoles son una raza única, o me atrevería a decir que esta medida no la han recomendado los 'expertos'— y rectificada unas horas después.

La desaforada critica de Vox es el mejor escudo del Gobierno contra cualquier otro atisbo o matiz a su gestión: basta con blandir los tuits de los diputados de Vox ("¡alarma democrática!") para vestir del mismo ropaje y enmascarar así cualquier otra crítica.

Foto: Un balcón en Madrid. (EFE)

Un segundo episodio parecido ha sido la respuesta europea a la crisis. La Unión Europea está lejos de ser una construcción política perfecta, y por supuesto se han cometido bastantes errores (aunque muchos más aciertos) a lo largo de su historia. Su respuesta a la crisis, en cambio, ha sido rápida y eficaz.

El BCE ha tomado medidas en unos días para evitar las tensiones en los mercados de deuda (tardó varios años en hacerlo en la anterior crisis), la Comisión Europea ha suspendido 'de facto' las reglas fiscales, se han acelerado los planes para la creación de un seguro de desempleo europeo y se discute la posibilidad de emitir deuda mutualizada perpetua con el respaldo de un incremento del presupuesto europeo.

Son pasos de gigante, que se han dado en el plazo de pocas semanas pese a su enorme complejidad técnica. También se han cometido errores (por ejemplo, no impedir las restricciones a la venta de equipamiento sanitario entre países, o una insuficiente coordinación de los planes de confinamiento y las estrategias de salida), pero si midiésemos al Gobierno español con el mismo rasero que a las instituciones europeas, se nos caerían las vergüenzas patrias.

Foto: Un trabajador del Europarlamento luce una mascarilla durante una votación de la Cámara. (EFE) Opinión
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Entonces, ¿por qué esa insistente crítica desde el Gobierno español a la falta de solidaridad europea? Es una mirada tan cortoplacista (en nada contribuye al consenso con nuestros socios comunitarios) como conocida en cualquier maquinaria de propaganda: fabricar un enemigo común (en este caso, 'el malvado holandés') para evitar que las miradas se dirijan al propio Gobierno. Rastreen en las hemerotecas lo que contaban los periódicos alemanes sobre las atrocidades cometidas por los soldados franceses de ultramar en la Primera Guerra Mundial.

placeholder El líder de Vox, Santiago Abascal, habla con la diputada de su partido Macarena Olona. (EFE)
El líder de Vox, Santiago Abascal, habla con la diputada de su partido Macarena Olona. (EFE)

También en este caso, el Gobierno ha encontrado una palanca común con Vox, hasta el punto de que en la última sesión de control parlamentario, Santiago Abascal citó al propio Pedro Sánchez en sus críticas a las instituciones europeas. Y la estrategia les está funcionando de maravilla a ambos: en una encuesta que publicaba el diario 'El País' el pasado fin de semana, solo había una institución cuya valoración se encontraba por debajo de la del Gobierno central en relación con la actual crisis: la Unión Europea. Un pequeño consuelo para Sánchez, y una gran satisfacción para Abascal, quien sin duda pensará que más pronto que tarde recogerá las nueces del árbol que está moviendo el Gobierno.

Nuestra política cambió (para mal) el día de la foto de Colón. Mientras el centro político quedaba sepultado en la vorágine que vino después, dos formaciones descubrieron que son alimento la una para la otra. Desde entonces, la regla de oro de la política española es que cuanto más aparece Vox, mejor le va al Gobierno y peor nos va a los españoles. Pasará el confinamiento, vendrá la crisis económica, que (ojalá) será también pasajera.

No hemos sobrevivido a muchas tragedias peores que la actual, pero estoy convencido de que también sobreviviremos a esta. Lo que tardaremos más tiempo es en expulsar el veneno que nos han inoculado aquellos que descubrieron que la única manera de llenar una cantimplora que tenían vacía de proyectos o de ideas era con el rencor entre españoles. Al menos, que no cuenten conmigo en tan miserable empresa.

Entre el Gobierno de coalición y Vox se ha establecido un entendimiento mutuo simbiótico para las dos partes, pero que tiene efectos corrosivos para el resto. Envenena nuestro debate político y erosiona nuestras instituciones y los cimientos de la convivencia democrática.

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