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Salvar España: o hacemos algo distinto o acabaremos peor que en marzo
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Isidoro Tapia

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Salvar España: o hacemos algo distinto o acabaremos peor que en marzo

A las puertas de la segunda ola (mejor dicho, ya metidos de lleno), no podemos resignarnos a volver a pasar por el mismo viacrucis que ya atravesamos hace unos meses

Foto: Hospital de campaña situado junto al Hospital Gómez Ulla de Madrid. (Reuters)
Hospital de campaña situado junto al Hospital Gómez Ulla de Madrid. (Reuters)
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Los entrenadores de tenis suelen repetir este consejo: si vas perdiendo, debe cambiar algo en tu juego. Insistir más en el revés del rival, subir a la red, cruzar la bola. Algo. Porque si sigues haciendo exactamente lo mismo, no habrá forma de cambiar el curso del partido.

Después de seis meses de pandemia, España es el país desarrollado con la mayor caída de su economía, y también con uno de los impactos sanitarios más elevados (medido por el número de contagios y fallecimientos por habitante). O dicho de otro modo: la estrategia económica y sanitaria ha hecho agua. A las puertas de la segunda ola (mejor dicho, ya metidos de lleno), no podemos resignarnos a volver a pasar por el mismo viacrucis. Solo cabe repetir la máxima del tenis: debemos hacer algo distinto para no terminar en el mismo sitio de entonces. Porque además, esta vez, la herida económica y social será mucho más traumática: el agua ya llega al cuello de muchos españoles. No es exagerado decir que nos jugamos en estos meses nuestro provenir de las próximas décadas.

Foto: La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, el vicepresidente, Ignacio Aguado (izda), y el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero. (EFE)

¿Qué podemos hacer distinto? Sanitariamente, lo sabemos desde hace meses: a principios de abril, la ministra de Exteriores declaraba a la BBC: “Estamos estudiando en qué podrían consistir las medidas para la desescalada”. Y daba una triple receta: “Uso generalizado de mascarillas, test masivos y tecnología para rastrear a los asintomáticos”. Solo hemos sido capaces de cumplir con lo primero (por cierto, lo único que descansaba exclusivamente sobre los hombros de los ciudadanos). La capacidad de testeo ha mejorado mucho, pero sigue lejos de ser masiva. Y, por último, en el rastreo, hemos fracasado estrepitosamente.

¿Podemos también hacer algo distinto en la respuesta económica? Vayan aquí algunas ideas para formular una nueva estrategia que corrija los errores pasados:

1. El cierre prolongado de actividades. Nos guste mucho o poco, nuestra vida durante los próximos meses, posiblemente uno o dos años, será muy distinta. Hasta ahora, el Gobierno ha optado por una estrategia simétrica entre los diferentes sectores económicos: según la fase de la desescalada, se incrementaba su actividad hasta el 50%, luego al 75%, etc. Esta estrategia ha fracasado, porque ni todas las actividades tienen el mismo riesgo ni todas son igualmente esenciales. Podemos vivir sin discotecas, aunque no sin supermercados, logística o transporte. En lugar de reincidir en el mismo error, es necesario diseñar una respuesta asimétrica para cada sector. Ahí va una propuesta: el cierre de determinadas actividades hasta —al menos— septiembre de 2021, incluido el ocio nocturno, la zona interior de los restaurantes, teatros, cines y en general todos aquellos lugares de concentración en espacios cerrados, acompañada de una indemnización en 'pago único' para favorecer la reconversión temporal de estas actividades (por ejemplo, hacia el servicio a domicilio, al acondicionamiento de terrazas y espacios al aire libre, la retransmisión de eventos culturales en plataformas digitales, etc.). Una decisión dolorosa, sin duda, pero que mandaría un mensaje inequívoco a los ciudadanos sobre la necesidad de evitar espacios cerrados, y sería también una mejor solución para los miles de autónomos y pequeños empresarios que su angustia actual, en la que viven bajo la incertidumbre de si podrán abrir su negocio en las próximas semanas.

Foto: (Foto: EFE)

2. Las escuelas, lo primero. Del mismo modo que hay actividades cuyo alto riesgo aconseja echar un cierre prolongado, hay otras en las que como sociedad no podemos permitírnoslo. La mayor herida de esta pandemia será, en el corto plazo, sobre la economía y el empleo, pero en el medio y largo plazo, será la educación de los más jóvenes. España es el país con mayor tasa de abandono escolar de la UE, según datos de Eurostat: en 2019, el 17,3% de los jóvenes españoles entre 18 y 24 años no siguió formándose tras finalizar su educación obligatoria, muy lejos del objetivo que se marcó la UE en la Agenda de Lisboa de reducir este porcentaje hasta el 10% en 2020.

La pandemia podría empeorar significativamente estas cifras: una educación presencial intermitente, la falta de medios digitales en algunas familias o las complicaciones para conciliar en los hogares más desfavorecidos. Todos estos factores podrían cebarse precisamente sobre los jóvenes más susceptibles de caer en el abandono escolar. Basta un cálculo sencillo: si la actual crisis nos hiciese retroceder a las cifras de abandono escolar de 2009, cerca de 400.000 jóvenes adicionales abandonarían sus estudios de forma prematura.

Ha sido especialmente doloroso observar cómo hemos tratado la educación durante los últimos meses: los colegios fueron los primeros en cerrar y han sido los últimos en abrir. Hemos tolerado manga ancha en el ocio (discotecas, restaurantes o terrazas) y en cambio exigido ratios imposibles en las aulas. La prueba de fuego vendrá en las próximas semanas: habrá muchos casos positivos en las escuelas. Gestionarlos sin provocar un cierre generalizado de los centros, pero al mismo tiempo preservando la salud de los más jóvenes, será una tarea endiabladamente compleja. Pero debemos intentarlo todo antes de volver a cerrar los colegios: limitar las cuarentenas a los contactos más cercanos, buscar espacios al aire libre, duplicar turnos, lo que sea.

placeholder Un aula vacía. (EFE)
Un aula vacía. (EFE)

3. Los sectores económicos protegidos por los ERTE. Según los datos facilitados por el ministro José Luis Escrivá, cerca de 800.000 trabajadores siguen acogidos a un ERTE. Hay algunos sectores que resultan especialmente llamativos: en 'administraciones públicas', más de un 70% de los trabajadores afectados por un ERTE en abril lo seguía estando en agosto. En 'información y comunicaciones', más de un 50%. En 'finanzas', un 40%. Ninguno de estos tres sectores, 'a priori', parecería de los más afectados por la crisis (en 'agencias de viajes', en cambio, el porcentaje era de apenas el 10%). Conforme más tiempo transcurre, y en tanto se siga aplicando una política de 'café para todos', mayores son los riesgos de que los ERTE se utilicen de forma impropia: que las empresas que sigan bajo un ERTE sean precisamente las que menos posibilidades de supervivencia tienen, por una cuestión de selección adversa. De nuevo, es preciso distinguir el tratamiento entre unos sectores y otros, porque no tiene sentido mantener durante meses empresas zombi en lugar de dedicar los recursos escasos a aquellas con mejores perspectivas.

4. ¿Qué hacer con los trabajadores en ERTE? A su vez, en la medida en que los ERTE se prolongan varios meses más, surge una pregunta inevitable: ¿es razonable tener a 800.000 trabajadores en sus casas, con el salario y las cotizaciones a cuenta de las arcas públicas, cuando hay una necesidad acuciante de reforzar otros sectores? Llevamos meses discutiendo sobre la necesidad de contratar rastreadores, una labor que, simplificando mucho, puede realizarse con un teléfono y una formación básica. ¿No podría movilizarse a los trabajadores en ERTE para desempeñar estas funciones, o incluso para el apoyo de las labores administrativas en laboratorios, Atención Primaria o centros educativos? Si parece complejo, basta rescatar un ejemplo de la historia: en la Segunda Guerra Mundial, la población masculina de EEUU fue llamada a filas prácticamente de un día para otro; al mismo tiempo, la población femenina tomó el relevo en las plantas industriales. A grandes rasgos, ellos nunca habían combatido en el ejército, y ellas nunca habían trabajado en una fábrica. En apenas 18 meses, esta tarea casi imposible se había completado con éxito. ¿Por qué no va a ser posible hacerlo ahora?

Los entrenadores de tenis suelen repetir este consejo: si vas perdiendo, debe cambiar algo en tu juego. Insistir más en el revés del rival, subir a la red, cruzar la bola. Algo. Porque si sigues haciendo exactamente lo mismo, no habrá forma de cambiar el curso del partido.

Tecnología José Luis Escrivá