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Al final, mi amigo va a conseguir lo de la revolución civil (III)
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Al final, mi amigo va a conseguir lo de la revolución civil (III)

Sábado 31 de Enero. Voy con mi mujer a cenar al restaurante de siempre, tan cómodo como siempre, con tan buena comida como siempre y con

Sábado 31 de Enero. Voy con mi mujer a cenar al restaurante de siempre, tan cómodo como siempre, con tan buena comida como siempre y con la misma amabilidad y cariño de siempre.

 

Nos guardan la mesa de siempre. Y nos han puesto el porrón de vino de siempre. Mi mujer y yo no bebemos en porrón. No sé si ella lo ha intentado alguna vez. Yo, sí, con muy malos resultados (o sea, con la consabida frase  de mi mujer: “El vino tinto deja mancha”.)

Pedimos la cena. También como siempre. Mi mujer, alcachofas a la brasa y suprema de lluç (o sea, de merluza). Yo, espárragos gigantes y esparrecada, que es un conjunto de alubias (mongetes, dicen aquí), butifarra y setas, que está riquísimo.

Nos servimos el vino en vasos y hacemos chin chin, lo que da un tono de intimidad a la cena y nos ayuda a desconectar.

Y, justo cuando vamos a empezar, a mi mujer se le cambia la cara (a mejor, todavía), y casi grita: “¡Mira  quién está aquí!”

Pues aquí está. Ni más ni menos, mi vecino de  San Quirico, con su mujer. Han llegado antes que nosotros y están en otra mesa. Besos y abrazos, de los que se  dan con gusto y no  por hacer como que te cae bien el otro. Se trasladan a nuestra mesa. Ellos, felices. Nosotros, también.

(Esta tarde, mi mujer me había dicho: “No llames a nadie. Prefiero que estemos tú y yo solos. Así hablamos de nuestras  cosas”. Pero estar con mi vecino y su mujer es lo mejor que nos ha podido suceder. Ya hablaremos de nuestras cosas otro día. Hasta es posible que, como no tenemos muchos secretos con ellos, hablemos de nuestras cosas y ellos de las suyas mientras cenamos los cuatro.)

Ellos también habían pedido vino, pero el suyo es mejor que el nuestro. Nosotros, del porrón. Ellos, Raimat Abadía, que, quizá por el nombre, nos gusta mucho.

Pep, el dueño del restaurante, cuando vamos con alguien, dice: “¿Les sirvo el vino de la familia?”  Con eso, consigue que quedemos bien delante de nuestros amigos, que, hasta ese momento, desconocían nuestros negocios vinícolas. (Los seguirán desconociendo,  porque no son nuestros.)

Lo primero que hace mi amigo es decirme en voz muy baja: “Hoy pago yo, ¿eh?” Me parece muy bien, pero eso tiene el inconveniente de que si él paga, él habla. Es  como un acuerdo tácito que tenemos. Y además, como habla tanto, no le importa nada que el acuerdo sea tácito o  explícito.

Está tranquilamente entusiasmado.  Dice  que sí, que estamos en crisis y que además, estamos en recesión, que él traduce al castellano,  diciendo que las  cosas  están mal.  Pero resulta que lee el Time, cosa inaudita, porque este tío no sabe inglés.  Pero alguien le ha mandado la traducción de un párrafo del último Time en el que se refiere al piloto que el otro día consiguió aterrizar en el río. La lleva en el bolsillo y dice que la ha leído no sé cuántas veces.

Y claro, nos la lee. A éste le da lo mismo que estés cenando, desayunando o durmiendo.  Él suelta su rollo y se queda tan campante. Y, como además, lo hace bien, y le ves con cara ilusionada, le admites todos los rollos que quiera soltar.

El párrafo se refiere  al piloto del avión y dice:

  1. “Que incluso cuando nos rodea un grave peligro, los líderes deben tomar decisiones atrevidas, que acaban siendo acertadas.

 

  1. Que la gente normal es  capaz de encontrar las  salidas  de emergencia en un avión que se hunde.

 

  1. Que los pilotos deben ser capaces de sacarnos de una situación grave sin esperar a que les den órdenes.
  2. Que tenemos las fuerzas para salvarnos nosotros mismos.

 

  1. Y que somos mucho más  duros de lo que pensamos”.

Esto lo dice cuando estoy empezando la esparrecada.  Como me quedo unos momentos sin comer, intentando digerir lo que me ha dicho, y además soy muy lento comiendo (esto lo pueden testificar todos los que  me conocen), me vuelvo a quedar retrasado.

Y ahora,  mi amigo toma la palabra -bueno, en realidad no la soltado en ningún momento- y dice que eso es lo de  la revolución civil que está predicando.

Y que si él mandara en España, mañana se iba a la tele y soltaba la frase  que más le ha gustado del artículo: “En una hora oscura en el río Hudson, brilla un rayo de esperanza  y un recuerdo de lo que cada uno somos capaces de hacer”.

No sé qué es lo que diría después de  eso, pero estoy seguro de  que, si le dejaran seguir -que le  dejarían, porque para eso sería el que mandaba-,

  1. No diría frases  comunes, tópicos  repetidos, eslóganes de campañas de publicidad.
  1. Cuando  le  preguntaran algo y tuviera que contestar SÍ o NO,  no se pasaría un rato largo hablando de la Constitución y los derechos de la mujer sobre su propio cuerpo.
  1. Cuando le preguntaran alguna otra cosa, no pensaría que está en campaña electoral y contestaría lo que le saliese de verdad de dentro, no lo que dice  el guión que le habría preparado alguno de San Quirico o del pueblo de al lado.

Gracias  a  Dios, el restaurante  es  grande. La  gente  de  las mesas  vecinas ni nos mira, a pesar de los esfuerzos que hace mi amigo para  que se le oiga. Yo pienso si el que está en campaña electoral es  él. Pero no creo. Creo que es  un hombre bueno, al que le  da pena:

  1.  Que estemos gobernados por quienes  estamos gobernados.
  1. Que tengamos una oposición que yo creo que se  llama oposición porque te apetece oponerte a todo lo que digan.
  1. Que, además. tengamos unos partiditos pequeñitos (de mente) que lo único que quieren es medrar y conseguir 6 votos en lugar de  5 y que esos 6 votos les sirvan para medrar un poquito más (a esto le llaman “ser un partido bisagra”)

Si fuera otro, diría que nos ha dado la noche. Pero mi amigo es mi amigo, su mujer es  su mujer y son tan majos, tan llenos de bondad de la buena, no de la tonta (que no es bondad), con ideas  tan claras, que la noche de intimidad que habíamos preparado mi mujer y yo se ha convertido en una noche de intimidad agradabilísima, en la que cuatro amigos íntimos nos hemos contado nuestras cosas. (Si queréis ser más exactos, en la que un amigo íntimo nos ha contado sus cosas  a los otros tres.)

Mientras  tanto, cuando puede, su mujer le dice a la mía que sus hijos son fenomenales. Ya lo sabíamos. Se quieren mucho. Se ayudan cuando alguno  lo necesita. Todos han estudiado. Todos se ganan la vida…Y son gente de pueblo, de esos que algún político piensa que puede engañar a base de decir vaguedades hueras. 

Y ese señor (esos señores)  no se da (n) cuenta de que la gente (o sea, las personas), no son idiotas y que, si además,  nos empeñamos en ayudar a que se formen y gastamos el dinero en formación auténtica  en lugar de en tonterías  sublimes dichas con  cara profunda, conseguiremos que este pueblo (no me refiero sólo a San Quirico) esté compuesto por personas inteligentes, a las que hay que convencer con argumentos y, SOBRE TODO, con comportamientos correctos.

P.S.

 

1.     Ya sé que “aterrizar” en un río está mal dicho. Sé que, si se hace en el mar, se llama “amerizar”. Pero no sé cómo se dice cuando se trata de un río. Tampoco me parece que es  muy frecuente y estoy seguro de que me admitiréis esta inexactitud.

 

2.     Me ha dado por usar palabras  difíciles.  “Huero” quiere decir “vano, vacío y sin sustancia”. Y, para acabarlo de arreglar, el Diccionario añade: “dícese del huevo podrido”.

 

3.     El otro día dije que hoy hablaría de la esquizofrenia. Ya veis que mi amigo de San Quirico no me ha dejado.  Pero,  por lo menos, en estas notas finales quiero hablar de la Unidad de vida, o sea, de la  ABSOLUTA NECESIDAD de que el que sea decente por la mañana lo sea por la noche,  de que el político, el hombre de negocios, el  ingeniero técnico industrial y el cartero se den cuenta de que lo que se dice tiene que ser coherente con lo que se hace, porque, si no, como dicen los catalanes, “malament  rai”  ( o sea, muy mal.)

 

4.     Escribo esto el domingo 1 de Febrero. Acabo de ver ganar a Nadal. Y, sobre todo, he visto que al acabar, mientras la gente aplaudía, se ha puesto a meter las  raquetas  en la bolsa, una por una. No ha esperado a que a él, campeón del  Open de  Australia y número1 del mundo, le sirva nadie. Ya lo he dicho muchas veces y lo repito: “Para servir, servir”. O sea, para  ser útil, ayudar a los demás y no esperar a que nos ayuden.

 

5.     ¡Esto va bien! Lo de la revolución civil está empezando!  Estoy contento. Con gente  como mi amigo de  San Quirico y como Nadal, las cosas se arreglarán, y pronto. De ésta salimos mejorados.

 

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Sábado 31 de Enero. Voy con mi mujer a cenar al restaurante de siempre, tan cómodo como siempre, con tan buena comida como siempre y con la misma amabilidad y cariño de siempre.