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El concurso de acreedores (la antigua suspensión de pagos)
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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El concurso de acreedores (la antigua suspensión de pagos)

Antes, cuando alguien hacía suspensión de pagos, hacía suspensión de pagos.  Ahora, hace concurso de acreedores. Pero los periodistas, en general, para evitar que la gente

Antes, cuando alguien hacía suspensión de pagos, hacía suspensión de pagos.  Ahora, hace concurso de acreedores. Pero los periodistas, en general, para evitar que la gente se pierda más de lo que ya está perdida, siempre que hablan de concurso de acreedores, ponen entre paréntesis lo de la suspensión de  pagos.

 

Esto de la suspensión no es más que decir a los que les debes dinero: “Dejad que me tranquilice, y luego hablamos”. Así de simple. Lo que pasa es que si hay muchos a los que les pides que te ayuden a tranquilizarte, alguno de ellos puede preguntar: “Y a mí, ¿quién me tranquiliza?”

 

Pensaba el otro día que nos está ocurriendo algo parecido. Que andamos enloquecidos y que, alguna vez, tenemos ganas de pedir “suspensión de actividades”. O sea: “dejadme un poco en paz, no me atosiguéis con más discursos sembradores de odio, no me agobiéis diciendo lo malos que son los demás y lo buenos que sois vosotros, porque, como dice mi amigo Alberto,  sois todos una castaña. Dejadme una temporada. Luego, ya volveréis a molestar lo que queráis,  pero parad un poco”.

Me parece que esto, en política, se llama llegar a “grandes pactos de Estado”. No sé cómo se llama, pero sí sé que necesito, por favor, que paren de hacer el bobo unos y otros y que me dejen en paz. Que ya sé que la mayoría son unos inútiles, que no se podrán ganar la vida ni como sustitutos de una señora en baja por maternidad en el bar donde suelo ir a desayunar en Barcelona. (Por  cierto, en ese bar, hay un señora sustituyendo a otra y haciéndolo de maravilla, cosa que estos señores serían incapaces de hacer. Se les caería el café con leche encima de los clientes y no volveríamos.)

Ya lo sé. Y lo malo es que lo saben todos los españoles y hasta algún extranjero, por lo que me he podido enterar. Y, como leo alguna revista americana, sé que Obama no duerme, pensando en la fundamental entrevista que va a  celebrar con nuestro Presidente y en la que a Obama le gustaría hacerle una buena impresión, para que el nuestro le tenga en cuenta cuando (¡horror de los horrores!) presida la Unión Europea.

Hay gente que dice que “esto es lo que hay”. Pero no me quiero acostumbrar.  Porque si esto es lo que hay, habrá que hacer algo para que no sea lo que haya.

Lo malo es que no se me ocurre nada. Pero si un país que no iba mal del todo,  en el que, en un momento difícil, se pusieron todos de  acuerdo para  decir eso de “tú te olvidas, yo me olvido, nosotros nos olvidamos y todos nos ponemos a trabajar”, no puede haberse convertido de la noche a la mañana en un país en el que yo no me olvido, tú no te olvidas y aquí no se olvida nadie de nada, ni de lo que me hiciste ayer por la  mañana. Y, además de no olvidarse de nada, se les ocurren cosas que los normales ven con cara de asombro, mientras los anormales gritan ¡olé!.

Y, como de repente, aparecen trapos sucios, algunos muy sucios, sucísimos, en España y en el extranjero,  los normales empiezan “a pasar de todo”.  Ayer  cené con mi vecino de San Quirico y su mujer, y hoy acabo de hablar con otro vecino del pueblo de al lado. Los tres son tres  ejemplos de personas normales.  Iba a decir “ejemplo paradigmático”, pero realmente, no sé muy bien lo que quiere decir. Sin embargo, por si acaso, lo pongo.

Mi vecino y su mujer y este otro amigo están hasta el gorro. Me dicen que conocen bien una Comunidad autónoma que antes era un modelo para  todos los españoles, y que ahora también es un modelo. De cómo hacer mal las  cosas.

La mujer de mi amigo me decía: “Pero sigue habiendo gente buena, de categoría, como aquellos que, en épocas peores, hacían empresa, creaban puestos de trabajo y trabajaban de sol a sol.” Me hace ver que no ha dicho “hacían empresas”, sino “hacían empresa”, en singular. Porque para la mujer de mi amigo, hacer empresa es algo muy serio. Y, cuando dice  estas  cosas,  le mira a  su marido con cara de arrobamiento. Porque este chico, ya no tan chico, ha hecho empresa. Se ha jugado sus cuartos (se los sigue jugando), ha administrado muy bien el negocio, ha dormido poco y está saliendo de la crisis con una gran elegancia. Por supuesto, las entidades financieras no se han puesto en cola delante de su puerta, preguntándole “¿en qué te podemos ayudar?”, porque hasta ahí podíamos llegar.

Necesito hacer concurso de actividades ajenas (la antigua suspensión). No de las mías, que con las mías me divierto mucho. No de las de mucha gente que conozco. Sí de las actividades de esos que me sobran, en algunas Comunidades Autónomas y en eso que en Cataluña llaman “Madrit”. No sobran todos, no.  Pero sobran MUCHOS.

Esto de encontrarme con la gente de San Quirico y del pueblo de al lado me va mal.  Porque, cuando les veo y cuando les oigo, pienso que no hay derecho a que tengamos que aguantar y sufrir a tanto tonto.  Y que, además, tengamos que ver cómo se jalean unos a otros, y cómo se jalean unos a unos,  o sea, a sí mismos. 

 

P.S.

1. Leo que está habiendo un intento de linchamiento personal y político contra nuestro Presidente. Por supuesto, yo no quiero linchar a nadie. Como dice D. José Luis: “¡Faltaría más!”

2. Pero creo que a mis amigos de San Quirico y alrededores también les gustaría que no les  linchasen. Y no les gusta el panorama.

Antes, cuando alguien hacía suspensión de pagos, hacía suspensión de pagos.  Ahora, hace concurso de acreedores. Pero los periodistas, en general, para evitar que la gente se pierda más de lo que ya está perdida, siempre que hablan de concurso de acreedores, ponen entre paréntesis lo de la suspensión de  pagos.