Es noticia
Una pregunta mal hecha
  1. España
  2. Desde San Quirico
Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

Por

Una pregunta mal hecha

En un programa de televisión me preguntan qué creo que nos deparará 2010. Digo lo que pienso. Al acabar, el presentador me dice: “le veo pesimista”.

En un programa de televisión me preguntan qué creo que nos deparará 2010. Digo lo que pienso. Al acabar, el presentador me dice: “le veo pesimista”. Y no me gusta. No me gusta serlo ni que piensen que voy esparciendo pesimismo. Me gusta exactamente lo contrario.

 

Y en ese momento, me apetece echar la culpa al prójimo y le digo al presentador que me ha hecho mal la pregunta. Me tenía que haber preguntado qué le depararemos nosotros al 2010 y, con un poco más de concreción, que le depararé YO al 2010.

Porque esa es la pregunta. Lo otro, lo de decir lo que va a pasar este año, en primer lugar es una profecía, y, en segundo, da la impresión que yo siempre he querido evitar: la de quedarme acurrucado en mi casa, esperando a que “estos” o “aquellos” arreglen las cosas, como me han dicho tantas personas con las que me he ido encontrando este año.

Porque la situación no es buena. Ni aquí ni fuera. Por ejemplo: al pobre Obama, que es una buena persona, le acaban de decir los de su partido que “quizá ha llegado la hora de que los demócratas desviemos nuestra atención hacia asuntos que tienen un amplio apoyo de la población”, y citan la creación de empleo y la recuperación económica. Y esto me hace pensar que la reforma sanitaria, que parecía, visto desde aquí, que a los americanos les preocupaba mucho, pues que les preocupa menos.

Y que al americano de la calle, que también es sensato, como el español de la calle, lo que le preocupa mucho es qué va a hacer Barack con el problema del paro y el de la recuperación económica, que a mí me da la impresión de que son el mismo, seguramente porque no sé explicar bien la diferencia a unos cuantos millones de personas que están sin trabajo.

Y parece que Obama ya se ha enterado, porque su portavoz ha dicho que “hay una tremenda cantidad de ira y frustración por la marcha de la economía”.  Y si el portavoz lo ha dicho a la gente, seguro que antes se lo ha dicho al Presidente.

O sea, que esto está mal. Que España no remonta todavía, que Estados Unidos y Europa remontan poquito, y según las noticias, de manera frágil.

Esto es lo que he leído. Pues ya está.

Y esto me da moral para pensar que, después de un año, Obama ya no va a distraerse y me da esperanzas de que en España, o sea, en el Gobierno Central y en las Comunidades Autónomas, los que mandan no van a distraerse, porque si Barack no se distrae, ellos tampoco.

Lo que pasa es que a Barack le ha costado un año darse cuenta de que no hay que distraerse, pero a nuestro José Luis todavía no le ha llegado ese momento y se lo está pasando de cine en Bruselas y dando vueltas  por la Unión Europea, diciendo lo que va a hacer en los próximos 25 años y asegurando que en seis meses él consigue sentar las bases para que la Europa tecnocrática, economicista y vulgar, se convierta en una Europa más limpia, más integrada, con menos dependencia energética y más independiente. (Lo que está en cursiva está copiado de un artículo de Fernando Ónega en La Vanguardia. No se me ha ocurrido a mí.)

Todo ello lo dice bajo la mirada atenta del Presidente permanente, que, discretamente, se calla y le deja hablar al interino, porque piensa: “total, para lo que va a durar…”.

 

Distracciones, distracciones, distracciones. Pero yo no me quiero distraer. Porque la gente que veo por la calle no se distrae. Veo al de la funeraria que ofrece enterrar a los difuntos con ropa de Antoni Miró, y al promotor inmobiliario que intenta vender, a separados o divorciados, packs de “piso más asesoría legal más asesoría psicológica”. Veo a la abogada que trabaja en un puesto inferior a su nivel “porque hay que salir adelante”. Veo a los del bar que se matan de trabajar, con amabilidad y muy buen servicio, y que tienen el bar lleno.

Paralelamente, veo a los del bar que clavan de mala manera al que entra a tomar un café y un agua (en este caso, yo), porque supongo que es lo que hacen con el pobre turista que pasa por allí. Y la diferencia con el otro bar es que éste está absolutamente vacío. Porque el turista será lo que sea, pero tonto, no. Y yo seré lo que sea, pero no volveré. Y cuando este señor cierre por falta de clientes, y ponga en el paro 6 personas más, dirá que es por la crisis y echará la culpa al PSOE, al PP o a Coalición Canaria, en vez de pensar que le ha sucedido eso a él porque es un merluzo.

Yo no quiero ser merluzo. Y mucha, mucha gente sensata en España, tampoco. Por eso digo que ésta es la hora de los sensatos. Hay mucho sensato suelto. Ayer me reuní con tres: un ejecutivo importante, un escritor muy de moda y un periodista con fuerte espíritu crítico. Hablamos durante una hora y media de todo lo que quisimos, relacionado con la actual situación socio-económico-política. Algo así como si arreglásemos el mundo.

Daba gusto. Porque cada uno tenía su punto de vista, pero la mesa estaba llena de sensatez. No les oí decir ninguna tontería. Al acabar la reunión, todos salieron corriendo porque tenían mucho trabajo.

Vamos a exigir a estos chicos que están por ahí arriba que discurran con la cabeza y no pensando en las próximas elecciones, municipales, autonómicas, generales, europeas, o lo que sea. Porque si están siempre pensando en eso, no se fijan más que en las encuestas y así no se dirige ni un país ni San Quirico. Así te diriges a ti mismo, hasta que la gente se cansa, porque, a pesar de lo que esos piensan, la gente no es idiota. Alguno habrá, pero la mayoría aplastante no lo es.

Vamos a exigir a estos chicos y a todo chico que hable que nos diga la verdad.

Que cuando nos digan que un glaciar se está deshelando, lo comprueben previamente para evitar que después nos digan que se equivocaron.

Hablamos a todas horas de la reforma laboral. Mi amigo de San Quirico me dice que por qué no hablamos de la reforma financiera. Le digo que con lo del FROB ya la tenemos encauzada. Me dice que Bruselas dice que no hemos mandado los papeles y que nosotros decimos que sí que se los hemos mandado y que los han debido perder por allí, porque los edificios son grandes, hay muchos despachos y muchos pasillos y vete a saber dónde estará la carta. Y que lo malo es que unas Cajas de Ahorros se iban a fusionar pensando que podían utilizar dinero del FROB, y que como Bruselas se ha puesto tonta, la fusión se retrasa y luego igual hasta se arrepienten de quererse fusionar.

Ahora nos han dicho que un entrenador muy bueno renueva su contrato. Le felicito a mi yerno Pedro, culé de toda la vida. Él me dice que ese entrenador ha dicho que no firma hasta que no haya un nuevo Presidente y que si ese nuevo Presidente no le quiere, se irá inmediatamente, sin cobrar indemnización. Y Pedro, que es así, dice que eso quiere decir que no ha renovado. Cosas de Pedro, que, por cierto, es muy inteligente y no suele decir tonterías.

Un matrimonio amigo mío planteó sus dudas por un tipo de hipoteca que habían contratado sin entender, que es lo que no hay que hacer. El Director de la Oficina no les supo explicar el producto que les había vendido él mismo. Como estaban preocupados, acudieron al Departamento de Atención al Cliente, que les explicó, en una carta muy bien escrita, lo que el Director de la Oficina no había sabido hacer. Siete meses más tarde, han recibido otra carta del mismo Departamento diciéndoles que, “casualmente”, han repasado aquella carta (deben repasar la correspondencia cada 7 meses) y han descubierto que la explicación estaba mal, porque se habían equivocado. Que lo lamentan.

Y así estamos, entre algunas verdades, muchas medio verdades y abundantes chapuzas. Y yo, para este año 2010, quiero decir verdades y no hacer chapuzas. Y como yo,  muchísima gente. Y eso es lo que yo quiero deparar al año 2010, sin esperar a que esos me saquen de la crisis. Que no me sacarán.

Me gustaría que el 31 de Diciembre, alguien preguntara al 2010, lo que había hecho yo por él, y que el 2010, que estará muy viejecito, le pudiera decir muchas cosas. Porque si espero en mi casa a ver qué me depara él, me voy a quedar con las ganas.

En un programa de televisión me preguntan qué creo que nos deparará 2010. Digo lo que pienso. Al acabar, el presentador me dice: “le veo pesimista”. Y no me gusta. No me gusta serlo ni que piensen que voy esparciendo pesimismo. Me gusta exactamente lo contrario.