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La calidad de la democracia española
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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La calidad de la democracia española

Mi amigo de San Quirico está preocupado por lo que él llama “la calidad de  la democracia española”.Dice que esto, de democracia, nada. Le pregunto qué

Mi amigo de San Quirico está preocupado por lo que él llama “la calidad de  la democracia española”.

Dice que esto, de democracia, nada. Le pregunto qué es democracia y dice que no lo sabe,  pero que si esto es lo que inventaron los griegos, se lucieron.  Que no le extraña que Grecia vaya tan mal.

Como me parece que se le está yendo la olla y que se mete por unos derroteros que no conducen a nada, agarro el Diccionario de la  Real Academia, que me sirve para todo, y le digo que democracia es la “doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno”, o bien, el “predominio político del pueblo en el gobierno político de un Estado”.

Y entonces, mi amigo estalla, y dice: “¡pues más a mi favor! ¿Tú crees que estos se han leído el Diccionario? ¿Tú crees que a estos les importa algo el pueblo?”.

Y añade, con cara solemne: “porque a mí, que soy el pueblo, estos no me representan en absoluto”. Y añade: “¡me sobran! ¡Todos!”.

No sé qué le ha pasado hoy, pero viene lanzado. Puede ser que el problema esté en alguna factura que no ha cobrado, o en el cambio climático que ha hecho que nevase tanto en San Quirico. También puede ser que este hombre, que no es tonto, esté hasta el gorro de ver que los políticos, o sea, los interinos, o sea, nuestros empleados con contrato temporal, a los que se les puede despedir sin indemnización, están tocando el violón a dos manos, en una lucha constante por ver quién lo hace peor, quién dice la mayor tontería, quién es menos eficaz o quién es más inoportuno.

Le digo que una cosa es la democracia, el sistema, y otra, estos mozos, que, para decir cualquier vaguedad, ponen cara muy seria y dicen que lo que han hecho -la bobada que sea-, ha sido por la democracia. Algunos, además, acentúan la palabra democracia en la sílaba de, con lo cual, pasan de la seriedad absoluta a la comicidad más espectacular.

Pues sí, la calidad de la democracia española es muy mala. Ya sé que por ahí fuera pasa lo mismo, pero ¿no habrá llegado la hora de que el pueblo, o sea, ese señor de la boina y esa señora con pinta de maruja, que es más lista que el hambre, hagan que estos interinos se vayan a la porra?

Que se vayan suavemente, sin ruido, que digan eso de que dimiten por razones personales, que se compren una casa en algún sitio bonito, pero que se vayan, por favor.

Y que luego, allí donde estén, se dediquen a escribir sus memorias, porque así se darán cuenta de las estupideces que han hecho, del mal, del mucho mal que algunos de ellos han hecho y de la inutilidad (en el mejor de los casos) de su paso por puestos de responsabilidad.

Y que, en su lugar, venga gente maja, sana, honrada, que se crea eso de que la política es un servicio al pueblo y que no venga a medrar, a pegar un par de pelotacillos, a hacerse amigo de no sé quién.

Y que esa gente maja, sana, honrada, sea elegida democráticamente. Democráticamente no quiere decir necesariamente a través de un partido político, porque en la definición de democracia que da mi diccionario no pone lo de los partidos. (Quizá es culpa de la  Editorial Espasa, pero no lo creo, porque les conozco y son muy buena gente.)

Que no se trata de buscar salva patrias, como me dijo mi amiga Julia, una señora de gran categoría, humana y profesional.

Pero se trata de salvar a la Patria, porque una Patria en manos de todos estos, que, por cierto, no creen en la Patria, es una pena.

Mi amigo de San Quirico está preocupado por lo que él llama “la calidad de  la democracia española”.

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