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Doña María Emilia, Don Baltasar y la crisis institucional que no existe
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Doña María Emilia, Don Baltasar y la crisis institucional que no existe

Dª María Emilia está enfadada. Como mucha gente se mete con su Tribunal Constitucional, ha puesto cara de mal genio y ha dicho que estamos ante

Dª María Emilia está enfadada. Como mucha gente se mete con su Tribunal Constitucional, ha puesto cara de mal genio y ha dicho que estamos ante una crisis institucional. Pero no hay que preocuparse: nuestro presidente ha dicho que no hay crisis institucional. Y si él, que está muy bien informado -y ahora, con la Presidencia europea, todavía más- dice que no hay crisis institucional, pues no la hay.

Lo que hay es lo que podríamos calificar como “presión que, mediante amenazas, se ejerce sobre alguien para obligarle a obrar en determinado sentido”. Que se lo digan a D. Baltasar, al que le están dando por todas partes.

D. Baltasar está mejor que Dª María Emilia. Es que tiene más amigos. Le debe gustar mucho el cine, porque en cuanto se habló de él, salieron unos cuantos chicos a la calle y se pusieron a hablar de la Falange. La Falange, ¿os suena? Era aquello de la época de Carlos V o de Felipe II, no me acuerdo bien, que yo no sabía que seguía existiendo, pero que ha puesto nerviosos a estos mozos.

Lo que pasa es que cuando estos mozos se ponen nerviosos, consiguen que salgan espontáneamente a la calle 4.500 personas, según dice La Vanguardia, y que un señor saque una bandera republicana y se ponga encima de una marquesina, espontáneamente también. Luego se caerá, se romperá una pierna y le echará la culpa a la Monarquía.

Que no hay crisis institucional, hombre. Que la separación de poderes -el legislativo, el ejecutivo y el judicial- está clarísima. Que todos dejamos trabajar a los jueces en paz. Que hay mucho mal pensado.

Mi amigo de San Quirico me dice que como los del Tribunal Constitucional se eligen según sus simpatías políticas, que mejor sería, para agilizar las cosas, que se reunieran en el centro de una plaza de toros, que cada uno se pusiera una camiseta según el color de sus creencias, que se vendieran entradas, que se instalase un buen sistema de megafonía y se transmitiese por la tele y así podrían trabajar mejor y cuando dijeran algo, mediríamos los aplausos del púbico y tendríamos las sentencias en dos minutos, por aclamación.

Le digo que en 1789, ya inventaron una cosa así y les salió la Revolución francesa, y que me parece que ya somos mayorcitos para andar haciendo presión con el fin de “obligar a alguien a obrar en determinado sentido”.

Aunque no conozco a Dª María Emilia, me atrevo a advertirle de que en el Tribunal Constitucional debe haber un cotilla, o sea, alguien que, en cuanto se entera de una cosa, va y la cuenta. Y así me he enterado, bueno, nos hemos enterado los 46 millones de españoles,  que el Sr. Gay es partidario de no tocar para nada el Estatut de Catalunya, que el Sr. Giménez es duro y que el Sr. Aragón también es duro y azañista, cosa esta última que no sé qué tiene que ver con todo este lío.

Hay otros que son progresistas, pero no sigo porque me pierdo. Y además, tres de ellos se van a los toros y se ponen junticos, y les hacen una foto, y el periodista investiga y explica por qué ponen esa cara.

Me gustaría pedir una cosa, pequeña, sin importancia: por favor, ¡basta de ruido!, que nadie puede trabajar con el ruido que hay. Que cuando a alguien no le gusta algo, en vez de hablar de ese algo donde tiene que hablar y con quien tiene que hablar, sale a la calle, se compra un altavoz y grita diciendo cosas que no tienen nada que ver con el asunto de que se trata, porque su objetivo no es ayudar, sino enmarañar las cosas e intentar sacar todo lo malo que los humanos llevamos dentro, que, por aquello del pecado original, es bastante.

Y así, en vez de perdonar, azuzamos. En vez de aclarar, oscurecemos. En vez de olvidar, inventamos. (He dicho inventamos. No he dicho recordamos).

Y mientras tanto, otro cotilla dice que ha subido el paro. Y Standard & Poor´s dice que somos menos de fiar. Y cuando salimos de casa, miramos hacia la derecha, porque en esa dirección está Grecia.

Pero estad muy tranquilos, porque si nuestro presidente dice que no pasa nada, es que no pasa nada.
Nada.

P.S.

1. Las frases entre comillas corresponden al Diccionario de la Lengua Española, vocablo “chantaje”, que te dirige al vocablo “extorsión”.

2. Por supuesto, no llamo chantajistas ni extorsionadores a todos estos señores que chillan, pero si se callaran, igual tendría menos tentaciones de llamarles así.

Dª María Emilia está enfadada. Como mucha gente se mete con su Tribunal Constitucional, ha puesto cara de mal genio y ha dicho que estamos ante una crisis institucional. Pero no hay que preocuparse: nuestro presidente ha dicho que no hay crisis institucional. Y si él, que está muy bien informado -y ahora, con la Presidencia europea, todavía más- dice que no hay crisis institucional, pues no la hay.