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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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D. José Luis sale del armario

El pasado fin de semana desayuné con mi amigo de San Quirico y le dije que no sabía de qué hablar esta semana. Puso cara de

El pasado fin de semana desayuné con mi amigo de San Quirico y le dije que no sabía de qué hablar esta semana. Puso cara de sorpresa y me dijo: “¡no será por falta de temas!” Y empezó a hablar  de los bonos de la Generalitat, de que Díaz Ferrán estaba a punto de irse, de que el Zaragoza seguía sin ganar,…

El miércoles por la noche me llamó: “¡ya tienes tema! ¡Ha habido cambio de Gobierno!”.

Me dio mucha pereza, porque no acababa de verlo claro. Cené, vi un trozo de una película de tiros, que me descansó mucho y me fui a la cama. Y leí un rato.

Ahora estoy leyendo “El último paciente del Doctor Wilson”, de mi amiga Reyes Calderón. Y se me aclararon las ideas cuando llegué a un pasaje en el que un chaval joven, muy hablador, refiriéndose a otro personaje, le dice a la protagonista:

No se deje engañar por su buena planta, sus andares elegantes, su porte distinguido…Es un adonis inaguantable, un self-gay, en una palabra”.

La protagonista le pide aclaraciones y el chaval le dice: “es una broma que hacemos mi novia y yo. A ese señor no es que le gusten los hombres, es que sólo es feliz junto a un hombre: él mismo. Sólo se divierte escuchándose a sí mismo, leyéndose a sí mismo, amándose a sí mismo: un self-gay, ¿me comprende?”

Lo leí, me reí y me dormí riéndome.

Y esta mañana, cuando me he levantado, he pensado: “¡claro, esto es lo que le pasa a este señor que vive en la Moncloa! ¡Es un self-gay! Y por eso tanta pirueta, porque así se ama a sí mismo profundamente”.

Ya sé que la caridad bien entendida empieza por uno mismo, pero D. José Luis, esto es demasiado. Usted era self-gay y no nos lo había advertido.

Porque lleva usted la economía como la lleva, pero, en cuanto recibe órdenes del extranjero, las obedece, diciéndonos que usted ha decidido hacer un plan de ajuste importante.

Lleva usted la política como la lleva, regalando un mar al primero que necesita un mar o pasando 32 transferencias al primero que necesita 32 transferencias, aunque en el camino se lleve por delante a aliados suyos, que sonríen melancólicamente cuando le ven venir, porque supongo que, ahora que conocen sus inclinaciones,  piensan: “¿qué se le habrá ocurrido a éste? Quizá ha regalado a alguien el puente colgante de Portugalete”.

Leo que esta vez  ha recibido órdenes de otro sitio: de lo que llaman la vieja guardia de su partido. Pues hala, a obedecer, poniendo cara de self-gay (cara que consiste en decir: “eso se me ha ocurrido a mí”).

No sé cómo irán las cosas con este “gran Gobierno”, como dice D.  José Blanco, que de paso, se autoinciensa un poco. Dios quiera que bien, porque a mí me preocupa España, o lo que quede de ella, después de tantos regalos.

En Expansión leo que “el Presidente seguirá interviniendo en la economía a través de Elena Salgado”. Por favor, vieja guardia del partido, ¡evítenlo como sea!, porque este mozo ya nos ha acercado al borde del abismo y ahora es capaz de dar un paso adelante.


P.S.

1. Me desconcierta que Valeriano Gómez, que iba en la manifestación contra la reforma laboral, ahora sea el encargado de llevarla adelante. Pues nada, otra vez a empezar, que no hay prisa.

2. En serio. Mi mayor respeto a Dª Beatriz Corredor y a Dª. Bibiana Aído, que han aceptado unos puestos de menor categoría que los que tenían. Supongo que no lo han pasado bien. No sé cuánto aguantarán. Pero el hecho de aceptar esos puestos me parece reseñable y me da esperanzas de que todavía hay personas que consideran que un puesto determinado es un encargo que te dan y que otro día te dan un encargo distinto, de menor nivel. Pero como lo que tú quieres es servir a España, lo aceptas. (Ya sé que algunos me dirán que no están de acuerdo conmigo, pero lo digo muy convencido, porque yo trabajé en una organización en la que esa era la filosofía y funcionaba muy bien.)

3. No sé si seguirá usted tan dadivoso, D. José Luis, pero, por si acaso, le pido que me transfiera el trozo del Ebro que, en Zaragoza, va desde el puente de Piedra hasta el puente de Santiago. No es mucho, pero me gustaría que pusieran ahí un cartel que dijera “Trozo del Ebro de D. Leopoldo Abadía”. Yo, a cambio, le votaría siempre a usted.

4. Y me quedaría con la conciencia tranquila, porque obedecerle a usted es obedecer a los que le mandan a usted. No es que sean perfectos, pero mejores que usted, sí. (No es difícil.)

El pasado fin de semana desayuné con mi amigo de San Quirico y le dije que no sabía de qué hablar esta semana. Puso cara de sorpresa y me dijo: “¡no será por falta de temas!” Y empezó a hablar  de los bonos de la Generalitat, de que Díaz Ferrán estaba a punto de irse, de que el Zaragoza seguía sin ganar,…

Gerardo Díaz Ferrán