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La otra noche arreglamos el mundo
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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La otra noche arreglamos el mundo

En el puente de la Inmaculada nuestra casa de san Quirico se llenó. Suele ocurrir con frecuencia. Al principio te da pereza, pero luego te das

En el puente de la Inmaculada nuestra casa de san Quirico se llenó. Suele ocurrir con frecuencia. Al principio te da pereza, pero luego te das cuenta de lo bien que se está cuando hay mucha gente. “Mucha gente”, en este caso, quiere decir 3 matrimonios y 9 niños.

Cenamos el día de la Constitución en casa y hablamos, hablamos, hablamos. Y nos reímos. Y arreglamos todo. Lo de los controladores, no, porque ya está arreglado, Dios lo quiera. Pero nos dedicamos a muchas otras cosas.

Al final de la cena, mientras los hombres recogíamos la mesa, hicimos resumen. No tomamos nota por escrito, pero al día siguiente rehicimos la lista entre todos. Resultó que habíamos arreglado los siguientes asuntos:

1. La salud de los bancos y de lascCajas de ahorros. Mi nuera profundiza en los tests de stress que da gusto. El día que se lo explique a sus 10 hijos, tendremos 10 futuros Presidentes de Banco.

2. El papel de las comisiones en los beneficios de los bancos, que es una manía que tengo.

3. La idea de Cantona, que, como futbolista, era un poco brutico, de que un día todos nos pusiéramos en cola delante de las oficinas bancarias para retirar nuestro dinero, o, por lo menos, para poner cara de que lo queríamos retirar y así darles un susto.

4. Una vez resueltos los problemas del sistema financiero, pasamos al tema de los ocupas. Mi hijo cuenta cómo resolvieron unos amigos suyos el tema en una finca de un amigo suyo y nos damos cuenta de que ese amigo no hizo más que militarizar el asunto. Lo que pasa es que lo hizo a su manera.

5. Continuamos con un comentario breve sobre la reunión del ex presidente Zapatero con 37 empresarios, con la matización de mi hijo, que dice: “querrás decir con 12 empresarios y 25 empleados”. Aclara que un empresario es el que se juega sus cuartos y que un empleado es el contratado por el empresario para que le administre sus cuartos.

6. Como mi hijo, cuando tiene una idea, la exprime, dice que los empresarios y los empleados son entes distintos, muy dignos todos si son dignos personalmente, y añade que el día en que la empresa se va a la porra, el empresario se arruina y el empleado se va a la calle con una indemnización muy maja.

7. Como en la mesa hay algunos que no le comprenden a la primera (yo sí que le comprendo), saca la lista de asistentes a la reunión y dice: “éste empresario, éste empleado”, y así, hasta el final.

8. Prefiero no reproducir la lista, porque algún empleado podría molestarse, y yo no quiero que nadie se disguste por estos artículos que escribo.

9. Mi hija, que no ha visto de cerca una Cámara de Comercio en su vida, dice que a ella le parece que lo de la supresión de la cuota a pagar a las Cámaras de Comercio es lo único que han conseguido los empresarios y los empleados en esa reunión.

10. Mi nuera, que es muy buena, le dice que es una mal pensada. Mi hija pone cara de no convencida. Debe ser una mal pensada. Yo me callo.

11. Estamos acabando la cena cuando mi hijo dice que se acaba de enterar de que un pariente nuestro fue presidente de una estación de esquí muy importante y que, si lo hubiera sabido antes, le hubiera pedido un forfait para toda la familia.

12. (Nuestro pariente falleció hace un par de años. Era un hombre fenomenal, de gran categoría humana y profesional. Me imagino la cara que hubiera puesto si aparece mi hijo y le pide 65 forfaits para la familia. No se hubiera recuperado en años.)

13. Como no tenemos prisa y mi yerno es muy lento comiendo, nos queda tiempo para hablar de la violencia doméstica, porque mi hija, que es médica, ha recibido en su consulta a una señora a la que el cafre de su marido le zurra, y fuerte.

14. En el postre, llegamos a lo del Balón de Oro y todos estamos de acuerdo en que este año hay que dárselo a Xavi, Iniesta y Messi. A los tres a la vez. O sea, el Tribalón de Oro. Y si hay que modificar el reglamento de concesión del Balón de Oro, se modifica.

¡Qué noche, Señor! Nos han quedado muy pocas cosas por arreglar.

Cuando acabo de recoger, cojo Expansión y veo un chiste de kepa-lalo, en el que un señor se pregunta: “si estamos todos tan ocupados trabajando…¿quién tiene tiempo de cambiar el mundo?”

Como ya me he reído mucho en la cena, ahora me tomo en serio el chiste y pienso que, para empezar, no hay que desarreglarlo.

Y que para eso están los ecologistas y el reciclaje y la gente que se preocupa por las burradas que hacen esos que:

1. Cuando se encuentran una playa, no ven la playa, sino los diversos procedimientos para cargársela y, de paso, forrarse.

2. Cuando ven un bosque, les pasa lo mismo.

3. Cuando ven una ballena, no ven la ballena, sino latas y latas y latas de “Carne de ballena recién pescada”.

4. Y, lo peor, cuando ven gente, no ven personas, sino tonticos a los que venderles productos financieros estructurados, garantizados y derivados.

Eso es para empezar. Pero la cosa es mucho más profunda. Iba a decir mucho más seria, pero no lo digo, porque lo de las playas, los boques, las ballenas y los señores es muy serio.

El mundo se arreglará cuando los mundanos (o sea, los que vivimos en el mundo) decidamos jugar en serio a no jorobar al prójimo y a no hacer daño al primero que pase, porque para eso somos libres, para fastidiar.

Y eso no se arregla como dice una señora en la contra de La Vanguardia: “No espere de nadie que sea ético: exíjaselo por contrato”.

Esta señora, a quien no conozco, tiene un currículum brillante, y dice en la entrevista cosas muy sólidas. Pero, en un momento determinado, me da la impresión de que es un poquico ingenua.

Y lo creo porque lo que va por dentro (la honradez, la no honradez, la vergüenza, la falta de vergüenza) no se arregla con un contrato.

He  dicho muchas veces que si yo soy sinvergüenza en este sistema, me cambian de sistema y en tres días soy sinvergüenza en el otro sistema. Pues aquí, igual. Si soy sinvergüenza y firmo un contrato por el que me comprometo a tener un comportamiento decente, no se preocupe, señora, que seguiré siendo sinvergüenza, ahora con contrato. Y como, además de sinvergüenza seré avispado, no me cazará usted. Y para  cuando me cace, que me quiten lo bailao, porque lo bailao estará en las islas  del Cayman.

Hay que arreglar el mundo. Pero no “además de” nuestro trabajo, sino “por medio de” nuestro trabajo y de nuestra vida normalita. Es decir: no se trata de trabajar y, a la salida, decir: “me voy a arreglar el mundo”, porque a esas horas te coge cansado y piensas: “me voy a  casa; del mundo me ocuparé mañana”.

Hemos de trabajar, de vivir, de estar con la familia, de estar con la gente de tal manera que de nosotros se pueda decir que este trocito de mundo que soy yo funciona bien y que la persona que ocupa ese trocito de mundo es fiable. Sin contrato, o sea, de verdad.

La labor es ingente, o sea, muy gorda. Porque ha habido, y sigue habiendo, una oleada sucia de sinvergoncería que casi nos arrolla. Y lo que no es admisible es pensar que como hay ola, me incorporo a la ola, que esto del surf me gusta. Hay que hacer surf al revés, o sea, hacia dentro del agua, lo que debe ser muy difícil. Pero si no decimos estas cosas, estamos engañando a la gente. A veces, engañándola con buena voluntad.  Pero engañándola.

La  cosa va por dentro. ¡A ver si nos enteramos! Porque se nos ha ocurrido que, a base de leyes, decretos, y cosas así, mejoraremos a la gente por dentro. Y lo único que hemos conseguido es que no fumen.

Y me preocupa pensar que nuestros gobernantes son unos ingenuos. Y que los que se oponen a nuestros gobernantes son otros ingenuos. Y que, muchas veces, se nos olvida que el hombre fue creado buena persona, pero que lo del pecado original fue verdad. No hay más que ver las consecuencias.

O sea, que eso de que el otro día, mientras cenábamos, arreglamos el mundo, no es verdad. Tocamos temas, dijimos tonterías y lo  pasamos muy bien.

Pero arreglar, arreglar, no. Porque para eso la gente, las personas, una  a una, han de plantearse que, tal como vamos, no vamos a ninguna parte. Mejor dicho, a pegarnos un castañazo fuerte. Hay quien dice (yo,  por ejemplo) que ya nos lo hemos pegado.

P.S:
1. Como de pasada, he dicho que los hombres recogimos la mesa después de cenar. En San Quirico, los papeles están claramente repartidos: en el momento en que nos sentamos a comer, las mujeres no se levantan para nada. Los hombres cambian los platos, traen el agua, recogen la mesa, etc.

2.  Es muy divertido ver la cara de sorpresa de los amigos de mis hijos cuando mi mujer les dice: “niño, levántate, que aquí las mujeres no se mueven durante la comida”.

3. Es una pena que hay desaparecido el Ministerio de Igualdad, porque la ministra igual nos habría dado una medalla. Ahora que es sólo Secretaria de Estado, nos  podría mandar, por lo menos, un diploma de buena conducta.

En el puente de la Inmaculada nuestra casa de san Quirico se llenó. Suele ocurrir con frecuencia. Al principio te da pereza, pero luego te das cuenta de lo bien que se está cuando hay mucha gente. “Mucha gente”, en este caso, quiere decir 3 matrimonios y 9 niños.