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Hay que hacer a conciencia y con urgencia un examen de conciencia
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Hay que hacer a conciencia y con urgencia un examen de conciencia

Cuando uno se va de España durante unos días, tiene tiempo suficiente para  darse cuenta de que:1.   Todos nuestros problemas no son para tanto.2.   La mentalidad

Cuando uno se va de España durante unos días, tiene tiempo suficiente para  darse cuenta de que:

1.   Todos nuestros problemas no son para tanto.

2.   La mentalidad de que mi pueblo es mi pueblo y los demás pueblos, incluido Nueva York, no valen nada, es ridícula.

3.   Lo de la globalización es verdad. Lo incómodo es que te cansas.

4.   Las personas con las que te encuentras son normales, o sea, que se dan cuenta de las cosas que pasan.

5.   Como, además, te las  encuentras  fuera y eso quiere decir que han salido de España, están de acuerdo con los puntos 1, 2 y 3.

A la vuelta, uno intenta enterarse si lo de las Cajas se ha arreglado, si el aeropuerto de Castellón ya ha inaugurado la línea Castellón-Ciudad Real con conexiones a Lleida, si la señora Chacón ya ha conseguido ser la candidata del PSOE o si D. Mariano ha decidido explicarnos lo que hará cuando gane las elecciones (si las gana.)

Y uno descubre que todo sigue igual, lo cual es lógico, pero uno pensaba que igual había suerte y algo se había puesto en marcha.

Pues no. Nada se ha puesto en marcha.

Y como la sección de “Cosas que se han puesto en marcha” está vacía, uno se va a otras secciones, a ver si encuentra algo.

Y encuentra.

Encuentra una noticia que le hace pupa: que “el 80 % del déficit público será estructural en 2012”, noticia que el periodista estropea más cuando dice que “el Ejecutivo socialista y el que venga después tendrá que tocar los pilares del Estado de Bienestar”.

Mi amigo de San Quirico dice que, siempre que se ha encontrado con una casa que tenía problemas estructurales, ha acabado llamando a Enderrocs García para que la derribara con el mínimo polvo y el menor ruido posible. Que se acuerda de cuando muchas casas de Barcelona tenían aluminosis y que a él le parece que, entre las chaladuras de algunas Autonomías, las locuras de algunos Ayuntamientos y la tontada esta del Estado del Bienestar, en el que todos queremos que todo nos lo haga el Estado, pero sin que nos suban los impuestos, la aluminosis en España está en su máximo apogeo.

Que le parece que a Zapatero habría que llamarle D. José Luis el aluminótico.

Y que el pobre que venga después, sea del partido que sea, lo va a tener crudo, porque va a tener que salir en televisión y, mirándonos a los ojos a los españoles,  nos va tener que decir: “chicos, la fiesta se acabó”. Como mi amigo, de vez en cuando, lee cosas en inglés. añade: “o sea, the feast is over”. Y se queda tan contento.

(Dice lo de “mirándonos a los ojos” porque cree que así es más difícil mentir, aunque hay algunos en España -se ofrece a darme los nombres- que lo hacen con toda brillantez.)

Llega el final de nuestro desayuno. Son las 12 menos cuarto. Hoy nos hemos alargado,  porque yo le he contado cosas de mi viaje y porque hacía tiempo que no nos veíamos y nos teníamos que poner al día.

Cuando nos sirven el café y el Cardhu,  mi amigo dice que no sabe   si la feast es over o no es over, pero que ve claro que nos hemos metido en un lío que hay que resolver.

Y empieza a desbarrar contra el Estado de las Autonomías, que dice que estuvo muy bien cuando se inventó, aunque lo del café para todos no le gustó, “porque no querrás comparar Aragón con Cataluña”. Eso me pica bastante, pero prefiero callarme y no hablarle ahora del Reino de Aragón, porque me parece que no es el momento. Pero me lo guardo.

Dice mi amigo  -y yo le escucho con respetuoso silencio, porque le veo en vena- que hay que replantearse todo. Y se va exaltando poco a poco y me dice; “tú, cuando trabajabas de verdad, no hacías más que hablarme del seguimiento y la reapreciación, y ahora se te ha olvidado”.

Tiene razón. Se me había olvidado. Siempre que en una empresa se marca un rumbo, creo que es necesario un seguimiento constante (comprobación de que el rumbo se mantiene) y una reapreciación constante (comprobación de que el rumbo que se marcó sigue estando vigente.)

Y mi amigo dice que el rumbo que se marcó (el Estado de las Autonomías) le gustó, pero que él, por su cuenta, y sin decir nada a nadie, ha hecho el seguimiento y le parece que, como decía Ortega y Gasset: “no es esto, no es esto”.

A estas alturas, con medio Cardhu bebido, pienso que como este hombre me siga soltando frases en inglés y hablando de Ortega y Gasset, me levanto y me voy a la mesa de al lado, donde también están otros de San Quirico, pero con aspecto de hablar de cosas mucho menos profundas.

Mi amigo sigue, sin embargo. Dice que no quiere volver a una centralización brutal, pero que tanta descentralización le parece una patochada. O, por lo menos, que algunos de los descentralizados han utilizado la descentralización para hacer todas las patochadas que han podido.

Y que España somos todos, como Hacienda. Y que, desde Berlín, la señora Merkel (y aquí se levanta e inclina la cabeza respetuosamente), no ve un Gobierno Central y 17 Autonomías. No. Ella ve España. Seguramente, porque es un poco corta de vista, pero ve España. Y los mercados (o sea, esos seres que cuando invierten sus dineros quieren sacarles un buen rendimiento, o sea, como tú y como yo, le aclaro), cuando ven nuestro desbarajuste, nos suben la prima de riesgo, o sea, que pedir prestado nos cuesta más.

Y que tiene noticias de que Portugal nos debe bastante. Y que tiene noticias que hablan de la reestructuración de la deuda de Grecia, o sea, lo de que te pagaré menos de lo que te debo y, además, a plazos.

Y que todo eso hace que el próximo señor que mande en España tendrá que arremangarse y hacer que todos nos replanteemos en qué dirección va el barco.

Y yo me quedo preocupado,  porque resulta que mi amigo, que de estas cosas no sabe nada, piensa lo mismo que yo, de donde deduzco que yo tampoco sé nada.

Pero sí sé que hemos montado un andamiaje y que lo hemos manejado de tal modo que el día menos pensado, o sea, en 2011 o 2012, va a hacer crack.

Y eso trae consigo la necesidad de que en 2011 o en 2012 cojamos la Constitución, la leamos a  fondo (mi amigo no se la ha leído y yo tampoco y conozco a bastantes que tampoco) y la actualicemos. Y muchos tendrán que ceder y alguno sufrirá y bastantes tendrán que buscarse empleo y el número de parados subirá y lo pasaremos mal.

Pero estaremos en el buen camino.

Y por ahora, no estamos.

P.S.

1. Este chico de la Moncloa, de vez en cuando -muy de vez en cuando-  dice alguna cosa sensata. Leo que “el propio Zapatero le ha explicado en más de una ocasión al líder de la oposición que hay ya poco margen para recortar el gasto corriente”, o sea, el de cada día.

2. Y el periodista añade que “para reducir el déficit habría que tocar la estructura de gasto de las Comunidades y los Ayuntamientos”.

3. Y a mi amigo y a mí nos entran temblores cuando leemos que eso es “algo a lo que se niegan de entrada tanto el PP como el PSOE”.

4. Y mi amigo me pregunta: “cuando lleguen las elecciones generales, ¿a quién vas a votar?”

5. Y, en ese momento, disimulo, me acerco al mostrador y pido la cuenta.

Cuando uno se va de España durante unos días, tiene tiempo suficiente para  darse cuenta de que: