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Contundencia, elecciones, deterioros y los bancos malos. ¡Vaya mezcla!
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Contundencia, elecciones, deterioros y los bancos malos. ¡Vaya mezcla!

“Hacen falta  medidas contundentes”, leo.  Hablando de contundencia, pienso: “¡qué limpieza!”: 1.   Sócrates, el portugués, ¡a la calle! 2.   Brian Cowen, primer ministro

“Hacen falta  medidas contundentes”, leo.

 Hablando de contundencia, pienso: “¡qué limpieza!”:

1.   Sócrates, el portugués, ¡a la calle!

2.   Brian Cowen, primer ministro de Irlanda, a su casa. Le sucede Enda Kenny.

3.   Geir  Haarde, ex primer ministro de Islandia, procesado, “por negligencia en su gestión”. (¿Os imagináis…?)

4.   Nuestro Zapatero, con lo majo que era, a León. (Algún mal pensado dirá: “de donde nunca debió salir”.) (No sé si el “¿Os imagináis?”  tenía que ir en el punto anterior o en este.)

5.   Berlusconi, que, como es para echarle de comer aparte, se habrá ido a algún sitio a comer aparte.

6.   Papandreu, que se creyó lo de la democracia, casi convoca un referéndum y todos nos enfadamos, porque qué se habrá creído este tío, eso de consultar al pueblo. ¡A quién se le ocurre! ¡Fuera!

7.   Strauss-Kahn, nuestro inefable Dominique, famoso por los ascensores, las duchas y toda señora que se cruce en su camino. 

O sea, que las cosas no van tan mal como decíamos, porque, por ahora, nos hemos quitado de encima a unos cuantos personajes que no nos daban demasiado prestigio.

Eso, hablando de primeras figuras. Hay otras figurillas que se han ido a trabajar fuera de España y allí, disimuladas en la masa, podrán decir y hacer tonterías sin estropear cosas importantes. Luego, cuando se editen y se publiquen las bobadas que dijeron, igual hasta hay alguien que las compra.

“Lo que sucede es que nadie sabe casi nada”, leo.

Es verdad, pero, visto lo que he escrito antes, igual la gente no es tan tonta como parece. Porque ya es casualidad que se hayan ido a su casa todos esos señores. Algunos, enrabietados, porque le habían cogido gusto al asiento. Otros, con la cabeza gacha, pensando: “y ahora, ¿qué hago?” Pero, de un modo u otro, a su casa, gracias a Dios.

El próximo domingo, elecciones en España. Ganarán los  buenos, como siempre. No sé quiénes son los buenos, pero ganarán.

A juzgar por las cosas que me han contado, lo que me apetecería sería quedarme en San Quirico, desayunar con mi amigo, a quien con tanto viaje y tanta conferencia y tanta tele le tengo descuidado, arreglar el mundo una vez  más, ayudados por el jamón ibérico, el vino un poco peleón y el Cardhu, y enterarme al día siguiente de quién había ganado.

Porque supongo que en estas elecciones va a haber vencedores y vencidos. No como en otras, en las que todos han ganado y al final te haces un lío porque no sabes a quién tienes que gritar eso de “¡Presidente! ¡Presidente!”, como está mandado.

Iré a votar, porque me interesa que ganen los buenos.

Vuelvo  a leer: “Lo que sucede es que nadie sabe casi nada”.

Y pienso que Dios quiera que los que vengan sepan algo. O sea:

1.   Que sepan que si lo de la izquierda (ingresos) no coincide con lo de la derecha (gastos), habrá que pedir un crédito para pagar la diferencia. (Suponiendo, claro, que, como siempre, los gastos sean superiores a los ingresos.)

2.   Que sepan que si hacemos el idiota y decimos que eso de gastar más de lo que ingresamos es muy bueno y que, además, es debido al “gasto social”, lo cual es más falso que Judas, Merkel nos mirará con ese gesto simpático que puso el otro día en una foto con Sarkozy y dirá: “¡otro tonto más!”

3.   A mí, lo que diga Dª Angela no me importa mucho. Lo malo son las consecuencias. Porque esa parienta que nadie sabía que teníamos -la prima de riesgo- nos hará la pascua una vez más. Subirá la prima y si queremos pedir prestado, nos costará un pastón. (Frase que dicen mis nietos cuando merendamos juntos, cada uno de ellos se come un par de bocadillos enormes, varios croissants y se bebe unas  cuantas Fantas, y después van a su casa y dicen: “el abuelo se ha gastado un pastón”.)

Ya sé que no viene a cuenta, pero me encanta eso de los bancos malos, que empieza  a proliferar de una manera discreta, porque para esas cosas no hace falta hacer mucho ruido.

1.   Leo que el BBVA monta una “Unidad de activos inmobiliarios”, que, dicho así, suena precioso. Y en esa “Unidad” van a meter unas cuantas cosas, que, en total, suman 30.000 millones de euros, cantidad que hace unos años era importante (5 billones de pesetas), pero que ahora la tiene en el bolsillo cualquier mindundi. Como lo de la semántica es importante, veo que esto se puede decir de dos maneras:

a.   Hemos creado un Banco “malo”, lo vamos a sostener porque tenemos perras y lo iremos haciendo menos malo poco a poco. (Menos malo = iremos vendiendo  lo que podamos y al mejor precio que podamos.)

b.   Vamos a “monitorizar hasta el detalle nuestros activos inmobiliarios”. Esto no lo ha dicho el Banco. Lo he leído como titular de “La  Llave”, en Expansión, y me ha parecido el colmo de la finura y de la delicadeza, apto para  que lo entiendan todos los públicos.

2.   Leo que Novacaixa Galicia, que no está para  participar en un concurso de belleza, quiere hacer algo parecido. Le va  a llamar “Unidad de activos singulares”. Dicen que no quieren decir cuántos activos singulares (o sea, cuánta porquería) van a meter en esa Unidad, porque es un secreto y no quieren que se entere la competencia.

3.   Leo que Cristóbal Montoro, si gana el PP, quiere hacer un banco malo que se quede con toooooda la porquería que tiene los bancos buenos y que se respalde con fondos públicos.

Veo que las entidades financieras van haciendo cosas:

1.   El BBVA, además de lo de la Unidad de monitorización, ha pasado, desde Enero a Septiembre de este año, 2.890 millones de euros a “Pérdidas por deterioro de activos financieros”. O sea, que alguien del BBVA decidió invertir en algo y ese algo ha producido unas pérdidas de 2.890 millones de euros. Pues que le feliciten a ese alguien.

2.   CaixaBank no llega a  tanto y sólo pasa a esas pérdidas 1.382 millones de euros, cifra despreciable, como puede verse.

O sea, que el que venga, que empezará por R (ubalcaba o ajoy) tiene bastante trabajo. En su caso, yo le llamaría a Merkel, quedaría con ella cada semana, le invitaría a comerse un bocadillo de jamón ibérico con pan con tomate, vino y Cardhu, y le diría: “ya  verás, Angela, esto lo arreglamos. Y, por favor, no me vuelvas a hablar de lo mal que lo hicieron los anteriores, porque yo soy distinto y soy mejor y voy a meter a  los bancos en cintura, y a las patronales y a los sindicatos, y les voy a quitar las subvenciones.  O sea, Angela, fíate de mí, que soy una persona seria, que tengo experiencia en puestos de Gobierno, porque me llamo R… y he sido Ministro del Interior, y además, estoy casado con una mujer que tiene sentido común (Dª Pilar y Dª Elvira tienen pinta de tener sentido común. Sí, sí, ya sé que también la tenía Dª Sonsoles, pero no le sirvió de mucho.) Y esa mujer sabe lo que es llevar bien las cuentas, y, si hago el bobo, me llamará la atención. Angela, por favor, fíate de mí”.

P.S.

1. No soy quién para dar consejos. Pero, por favor, que el que gane no ponga en el Ministerio de Economía a nadie que tenga relación con Goldman Sachs, Lehman Brothers o instituciones similares.

2. No tengo nada contra esas Compañías, pero no sé por qué, me quedaría más tranquilo si ese Ministro no está trabajando ahora allí, no ha trabajado nunca allí, y, si es posible, que, cuando haya pasado por la calle donde están las oficinas de esas empresas, se haya cambiado de acera.

3. Manías que tiene uno.

“Hacen falta  medidas contundentes”, leo.

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