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No conseguimos EL pedido
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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No conseguimos EL pedido

Cuando trabajaba en mi empresa de consultoría, siempre esperaba al pedido gordo, el que nos daría trabajo unos años. Lo llamábamos EL pedido

Cuando yo trabajaba en mi empresa de consultoría, siempre estaba a la espera del pedido gordo, el que nos daría trabajo unos años, el que nos permitiría contratar gente, el que traería dinero a espuertas.

Lo llamábamos EL pedido.

Me he vuelto mayor. El 7 de este mes cumplí ¡80 años! Uno de esos buenos amigos que tengo me felicitó, diciéndome que ahora entraba en mi segunda juventud. Pensé que sí, que ahora entraba en mi segunda y definitiva juventud.

Ese mismo día, mientras esperaba para cenar con los 70 miembros directos de mi familia -una gozada inmensa-, me enteré de que España había sido eliminada en la primera ronda de la votación para la elección de la ciudad donde se celebrarán los Juegos Olímpicos en 2020.

Me hacía mucha ilusión que estos Juegos vinieran a España (he dicho España, no Madrid). Me dio pena, porque los que habían intervenido, desde el Príncipe hasta el último cuyo trabajo no se vio, pero que allí estaba, lo habían hecho muy bien.

Ana Botella, también, por supuesto. Quizá lo del café con leche no fue un acierto, pero a posteriori acertamos todos.

Me acordé de mi empresa de consultoría. Alguna vez, algunas veces, llegó EL pedido, gracias a Dios. Nos vino muy bien económicamente, por supuesto, y también nos vino bien en eso de la autoestima, que ahora nos gusta tanto decir y que, por lo que veo, a algunos les molesta y prefieren el autodesprecio.

Estoy convencido de que en la preparación de la candidatura se ha hecho un trabajo buenísimo. Creo que todos los que han intervenido se han matado a trabajar. El pobre Mariano, después de aguantar a los del G20 en San Petersburgo, voló a Buenos Aires. Estuve mirando cómo se va desde San Petersburgo a Buenos Aires. Al final, me rendí. Vayas por donde vayas, es un palizón.

En mi empresa, cuando no conseguíamos EL pedido, había peligro de desmoralización. Ahí es donde yo me volcaba, para que la gente siguiera trabajando con todo empeño y buscando pedidos que no eran EL pedido, pero que también nos daban de comer.

Señores, hay que seguir trabajando. Que no me vengan con dimisiones. ¡Que se vaya la alcaldesa! ¿Por qué? ¡Que se vaya no sé quién! ¿Por qué?

A veces pienso que esos que dicen esas cosas no han visto una empresa ni desde la acera de enfrente. Cuando en una empresa no se consigue algo, aquello no es un fiasco. Aquello es que no se ha conseguido algo. Entonces, lo que se hace es tirar para adelante, echar horas de trabajo y de esfuerzo, y seguir. Nadie echa la culpa a nadie, porque eso es muy fácil, sobre todo para los que no hemos intervenido.

¡Claro que yo no tengo la culpa! Porque nadie me pidió que interviniera, cosa que fue un acierto, porque de Juegos Olímpicos no sé nada, e igual organizo los encierros de San Fermín, de los que, por cierto, tampoco sé nada.

No más Juegos Olímpicos

Los Juegos nos habrían venido muy bien, de acuerdo. Pero si seguimos dándole al mazo, dándole vueltas a la cabeza y seguimos intentando hacer cosas, saldremos adelante. Con esfuerzo, sin dormir, pero saldremos.

He dicho intentar cosas, no reintentar que nos den los Juegos. En las empresas hay un peligro, que es el de enamorarse del producto. Esto lo aprendí de mi hijo Carlos, que, cuando yo me empeñaba en decir que algo que ofrecíamos era muy bueno y que los clientes no me entendían, me decía: Papá, no insistas, que, por alguna razón, ese producto no le gusta a la gente”. Por tanto, más Juegos Olímpicos, no. Pero no, en España, no sólo en Madrid. No vaya ser que ahora, en Ceuta y Melilla, queramos repetir la aventura olímpica.

Y sobre todo, no echar la culpa al tongo, a lo malos que son los que nos tenían que elegir, a que nuestro inglés no es bueno. No. Más Juegos Olímpicos, no. Hay millones de cosas por el mundo que nos darán de comer y nos ayudarán a salir adelante. (Como es natural, no me estoy refiriendo a ese bodrio llamado Eurovegas ni a la copia del bodrio, llamada Barcelona World).

En casa siempre he procurado hacer caso a mi mujer. No por esa tontería de que ya se sabe quién manda. No. Simplemente, porque cuando ves que alguien, en este caso mi mujer, dice algo y acierta y luego vuelve a acertar y luego acierta otra vez, le haces caso.

Ella siempre me ha recomendado: Fíjate en lo que diga Julio Iglesias”. Y me fío. Y recuerdo una canción en la que habla de “tantos fracasos, y tantos intentos”.

Ahí está la clave: en los intentos. Los fracasos sirven para aprender, y no para amargarse la vida y menos, para decir, viendo los toros desde la barrera: Ya lo decía yo”.

O sea, a todos los que han intervenido: lo habéis hecho de fábula.

Pero eso era lo fácil. Ahora lo tenéis -lo tenemos- que hacer de fábula. Y es más difícil porque nos puede parecer que es cuesta arriba. Pero siempre lo fue.

Y si, con esto de los Juegos, hemos vuelto a aprender que no somos los amos del mundo, ni los más listos ni los más guapos, sino que, simplemente, somos, que ya es bastante, ¡bendito fracaso!

P.S.

Espero que, después de que ya todo el mundo sabe que tengo 80 años, mis amigos de El Confidencial cambiarán mi perfil biográfico, en el que se dice que soy un chaval de 75 años, etc. Si quieren mantener lo de chaval, me hará mucha ilusión. Pero lo de los 80 habría que ponerlo, para que la gente no piense que me planté en los 75 y de ahí no me mueve nadie.

Cuando yo trabajaba en mi empresa de consultoría, siempre estaba a la espera del pedido gordo, el que nos daría trabajo unos años, el que nos permitiría contratar gente, el que traería dinero a espuertas.

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