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Leopoldo Abadía

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La paz por dentro

Tenemos muchas cosas y exigimos muchas más. Y en esa diferencia entre lo que exigimos y lo que tenemos, está en parte nuestra falta de paz

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

Me da la impresión de que los que tenemos la suerte (lo digo en serio) de vivir en esta época, no acabamos de vivir en paz. Me refiero a la paz 'por dentro', porque, en teoría, vivimos en paz 'por fuera', aunque con demasiadas excepciones, que hacen pensar que las guerras ahora se hacen de otra manera. Siempre con muertos, por supuesto. Para eso son guerras.

Tenemos muchas cosas y exigimos muchas más. Y en esa diferencia entre lo que exigimos y lo que tenemos, está en parte nuestra falta de paz. 'En parte', porque la falta de paz también viene por otros canales.

Lo que exigimos es eso que nos ha dado por llamar Estado de bienestar, que se ha convertido en un conjunto de derechos, por supuesto de carácter obligatorio, que hace cuatro días no los teníamos ni sabíamos que existían.

Y es posible que tampoco hayamos pensado que esos derechos no son gratis y que, normalmente, en los Presupuestos Generales del Estado, aparecen, traducidos a euros, en la columna 'gastos', que, en una familia normal, se llame los Abadía o el Estado español, debe compensarse con la columna 'ingresos'. Y cuando no se compensa, la familia Abadía lo pasa mal, y el Estado español, también, teniendo que ir Luis de Guindos a entrevistarse con Pierre Moscovici, que es muy majo y muy simpático, pero que aprieta todo lo que puede.

Las pensiones son otro tema que quita la paz, con lo que tenemos dos bloques de preocupaciones: el que nos amarga el presente y el que nos destroza el futuro

Dentro del Estado de bienestar está el tema de las pensiones, que trae a mal traer a mucha gente, que ha descubierto que eso que llaman el 'envejecimiento demográfico' les está haciendo la pascua.

'Envejecimiento demográfico', nombre políticamente correcto, que usamos con todo desparpajo, como si fuera un fenómeno que ha ocurrido como la primavera -la que ha venido y nadie sabe cómo ha sido- y no fuese fruto de miles de decisiones de parejas que, por miles de razones, han decidido no tener hijos.

Las pensiones, por tanto, son otro tema que quita la paz, con lo que ya tenemos dos bloques de preocupaciones: el que nos amarga el presente -"yo tenía derecho a... y no lo tengo"- y el bloque que nos destroza el futuro -"yo tenía derecho a una pensión... y no la tendré"-.

Esto, traducido a la realidad actual, quiere decir que hay muchas personas que no tienen paz, o sea, no tienen "el estado de quien no está perturbado por ningún conflicto o inquietud".

Y al que está preocupado por algún conflicto o inquietud, no le pidas que vaya sembrando paz, porque no está en condiciones anímicas para contestar, cuando le pregunten qué tal está, que fenomenal; que mejor que ahora, nunca; que espectacularmente bien... No. Pondrá cara triste -la falta de paz y la tristeza suelen ir juntas con frecuencia- y hablará de la que está cayendo, de lo que hace/no hace el Gobierno, de que no sé qué hacemos en la UE y no nos vamos como se ha ido Reino Unido... y de la Merkel, que, por cierto, forma parte del sexteto femenino que manda en el mundo y que hace que algunos hombres suspiren por la paridad. (Ya hablaré del sexteto otro día).

Al que está preocupado por algún conflicto o inquietud, no le pidas que vaya sembrando paz, porque no está en condiciones anímicas

El año electoral tampoco ayuda a que tengamos paz. Oímos muchas cosas que, sin querer, nos remueven por dentro y nos ponen nerviosos. Si estamos de acuerdo, porque estamos de acuerdo, y si no, porque no. Los que añoran tiempos pasados, porque siguen emperrados en que cualquier tiempo pasado fue mejor, lo que es falso de los pies a la cabeza, y los que añoran tiempos futuros, porque imaginan cosas maravillosas que, por cierto, nunca serán realidad.

Y me resulta difícil pensar que los políticos son capaces de transmitir paz cuando algunos de ellos, por lo menos vistos desde fuera, no la tienen 'por dentro'. Y peor aún, también vistos desde fuera, no la quieren tener, porque viven de la agitación permanente y nos la transmiten. Y parece que les gusta.

En medio de todo este lío estoy yo, estás tú, están mi vecino del 6° y mi vecino del 1°, y cada una de las personas con las que me encuentro por la calle. Lo digo así -yo, tú, él, cada uno de los 'ellos'- porque la paz es algo interno, algo personal. O tengo paz yo por dentro o ya puedo soltar soflamas, que intranquilizaré hasta al apuntador. (Figura que ya no existe en los teatros, pero que sirve para decir que pondré nerviosos a TODOS).

Pensando un poco sobre la paz, en general y sin ánimo de ser exhaustivo, porque bastante hago con escribir lo que se me ocurre tal como se me ocurre, pienso que tiene unas cuantas características.

Me resulta difícil pensar que los políticos son capaces de transmitir paz cuando algunos de ellos, por lo menos vistos desde fuera, no la tienen 'por dentro'

La paz es algo PERSONAL. Todos hemos visto manifestaciones de júbilo por haber ganado una guerra, compuestas por miles de personas... sin paz, o sea, todos ellos, vuelvo a repetir, "perturbados por algún conflicto o inquietud".

Unos, recordando las batallas que ganamos.

Otros, echando la culpa al enemigo de las que perdimos.

Otros, doliéndose de las pérdidas y de las heridas más o menos profundas.

Todos, llenos de sentimientos de venganza contra aquellos a los que "hemos derrotado".

Los que han perdido, sin manifestaciones, pero, por dentro, igual.

En resumen, contentos, algunos. Con paz, nadie.

La paz es algo que exige ESFUERZO. Como todo en esta vida. Como la alegría, como la misericordia con los que lo pasan mal...

Como el odio, que también exige esfuerzo para apagar cualquier sentimiento bueno que, por accidente, se nos haya colado.

La paz es algo que SE TRANSMITE. Recuerdo a Barto, un profesor del IESE que falleció hace años. Se llamaba Bartolomé, pero en Venezuela, donde vivió muchos años, decidió acortar su nombre. Con mucha frecuencia, le invitábamos a merendar en casa.

Era la hora -teórica- en que los niños tenían que irse a dormir. Venían los tres pequeños a despedirse. Se iban. Al cabo de muy pocos minutos, venía uno. Quería agua. Se iba. Venían los otros dos. Uno quería pis. El otro tenía hambre. Les mandaba a todos a la cama. Cinco minutos más tarde, volvían los tres. El del pis ahora quería agua. El que tenía hambre ahora tenía sed. El tercero simplemente les acompañaba, pensando que algo caería.

Les volví a mandar a la cama. Así, varias veces.

A la enésima, estallé y dije: "¡Qué desobedientes son estos niños!". Barto, sin inmutarse, dijo: "No son desobedientes. Obedecen muchas veces".

Lo he pensado muchas veces. Barto transmitía paz.

No es muy frecuente que las figuras públicas transmitan paz.

Y las 'privadas' -yo, tú, él...-, tampoco.

Detrás de su paz, había una lucha para ver las cosas con sentido positivo, para callarse cuando tenía que callarse y hablar de modo constructivo cuando debía

Conocí bien a Barto. No era un blandengue. Tenía su carácter. Pero lo de la múltiple obediencia de los niños me hizo pensar. Y llegué a la conclusión de que, detrás de su paz, había una lucha seria para ver las cosas con sentido positivo, para callarse cuando tenía que callarse y para hablar de modo constructivo cuando tenía que hacerlo, o sea, siempre.

¿Será que no luchamos? ¿Será que es más fácil ver lo malo de los demás y criticarlo, amargándonos la vida y amargándosela a los demás? ¿Será que no respetamos la libertad de los demás, aunque se nos llene la boca de declaraciones en las que las palabras libertad, democracia, solidaridad y compartir se repiten, se repiten, se repiten y se amontonan puestas en distinto orden, porque el objetivo es utilizarlas, no que las frases tengan algún sentido?

Pienso -lo he dicho muchas veces, pero lo repito ahora- que la paz no es posible SIN EL PERDÓN. ¡Uff! ¡Eso sí que es difícil! Y para complicarlo más, que no se nos olvide que el perdón debe ir unido al OLVIDO.

O sea, que ya vale de abrir fosas con el argumento de que todos tenemos derecho a un entierro digno. Que es verdad, pero que, con la búsqueda de fosas, algunos, muchos, van buscando esparcir odio y dar argumentos -falsos- a viejecitos como yo, para que nos convenzamos del derecho que tenemos de saber que la tibia del abuelo es precisamente aquella de un tono más sonrosado que encontraron junto a 864 más.

Sin darnos cuenta, porque somos muy viejos, de que lo único que certifican las tibias, y algún peroné mezclado, es que una guerra es una animalada y en una animalada se hacen animaladas y a ver si nos enteramos, que parece que hemos nacido ayer.

Cuando hablamos de algo "de dentro", nos damos cuenta de que arreglarlo es mucho más difícil que arreglar lo de fuera

P.S.

1. Cuando hablamos de algo 'de dentro', nos damos cuenta de que arreglarlo es mucho más difícil que arreglar lo de fuera.

2. Nos damos cuenta de que es verdad que España está en paz, porque, oficialmente, la última guerra se acabó el 1 de abril de 1939, fecha en que, después de oír 'el parte' ("En el día de hoy, cautivo y desarmado..."), mi madre, mi tía Concha y mi tía Pilar se tomaron una copita de Marie Brizzard en el comedor de casa, para celebrar que "la guerra ha terminado". Yo estaba allí. No me invitaron a la copita, pero me acuerdo.

3. Y no quiero, no me gusta y me repugna que, 77 años más tarde, todavía nos dediquemos a recordar, que es el mejor modo de no perdonar.

4. Y cuando la gente no perdona, que no me vengan con cuentos. Ellos no tienen paz y quieren que los demás tampoco la tengamos.

P.S. 2

5. Solo un apunte sobre las señoras que mandan en el mundo: Angela Merkel (Alemania y Europa); Theresa May (Reino Unido); Christine Lagarde (Fondo Monetario Internacional); Janet Yellen (Reserva Federal Americana); Danièle Nouy (Mecanismo Único de Supervisión Bancaria del BCE), y, supongo, muy pronto, Hillary Clinton (Estados Unidos).

6. Por eso he dicho que tendremos que seguir hablando de paridad.

Me da la impresión de que los que tenemos la suerte (lo digo en serio) de vivir en esta época, no acabamos de vivir en paz. Me refiero a la paz 'por dentro', porque, en teoría, vivimos en paz 'por fuera', aunque con demasiadas excepciones, que hacen pensar que las guerras ahora se hacen de otra manera. Siempre con muertos, por supuesto. Para eso son guerras.

Angela Merkel