Es noticia
El espíritu olímpico
  1. España
  2. Desde San Quirico
Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

Por

El espíritu olímpico

Todos ganamos de vez en cuando y perdemos de vez en cuando. Normalmente, perdemos más que ganamos. Con la ventaja de que los no 'winners' no nos desmoralizamos cuando perdemos

Foto: Logo de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro. (Reuters)
Logo de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro. (Reuters)

Viene echando humo. Trae unos papeles en la mano y los tira sobre la mesa con un bufido. Llama al camarero y le dice: "Lo de siempre".

Me mira fijamente y dice: "¿Te has enterado de que estamos en los Juegos Olímpicos de Río?". Y continúa: "Los que inventó aquel desgraciado al que llamaban el barón de Coubertin".

Como le veo tan salido de madre, me callo y no le digo que el barón no los inventó y que no sé por qué dice que era un desgraciado. Porque le conozco y sé que cuando se lanza, se lanza, y no hay que intentar meter baza hasta que no se le pasa el primer calentón.

Le traen 'lo de siempre' y noto que se va tranquilizando. Tanto, que me atrevo a preguntarle por los Juegos Olímpicos. Y arranca, y me dice que:

1. Le da vergüenza ver la foto de Usain Bolt sacando ventaja y mirando a los otros con sonrisa de menosprecio.

2. Le da 'cosa' (no sé qué quiere decir exactamente, pero lo dice muchas veces) que una señora, corriendo, vaya la primera y la que va detrás se tire en plancha y le gane.

3. Le da asco que el japonés que ganó a Rafa Nadal se vaya 12 minutos a descansar un rato, a llamar a la familia, ducharse, leer el periódico y hacer el crucigrama mientras Rafa protesta y el árbitro le mira con cariño.

4. Le da horror ver la planificación -por llamarlo de alguna manera- que exige a un jugador -Rafa otra vez- jugar tres partidos trascendentales de un tirón.

5. Le da dentera ver que el agua de la piscina se vuelve verde y nadie sabe por qué.

6. Cuando empieza el sexto 'le da', intento cortarle, pero ahora habla del barón y me explica por qué le ha llamado desgraciado.

Dice que el pobre hombre dijo aquello de que "lo importante no es ganar, es participar". Y añade: "¡Ja! Este tío no se enteró de nada. ¡Lo importante es ganar, pase lo que pase, y caiga quien caiga!".

Todos ganamos de vez en cuando y perdemos de vez en cuando. Normalmente, perdemos más que ganamos, pero no hay que desmoralizarse al perder

Continúa: "Hemos mandado mucha gente, unos 300 atletas. Y como no vamos a conseguir 300 medallas, es un fracaso. No hay que contar las horas de trabajo de toda esta gente. Lo fundamental es conseguir medallas. Y si para eso hay que poner la zancadilla al otro, se pone. Y si hay que irse a descansar en un partido cuando el otro está remontando, uno se va y vuelve al cabo de dos o tres días, duchado, repeinado y preguntando al árbitro lo que preguntaban mis hijos, dando muestras de concentración, en una final de tenis en el club de San Quirico: '¿Cuántas vamos?".

Me dice: "Eso son los Juegos. Un arreglo entre unos cuantos, camisetas vendidas, zapatillas vendidas, un dopaje hecho con cuidado para no traspasar los límites y que, dentro de 10 años, te quiten la medalla, en fin: un espectáculo".

Siempre digo que, cuando este se lanza, arrasa. Y lo mejor es callarse. Pero me apetece meter baza, y, además, me parece una obligación, porque este artículo va firmado por mí y algo tengo que decir.

Y digo, y para apoyarme en alguna autoridad, hablo de un libro que no sé si se ha publicado, pero del que su autor, Javier Marcet, tuvo la amabilidad de pasarme las galeradas.

Javier fue un futbolista internacional. Jugó en el Madrid y en el Español. En 'su' Español, porque fue -sigue siendo- un forofo de ese equipo. De paso, estudió Derecho y Ciencias Económicas, se retiró y le conocí cuando él era alto directivo de una multinacional. No es un mindundi, por tanto.

Su libro se titula 'Tu hijo no será futbolista profesional'. La tesis del libro es que hay que convencer a algunos padres -él dice que a bastantes- de que lo importante es participar y no ser un 'crack'. Que si el chaval te sale un 'crack', bien. Y si no te sale, bien. (Quizá mejor). Y cuando le veas jugar, puedes pensar, como un amigo mío: "¡Qué malo que es, pero qué esfuerzo pone!", en vez de gritarle, como otro amigo mío: "¡Estás acabado!".

Porque en este último caso le estás diciendo a ese crío que o gana, o nada. Y ese chaval llevará esa filosofía a sus estudios, a su carrera, a su trabajo profesional. Y, a poco que le aprietes, verá en los demás escalones para trepar, y se convertirá en un 'winner', especie peligrosísima por dos razones: a) porque para ser siempre 'winner', muchos tienen que perder siempre; b) porque el 'winner' no existe.

Todos ganamos de vez en cuando y perdemos de vez en cuando. Normalmente, perdemos más que ganamos. Con la ventaja de que los no 'winners' no nos desmoralizamos cuando perdemos y el 'winner', ayudado por los gritos de su papá, se hunde en la miseria cuando no puede sonreír a los que van detrás o falla estrepitosamente un gol que estaba cantado, con el portero que ha salido a por uvas y la portería absolutamente vacía.

Lo importante es participar y no ser un 'crack'. Que si el chaval te sale un 'crack' el día de mañana, bien. Y si no te sale, bien. (Quizá incluso mejor)

Me da miedo el 'winner' en una empresa. Y, al llegar aquí, la cabeza se me va a la ética, esa palabra que nos gusta tanto, sobre todo si nos favorece. Palabra que, a veces, utilizamos como algo postizo: "Hay que ganar dinero, pero, si es posible, con ética. 'Si es posible', porque ya se sabe".

Nunca he sabido 'lo que ya se sabe'. Sí he sabido que había gentuza que hacía suciedades en los negocios, suciedades que destrozaban a mucha gente y que a ellos les proporcionaban un bonus muy majo, tan sucio como sus trapicheos empresariales.

Todo esto lo pienso mientras mi amigo de San Quirico habla y habla, indignándose más y más, porque ha descubierto que de espíritu olímpico, nada; que de participar sin ganar, a quién se le ha ocurrido; que lo de la competitividad es un dios al que hay que venerar; y que lo de la ética, que no le vengan con cuentos.

Y que algunos educan a sus hijos así. Y que presumen de ello. Y esos chiquitos se hacen mayores, se casan o no, porque esto de comprometerse es algo que puede interferir en mi carrera; tienen hijos o no, porque no sabe usted lo cara que está la vida; tienen amigos o no. Mejor dicho, tienen amigos que piensan y actúan como ellos. O sea, amigos peligrosísimos, tan peligrosísimos como ellos.

Despierto de mis ensueños. Llevo un rato callado, pero ya estoy dispuesto a hablar.

Lo que pasa es que mi amigo ha encontrado un tema nuevo. Él lo presenta como una consecuencia de lo que ha dicho. Como siempre, empieza atacando: "¿Cómo fue la decadencia del Imperio Romano?".

Yo no estuve allí, pero he leído algo. Parece que aquellos pájaros se pusieron a pensar en sí mismos; se convencieron de que lo bueno quizá no era bueno y lo malo quizá no era malo; decidieron hacer un 'mix' de costumbres en el que no se sabía qué era cada uno. (Aquí añado: y cada una).

En cuanto uno/a tenía una idea, se aceptaba rápidamente y se consideraba buena, de moda, 'exportable' al resto de la sociedad, que asistía sonriente a las aberraciones más gordas por aquello de que todos tenemos derecho a vivir. Y aquello que se admitía con discreción pasó a admitirse sin discreción; pasó a presumirse de ello; pasó a recomendarse y pasó a despreciar a los que, al oír y ver ciertas cosas, ponían cara rara.

Vinieron los bárbaros, bastante bestias, como su nombre indica. El Imperio tenía pies de barro porque unos cuantos se habían dedicado a serrar los pies de acero inoxidable y convertirlos en unos pies de asco, que no sostenían ni a un niño. Y el Imperio se fue a la porra.

Todo esto se lo he dicho a mi amigo, mientras hemos llegado al Cardhu. Cosa rara, ha tomado notas. Cosa rara, se ha callado.

Cosa rara, mientras apura la copa, dice: "Yo venía a hablar de Usain Bolt, y hemos acabado hablando del Imperio Romano".

Sigue rumiando: "Claro que eran otros tiempos y otras costumbres y otras gentes". Se para y dice: "O no".

Añade: "Y ahora no hay bárbaros".

Mira el periódico que hay en la mesa de al lado. Portada en letras grandes.

Remata: "O sí".

Viene echando humo. Trae unos papeles en la mano y los tira sobre la mesa con un bufido. Llama al camarero y le dice: "Lo de siempre".

Juegos Olímpicos