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Leopoldo Abadía

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Ilusión, cliente, ambiente, conocimiento del negocio, sonrisas, todos a una, visión positiva, no quejarse... un programa de vida

Foto: Los diputados del PP aplauden al presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, tras su intervención en la tercera sesión del debate de investidura. (EFE)
Los diputados del PP aplauden al presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, tras su intervención en la tercera sesión del debate de investidura. (EFE)

Un amigo me manda unas cuantas frases que le han llamado la atención.

Me señala una, diciendo que me irá muy bien. Es un proverbio medieval: "Aquel cuya cara no sonríe no debe abrir una tienda".

Como ahora me estoy volviendo universal, veo en el 'Journal of Clinical Psychiatry' que, en un estudio sobre la felicidad relacionada con la edad, han descubierto que las personas con 20-30 años tienen los mayores niveles de ansiedad, depresión y estrés, mientras que los de mi edad tenemos mayores niveles de felicidad.

Leer eso el 7 de septiembre, día en que cumplo 83 años, me llena de alegría. Si hoy abriera una tienda, sonreiría, porque lo dice el proverbio medieval y por lo del estudio psiquiátrico. Y, fundamentalmente, porque me saldría de dentro.

Si hoy abriera una tienda. De vez en cuando me pasan por la cabeza las ganas de montar un negocio. Tengo un inconveniente grave: no sé a qué tendría que dedicarme. Sonreír me resultaría fácil, pero lo que me pasa es que no entiendo a qué se dedican muchas 'startups' que veo en los periódicos y que me parece que sin haber hecho nada todavía, valen miles de millones.

Sonreían bastante y, eso sí, trabajaban como leones. Y conocían bien el negocio. Y tenían motivados a los que trabajaban allí. No todo era cuestión de dinero

Sastrería La Confianza nunca valió eso y solo hizo una ronda de financiación: el dinero (prestado) que puso mi abuelo en 1905.

Sonreían bastante y, eso sí, trabajaban como leones. Y conocían bien el negocio. Y tenían motivados a los que trabajaban allí. No todo era cuestión de dinero.

Había algo que hacía que la ilusión de los que mandaban —mi padre y dos tíos míos— y los paseos que se seguía dando por la tienda mi abuelo, soltando con gracia alguna inconveniencia que otra, se transmitieran al ambiente y se concretasen en hechos de buena atención al cliente.

Ilusión, cliente, ambiente, conocimiento del negocio, sonrisas, todos a una, visión positiva, no quejarse... Un programa de vida.

Había algo que hacía que la ilusión de los que mandaban se transmitiera al ambiente y se concretase en hechos de buena atención al cliente

No de vida empresarial. No. De vida. Pienso que si mi abuelo, mi padre, mis tíos se hubieran dedicado a la política, lo hubieran hecho igual, porque muchas veces he pensado que todo aquello lo llevaban dentro y, sin querer, se les notaba. Y la gente se fiaba de ellos. Y se daba cuenta de que allí valía la pena dejarse unas pesetas.

Dedicarse a la política. Yo, en el IESE, me dediqué a la Política de Empresa. Ya le dije a Risto en una entrevista, que trabajaba con las empresas en ayudarles a determinar su futuro, a determinar lo que había que hacer para pasar de la situación actual a la futura, a determinar quién lo iba a hacer, cuánto iba a costar y a hacerlo, que era lo fundamental. Y que eso era Política de Empresa.

En la entrevista me dejé una cosa, algo que pasa siempre, como es natural. Porque una entrevista no es una conferencia magistral y al entrevistador le interesa que el programa sea ágil y no un leño absolutamente científico y completo... inaguantable.

Me refiero al 'hacerlo', que es muy fácil de decir y, normalmente, mucho más difícil, largo, aburrido y complicado de llevar a la práctica. Si sabes dónde vas, es más fácil no perderte por el camino.

Como ya he repetido no sé cuántas veces, sigo rompiendo papeles viejos. Y ahora veo que he dedicado mi vida a hacer política en el sentido que acabo de indicar. Unas veces —muchas— ha sido Política de Familia. Las cartas a mis hijos y a los colegios son todo un tratado. (Con mucha frecuencia, iban acompañadas de cartas a los bancos). Otras veces —también muchas— ha sido Política de Empresa. Más cartas, más documentos. Más balances. Más cuentas de resultados. Más personas, cada una con sus cosas. Más preocupaciones éticas, porque todo lo relacionado con personas no se puede contemplar solo desde el punto de vista de los números.

Nunca he hecho Política de Política, porque a esa Política no me he dedicado. Ya dije en un libro que la 'culpa' de que haya huido —así como suena, huido— de la política fue de mi padre, que me dio un consejo: "Hijo mío, no te metas nunca en política". Y yo lo seguí y cuando leía 'Amanecer', el 'Heraldo de Aragón' o el 'Noticiero', los tres periódicos de Zaragoza, iba directo a las páginas de deporte, en las que, como siempre, el Zaragoza daba unas cuantas de cal y otras tantas de arena.

Recibo un correo de un amigo mío, que me felicita por mi cumpleaños. Me manda unos cuantos piropos, que agradezco, porque cuando te encuentras con alguien que piensa de ti cosas buenas, hay que darle las gracias de corazón.

Pero luego, llevado de su entusiasmo y de que es una buena persona, lo estropea, lleno de buena voluntad: "¡Preséntate a político!".

No me imagino yendo de investidura en investidura, intentando salir adelante y fracasando una y otra vez

Mira, Pablo, he llegado tarde. Unos 53 años tarde. No me puedo imaginar preparando ahora mis discursos en el Congreso, yendo a por la espinilla de Mariano, Pedro, Albert, Pablo y otros que se cruzasen en mi camino. No me imagino yendo de investidura en investidura, intentando salir adelante y fracasando una y otra vez. No me imagino amenazando a los españoles —"mi gente", diría Julio Iglesias— con ir a votar el día de Navidad o, como dicen estos agnósticos que nos rodean, "el 25 de diciembre". No me imagino haciendo el ridículo al proponer a un amigo para un puesto en el Banco Mundial y luego volviendo a hacer el ridículo aceptando su renuncia porque el pobre se ha dado cuenta del papelón que iba a hacer.

No me imagino muchas cosas.

Veo a Mariano, a Pedro, a Albert, a Pablo, a los otros, 'haciendo' política. No acabo de ver si cada uno tiene claro dónde quiere ir. Mejor dicho, dónde nos quiere llevar. Y que me pierda yo, ahora, arrepintiéndome de lo que no hice hace 53 años, no tiene ninguna importancia. Que se pierdan estos señores es grave y no tiene ninguna gracia.

Repito que me gustó el discurso con el que Mariano se presentó a la investidura. Me pareció correcto. Cuando alguien me dijo que este señor suele mentir, me desarmó, porque, si es verdad que "todos mienten, que han mentido siempre y siempre mentirán", no me vuelvo a leer ningún discurso y me pongo a estudiar la catadura moral de los políticos en vez de estudiar sus propuestas.

Pensándolo bien, esto de ver quién y cómo es el que propone algo antes de ver qué es lo que propone no es mala idea. En una empresa normal se haría así.

No creo que haya terceras elecciones. No sé por qué no lo creo. Quizá porque deseo que hagan política con sentido común, que sepan que hay que llegar a acuerdos, que construir es mucho más útil que destruir, y que, exigiéndose unos a otros, podríamos tener un Gobierno de gente normal.

Leo que, a pesar de los insultos y desprecios mutuos, hay canales de comunicación constantemente abiertos entre los partidos, porque, gracias a Dios, en los partidos hay gente que fue a la misma clase del mismo colegio, que salieron con los mismos grupos de chicos y chicas, que son fans del mismo equipo... Todas esas cosas unen mucho y facilitan mucho las relaciones.

Hay que llegar a acuerdos rápidos entre los partidos. No más tarde del 30 de septiembre

Llego aquí y pienso lo fácil que es todo:

1. Basándose en los amiguetes —los canales de comunicación— hay que llegar a acuerdos rápidos entre los partidos. No más tarde que el 30 de septiembre.

2. Esos acuerdos deben tener en cuenta que estamos en Europa. A mí, el Brexit me parece un accidente debido a que Cameron jugó fuerte pensando que ganaría y se equivocó. Cosa que ocurre muchas veces cuando haces política.

3. Europa tiene unas exigencias que no nos van mal.

4. Que tengamos que presentar el Presupuesto antes del 15 de octubre es bueno, porque, tal como somos, si nos dejasen, lo presentaríamos con un par de años de retraso.

5. Que tengamos que ajustar el déficit en unas fechas concretas nos va bien, porque, tal como somos, si nos dejasen, podíamos tener la tentación de aumentarlo haciendo política con los pies en lugar de con la cabeza.

6. Que mande alguien en Europa nos va bien, porque eso es lo lógico en cualquier organización. En este sentido, me entusiasmó el artículo "Merkel, presidenta de Europa", de Josep Oliver, publicado en 'La Vanguardia' hace unos días.

7. Que estemos todos de acuerdo en revisar y renovar la Constitución de hace 38 años es normal.

8. Que estemos todos de acuerdo en reformar el sistema de pensiones es normal.

9. Que estemos todos de acuerdo en que no es admisible que 4.574.500 personas estén sin empleo, según la última EPA, y que esa cifra represente el 20% de la población activa, es normal.

10. Que estemos todos de acuerdo en no romper nada y actualizar lo que haya que actualizar es normal.

11. Y algunas cosas más, pero no muchas, porque yo creo que si, en las negociaciones, estos señores llegaran a acuerdos en los 10 puntos anteriores, habríamos dado un paso adelante, y muchos nos animaríamos.

P.S.

1. Lo de arriba no tiene mucho valor. Simplemente, son elucubraciones políticas de uno que hizo caso a su padre.

2. Tampoco me ha ido mal obedeciéndole. Por lo menos, no he tenido ocasión de hacer más tonterías que las normales.

Un amigo me manda unas cuantas frases que le han llamado la atención.

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