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Leopoldo Abadía

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Mis dos amigas

Más de una vez han tenido que aprender lo que quería decir 'reinventarse'. Y han salido adelante

Foto: El primer ministro australiano, Malcolm Turnbull (c), posa para un selfi con trabajadoras de la construcción en una zona de obras cerca de Brisbane (Australia). (EFE)
El primer ministro australiano, Malcolm Turnbull (c), posa para un selfi con trabajadoras de la construcción en una zona de obras cerca de Brisbane (Australia). (EFE)

Sus maridos estaban allí, celebrando con ellas y con 200 invitados el décimo aniversario de la empresa que estas chicas fundaron en 2006. Dos mujeres ingenieros de caminos guapas, estilosas, de unos 40 años, con cuatro hijos cada una. También estaban allí los hijos mayores, presumiendo de madres. Y sus padres, presumiendo de hijas. Y su equipo, presumiendo de lo que entre todos han hecho.

Ellas dan la bienvenida y cuentan cosas de estos 10 años. No todo han sido éxitos. El sector de la construcción ha dado muchas alegrías y muchos disgustos en este tiempo. Más de una vez han tenido que aprender lo que quería decir 'reinventarse'. Y han salido adelante. Y están contentas.

El primer cliente importante —muy importante— que tuvieron interviene y recuerda las negociaciones entre el equipo directivo de su empresa y dos crías de 30 años, sin un currículo como los de la competencia que aspiraba al mismo pedido. Negociando de tú a tú con un equipo de hombres que, no por consideraciones machistas, sino lógicas, pensaban: "¿Nos podremos fiar de estas niñas?".

Recuerda las negociaciones entre el equipo directivo de su empresa y dos crías sin un currículo como los de la competencia que aspiraba al mismo pedido

Se fiaron. Diez años más tarde, aún se fían. Y el cliente, en su intervención, está feliz de trabajar con ellas. Dice que, cuando las conoció, le gustaron sus actitudes:

1. El espíritu crítico constructivo. No aceptaban nada a la primera.

2. La flexibilidad.

3. La cercanía y adaptabilidad a las necesidades del cliente.

Ahora, las ve preparadas de sobra para el futuro, que tendrá unas características nuevas:

1. La primera y más importante es que la incertidumbre ha venido para quedarse, afirmación que me creo y que me va muy bien para contestar a los que, llenos de buena voluntad y de esperanza, me preguntan a) ¿se acabará 'esto'?, y b) si es que sí, ¿cuándo?

2. Por lo que dice este señor, mejor es contestar que no a la primera pregunta, con lo que nadie se pondrá nervioso pensando en la segunda.

3. Añade que, al hablar de incertidumbre, no se refiere solo al negocio de la construcción. Es incertidumbre a nivel económico, financiero, político, social...

4. Los clientes cambiarán su enfoque, basándose en una actitud de usar más que de poseer.

5. Hay un mercado, basado en el 'desagüe' (así le llama) de activos inmobiliarios por parte de los bancos. Negocio que ve como un campo importante debido a la gran dimensión del desagüe en términos de unidades. Negocio de márgenes reducidos que... también han venido para quedarse.

6. Sigue hablando. La internacionalización de las operaciones, la demografía, la colaboración público-privada...

He tomado notas, pero ahora me fijo en las protagonistas.

A veces les hubiera dicho: "Venga, ya vale, esto está suficientemente bien. No sigáis". Ellas seguían, tozudas, hasta que estaba bien, sin calificativos

Han trabajado mucho, muchas horas. "Muchísimo", ha dicho una de ellas. Se han ocupado de sus familias. Han considerado que su profesión era ser madres trabajadoras o trabajadoras madres, todo junto, cuidando las dos cosas, el trabajo y la familia, con mimo. Con esfuerzo, por supuesto. Y con la colaboración de sus maridos, cada uno con su trabajo profesional y la misma familia que atender.

Una dice que se han animado mutuamente, porque las pequeñas —o grandes— desmoralizaciones con frecuencia no vienen juntas. Eso es una suerte, porque así, cuando una baja, la otra sube.

Una gozada de celebración. Una exhibición de optimismo, de personas que luchan con uñas y dientes para salir adelante.

Alguien —otro cliente— dice que las dos son un modelo de perseverancia. Lo ha dicho sonriente, poniendo cara de que, a veces, les hubiera dicho: "Venga, ya vale, esto está suficientemente bien. No sigáis". Ellas seguían, tozudas, hasta que aquello estaba bien, sin calificativos.

(Recuerdo a mi madre —lo he contado alguna vez—, que distinguía la tozudez —perseverancia hasta resolver un problema— de la terquedad —cerrilidad del que no se aviene a razones—).

Estas son tozudas, perseverantes. Puedes fiarte de ellas.

Aquellas dos chavalitas que se llevaron un pedido importante "sin ser de las Big Five", como parecía que estaba mandado

Se acaba el acto, entre ovaciones. Al final, un vino y unas pastas. Las veo felices, hablando con los invitados. Estoy seguro de que por lo menos uno de ellos, el que ha hablado, recuerda a aquellas dos chavalitas que se llevaron un pedido importante "sin ser de las Big Five", como parecía que estaba mandado.

En el camino a casa, me acuerdo de la señora que, en una conferencia, me preguntó con cara de pena qué mundo íbamos a dejar a nuestros hijos y de la otra señora que le contestó que la pregunta correcta era qué hijos íbamos a dejar a este mundo.

Y me sorprendo sonriendo, al pensar que, con personas así, el mundo está en muy buenas manos.

Sus maridos estaban allí, celebrando con ellas y con 200 invitados el décimo aniversario de la empresa que estas chicas fundaron en 2006. Dos mujeres ingenieros de caminos guapas, estilosas, de unos 40 años, con cuatro hijos cada una. También estaban allí los hijos mayores, presumiendo de madres. Y sus padres, presumiendo de hijas. Y su equipo, presumiendo de lo que entre todos han hecho.

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