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El encargo y la utilidad
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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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El encargo y la utilidad

Estoy convencido de que cada uno de nosotros viene a la vida con un encargo, del que te enteras completamente al final

Foto: Foto: iStock.
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En este mes de diciembre, se han muerto tres amigos míos. Tres buenas personas. Les echo en falta. Y como estos son días de más tranquilidad, me acuerdo de ellos y pienso que, a veces, no me va mal darme cuenta de que esto de aquí abajo no es para siempre, aunque, cuando hacemos planes —estrategias empresariales, por ejemplo—, olvidamos incluir un factor importante: que, con frecuencia, la gente se muere. Aquí no queda nadie.

Los demás —por ahora— 'nos dejan'. O 'faltan'. O 'se van'. Eufemismos llenos de buena voluntad, para ocultar que, digan lo que digan, la muerte es un mal trago. Para el protagonista, que lo afronta individualmente —uno siempre se muere solo, aunque esté rodeado de sus 'seres queridos'—, y para los seres queridos que le rodean, de cerca o de lejos. Porque también de lejos te cuesta.

Se me mueren los amigos y me entero, por lo que dice alguna gente buena, de que yo estoy muy bien:

—No sé cómo lo hace usted para mantenerse en forma, don Leopoldo.

—¿Qué desayuna, para tener tamaña lucidez?

—¡83 años! ¡no aparenta usted más de 82!

—¡Qué vitalidad!

Etcétera.

Pero como veo que en el DNI pone lo que tiene que poner, pienso que, en mi caso, hacer planes a largo plazo es una estupidez y a medio, un ojalá.

Esta es la razón por la que, a partir de este momento, he decidido hacer planes a corto: de esta semana para la próxima, de hoy para mañana, de ahora para luego.

Y esos planes, intentar hacerlos como está mandado.

Procuro fijarme en cómo aprovecharon el tiempo que tuvieron para cumplir su encargo, porque si se me olvida eso, olvido lo esencial, lo que les hizo útiles

Me ha vuelto el optimismo. Se ve que pensar de vez en cuando que 'os dejaré', 'faltaré', 'me iré', o sea, ME MORIRÉ, me va bien y me vuelve a poner en marcha. Y si me acuerdo de los amigos muertos, procuro fijarme en cómo aprovecharon el tiempo que tuvieron para cumplir su encargo, porque si se me olvida eso, estoy olvidando lo esencial, lo que les hizo útiles en esta vida y lo que hizo patente que nadie nadie es inútil y que todos todos tenemos alguna responsabilidad, que aquí no sobra nadie y que el que parece que sobra, por lo menos es útil para aumentar la generosidad de los que le rodean.

El encargo. Estoy convencido de que cada uno de nosotros viene a la vida con un encargo, del que te enteras completamente al final. Cuando yo era chaval, pensaba que mi encargo era estudiar en el colegio del Salvador de Zaragoza; luego, que era hacerme ingeniero en Terrassa; luego...

Y así, hasta ahora. Os confieso que si me entero hace 50 años del contenido total de mi encargo —total hasta ahora, porque aún se completará en los años que me queden— me da un patatús.

Han pasado unos años desde la última vez que estuve en Buenos Aires. Me apetecería volver. La ciudad me encanta. Fui con un amigo a Los Años Locos, un restaurante que estaba en la Costanera, donde pude "confirmar mi romance con la parrilla al carbón", y lo confirmé.

Mi amigo, un profesor del IAE, equivalente al IESE en Buenos Aires, me regaló un CD, 'Che, tango querido'. Y allí encontré 'Septiembre del 88', compuesto y cantado por Cacho Castaña. Una gozada.

Empieza como he empezado yo este artículo, tirando a triste. Cacho está escribiendo a un amigo, también argentino, que vive en Italia. Le dice que la situación está mal, que los atorrantes se hicieron con el poder y que no vuelva...

Pero, gracias a Dios, se le cae el mate sobre la carta y tiene que volverla a escribir. Y empieza con un ritmo nuevo. Los atorrantes siguen ahí, la situación continúa igual, pero la actitud de Cacho es otra. Le anima a su amigo a que vuelva, porque en Argentina hay que hacer muchas cosas y se necesita mucha gente honrada que se dedique a hacerlas.

Hay más gente maja que atorrantes, gente que se preocupa de los demás. Y es normal, porque lo que he llamado 'encargo' siempre es hacia los demás

No habla de la muerte, con lo que ahí se acaba la semejanza con mi artículo. Pero, aunque Cacho no lo dice, le adivino un sentido de urgencia. Urgencia para que la gente normal vuelva a arreglar lo que cuatro atorrantes —en nuestro caso, más de cuatro— estropearon. Además, los causantes del estropeo no se fueron. Se quedaron agazapados en casa y alguno ya está intentando volver, jaleado por amigos jaleadores. Hasta se ha puesto corbata.

Leo cosas buenas, porque hay más gente maja que atorrantes, gente que se preocupa de los demás. Y es normal, porque lo que he llamado 'encargo' siempre es 'hacia afuera', hacia los demás. No hay ningún encargo que consista en hacer todo lo necesario para forrarse despreciando a los demás. En ese caso, los siete niños de Écija serían el modelo a seguir y Madoff, el próximo a beatificar.

Repaso el artículo. Me parece que me ha salido como la ducha escocesa, alternando caliente y frío, tristón y alegre.

Pero pienso que la vida es así. Que el 'encargo' tiene sus partes cómodas y muchas incómodas. Y que el optimismo viene de aprovechar unas y otras, sin repetirse a sí mismo y a los demás continuamente lo de "¡qué vida esta!" y "¡qué mal está todo!".

Actuando de ese modo, vas llegando al final de tus días, vas descubriendo la totalidad del encargo y, apoyándote en una pared, porque estás hecho polvo —te has vuelto 'objetivamente' viejo—, te enteras de que el esfuerzo valió la pena.

¡MUY FELIZ NAVIDAD!

En este mes de diciembre, se han muerto tres amigos míos. Tres buenas personas. Les echo en falta. Y como estos son días de más tranquilidad, me acuerdo de ellos y pienso que, a veces, no me va mal darme cuenta de que esto de aquí abajo no es para siempre, aunque, cuando hacemos planes —estrategias empresariales, por ejemplo—, olvidamos incluir un factor importante: que, con frecuencia, la gente se muere. Aquí no queda nadie.

Muerte