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Leopoldo Abadía

Desde San Quirico

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Galería de triunfadores

Tengo que hablar otra vez con mis nietos. Temas: Cristiano, Trump y la pareja de viejecitos. Me interesa mucho que se enteren de quiénes son los triunfadores de verdad

Foto: Un hombre hace una foto a una gallina gigante que representa al presidente electo estadounidense, Donald Trump. (EFE)
Un hombre hace una foto a una gallina gigante que representa al presidente electo estadounidense, Donald Trump. (EFE)

Cuando uno tiene muchos nietos, de vez en cuando le apetece hablar de ellos. No de ellos en general, porque en general solo podría decir generalidades: qué majos son, cómo me divierto con las cosas que dicen, qué raros son, no les entiendo en absoluto, etc.

Tengo que hablar de ellos en particular, con el suficiente detalle para no meterme en teorías —la juventud actual, el uso de las nuevas tecnologías, etc.— y con el poco detalle necesario para que ninguno se sienta aludido directamente y, después, en el trabajo, se metan con él: "¡Mira lo que ha dicho de ti tu abuelo!".

A Cristiano Ronaldo le han dado el The Best. (No, no me he ido del tema. Luego intentaré empalmarlo). Ha ido a recogerlo con su hijo y con la novia que tiene ahora. El chaval chuta un balón que hay por allí y me parece que no lo mete en la portería que han puesto. Pero apunta maneras. El día que acierte con la portería como su padre, nos forramos.

Hablamos de Cristiano con unos nietos que han venido a cenar (estoy retomando el tema). Uno de ellos, jovencico, aunque ya tiene novia (hoy, las ciencias adelantan), dice que es un triunfador. Y lo dice con cara de que, cuando uno es un triunfador, lo es para siempre; como ganándose definitivamente que en la esquela, debajo del nombre, pongan: "Triunfador". Como quien pone: "Ingeniero Industrial".

Le pregunto por qué.

Lo dice con cara de que, cuando uno es un triunfador, lo es para siempre; como ganándose que en la esquela, bajo el nombre, pongan: "Triunfador"

Lo hago con un cierto retorcimiento, porque como me diga que es porque mete goles y tiene unas novias estupendas, una detrás de otra, y cobra la tira y el Madrid ha rechazado una oferta de 314.106.876 dólares ('Time' 'dixit') que le han hecho unos chinos para llevarse a este mozo a China, donde cobraría un poco más de 105 millones de dólares al año, me retiro de la competición de triunfadores y, en mi retirada, arrastro conmigo a todos los que presumen de ser algo, a no ser que se llamen Leo Messi.

Triunfadores. Tengo que inventar una definición para poder caber yo en ella algún día. Yo, y todos los que he arrastrado en el párrafo anterior, que, por cierto, una vez más, me ha salido largo y complejo. Menos mal que he puesto algunas comas.

Me voy del tema otra vez. Un periodista me preguntó hace poco si yo era feliz. (Recordad, por favor, que no juego al fútbol y que ningún chino me ha ofrecido un sueldo aceptable).

Le digo que sí, sin pensarlo.

Luego pienso y veo que, como a todo el mundo, hay cosas que me salen bien, otras que me salen regular, otras que me salen mal. (No cuento a nadie las regulares ni las malas, con lo que hay quien me tiene un poco de envidia y me admira otro poco, porque, oficialmente, todo me va como la seda).

Y si echo la vista atrás y veo mi vida profesional, pasa lo mismo. 'Triunfos' y 'fracasos'. Pongo estas palabras entre comillas porque ni los unos han sido el triunfo mundial ni los otros han sido el desastre del siglo.

Para nuestras Bodas de Oro de matrimonio, los hijos nos regalaron, enmarcado, un chiste de Mingote, publicado a toda página. Después del incendio que tuvimos en casa, me lo han vuelto a poner en el despacho. Está un poco arrugado, con aspecto de haberse recuperado de un momento malo.

Eso es la felicidad. No parece que son ricos. Ni sexis. Pero se ve desde lejos que han sido fieles

Con el inconfundible estilo de Mingote, aparece un matrimonio de mucha edad, sentados en un banco de un parque. Él, con el brazo encima del hombro de ella. Ella, con el brazo encima del hombro de él. Con la mano libre, él agarra la mano libre de ella. Tienen un aspecto beatífico. Los ojos, cerrados, con cara de felicidad. Al pie del dibujo, una frase: “¿Crisis? ¡¿Qué crisis?!”.

Me emociono cada vez que lo veo. Es una obra de arte. Por fuera (el dibujo) y por dentro (la frase).

Eso es la felicidad. No parece que son ricos. Ni sexis. Pero se ve desde lejos que han sido fieles. Que el pelo blanco —bien peinado— de ella le gusta a él. Que las gafas de él le encantan a ella.

Veo la composición del próximo Gobierno de Trump. (Me vuelvo a ir). El más pobre tiene un patrimonio de solo 300 millones de dólares, que aumentará muy pronto hasta 480 porque le van a dar una indemnización de 180 al dejar su puesto en la empresa donde trabajaba. De más de 1.000 millones hay varios.

No todos los triunfadores 'oficiales' lo son de verdad. Muchos son ricos, que es distinto. Algunos fracasados. Con fama de 'cracks', pero fracasados

El jefe, Donald, debe tener más dinero que todos juntos. (Entre paréntesis: si todo se lo gasta en horteradas como la decoración del apartamentillo que tiene en la Torre Trump, se demuestra claramente que, para ser considerado un triunfador, no es obligatorio tener buen gusto).

Realmente, no todos los triunfadores 'oficiales' son triunfadores de verdad. Muchos son ricos, que es distinto. Algunos son auténticos fracasados. Con fama de 'cracks', pero fracasados.

En una entrevista publicada hace tiempo en 'La Vanguardia' que no he podido documentar, una persona afirma:

"Esta sociedad constantemente crea lo que llamo 'triunfadores fracasados'. Son aquellos que han conseguido todos los logros materiales, un buen estatus, bienes, riquezas... pero que, a la postre, se llevan mal con su pareja, con sus hijos, no tienen un solo amigo, no conocen lo que es la compasión...¡vaya triunfador!".

Núria Mas, profesora de Economía del IESE, en los 'Comentarios de coyuntura económica' de diciembre, habla de las posibles consecuencias de la elección de Trump, en cuanto a:

1. La política fiscal.

2. Los tipos de interés.

3. La política arancelaria.

4. El dólar.

De lo mismo que hablaría, si hubiera salido elegida Clinton. O Bush padre. O Bush hijo. O yo. (Es un ejemplo).

Pero, como el hijo de Ronaldo, Donald apunta maneras. Realmente, más que apuntarlas, las exhibe. ¡Y qué cosas! No me gustan.

Como el hijo de Ronaldo, Donald apunta maneras. Realmente, más que apuntarlas, las exhibe. ¡Y qué cosas! No me gustan

No me gustan en sí mismas y en su posible influencia. Porque si el chavalín de Ronaldo, a pesar de sus maneras, no mete un gol ni a tiros, no pasa nada. Su padre se disgusta y la novia que tenga entonces el padre, también, aunque menos, porque, al fin y al cabo, ella no tiene ni arte ni parte. Y, peor aún, es muy probable que tenga fecha de caducidad. Digo que no pasa nada porque el crío siempre estará a tiempo de estudiar algo.

Pero si el presidente de los Estados Unidos de América mete la pata, nos hace daño a todos. Y si establece una manera de actuar basada en la grosería, hace daño a los que tengan la desgracia de trabajar con él, que pueden acabar siendo tan groseros o más. Y a los que negocien con él... y a mí, porque lo que pase en Estados Unidos me afecta directamente.

Tengo que hablar otra vez con mis nietos. Temas: Cristiano, Trump y la pareja de viejecitos.

Me interesa mucho que se enteren de quiénes son los triunfadores de verdad.

Cuando uno tiene muchos nietos, de vez en cuando le apetece hablar de ellos. No de ellos en general, porque en general solo podría decir generalidades: qué majos son, cómo me divierto con las cosas que dicen, qué raros son, no les entiendo en absoluto, etc.

Cristiano Ronaldo